Jorge Olavarría advirtió el retroceso que sufriría Venezuela en su discurso del 5 de julio de 1999

 “En el régimen absoluto, el poder autorizado no tiene, no admite límites. La voluntad del déspota es la ley suprema” SIMÓN BOLÍVAR.

Con ingenuidad, los teóricos de la modernización suponían que las nuevas sociedades se caracterizarían por la separación tajante entre religión y política. Para decirlo bíblicamente, creyeron que el reino de este mundo se independizaría del reino de los cielos. Obviamente, ello no significaba la negación de la religión como opción personal, sino que las decisiones acerca de lo público ya no se tomarían de acuerdo con preceptos religiosos y que el Estado no tendría una doctrina oficial.

Por ello, en general en el mundo y en particular en nuestro país, sería inconcebible a esta altura de la historia suponer que, para asegurar el acceso al cargo, un futuro mandatario tuviera que intercambiar París por una misa. Por ello también, venimos observando desde hace tiempo la apelación a las ceremonias ancestrales en los actos políticos, más como una expresión de inclusión cultural de grupos tradicionalmente marginados como un retorno a épocas remotas.

Las escenas del gabinete gubernamental venezolano reunido en rezo colectivo en las plazas públicas y encabezado por personeros del régimen, dejan ver una de dos cosas: que el Estado no es laico o que se utiliza la religión como un instrumento político. Si es lo primero, entonces habría que preguntarse de qué proceso revolucionario se habla, cuando se supone que este debía llevar a su máxima expresión la tendencia a la secularización de la sociedad y del Estado. Si es lo segundo, entonces hay que darles la razón a quienes emplean el ambiguo término de populismo para calificar a estos regímenes. En cualquiera de los casos, el mensaje que transmiten los personeros del régimen chavista es que el futuro político de la revolución depende de la participación social y obviamente mucho más que de las instituciones.

A muchas personas sorprendió que lo más granado de la izquierda celebró una misa ecuménica por la salud del entonces comandante presidente. Que la convocatoria la hizo un partido que sigue a un mesías, lo que permite interpretar que estamos viviendo en una revolución mística, que se manifiesta con canciones patrioteras que hablan de sacrificio, martirio y no sé cuántas cosas más.

Ya lo señalaba el extinto senador Jorge Olavarría en su histórico discurso de orden pronunciado en el Congreso Nacional el 5 de Julio de 1999, cuando con voz cargada de inocultable molestia por la situación que ya en inicios del gobierno presidido por Hugo Chávez comenzaban a aflorar.

En aquel entonces sentenció crudamente (sic):

“Los hechos de hoy plantean ante la conciencia moral de los venezolanos la obligación de hacer algo por lo que amenaza la esperanza de cambiar lo que hay que cambiar, pueden hacer y van a hacer retroceder a Venezuela a un ayer, cuyos atavismos de violencia están latentes, y solo falta alguien que los despierte. Y alguien los está despertando.

Esa debe ser la valentía de los venezolanos que tienen que ser valientes en el siglo XXI. Para ellos, los venezolanos que hoy y ahora tenemos alguna responsabilidad, debemos tener, hoy y ahora, el valor y la decisión que se necesitan para enfrentarse a la orgía de insensatez demencial que nos empuja hacia atrás. Que nos lleva a desandar caminos andados, que nos induce a repetir errores cometidos.

Si los venezolanos nos dejamos alucinar por un demagogo dotado del talento de despertar odios y atizar atavismos de violencias, con un discurso embriagador de denuncia de corruptelas presentes y heroicidades pasadas, el año entrante Venezuela no entrará en el siglo XXI. Se quedará rezagada en lo peor del siglo XX. O retornará a lo peor del siglo XIX”.

Una indudable premonición de lo que en estos largos 22 años ha venido padeciendo el pueblo venezolano.

Si existiera un poco de rubor, el color encendido que la vergüenza asoma en el rostro, habríamos de creer que se le debería pedir disculpas al pueblo venezolano por este acto inicuo que nos deja mal parados ante la faz del planeta. Pero esto es como pedir “peras al olmo”…

La Venezuela maravillosa revestida de paz y de bonanzas de pronto se ha visto seriamente comprometida y afectada con tantos escándalos y exabruptos, muchos de los cuales fueron denunciados aspirando a ser corregidos pero que, a la postre, han sido entorpecidos, silenciados, y acallados con cobardes acciones y atentados contra los derechos humanos y de libertad de información. Una orgía de desaciertos contra la dignidad de un pueblo, al que se le pretende involucrar en la llamada revolución marxista, socialista (sic) y mal llamada bolivariana, con mensajes subliminales en la red comunicacional del Estado, con cánticos y loas a su líder máximo, hoy por hoy dirigiendo los destinos del país a control remoto, desde el infinito silencio sepulcral, en el cual “Chávez vive y la lucha sigue”.

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