China fue el primer país que le apostó en grande a la revolución bolivariana de Hugo Chávez. Hoy vale preguntarse cuál elemento era lo más relevante en esa apuesta: la sintonía en el modelo comunista que intentaban aplicar los recién llegados al poder en Venezuela o la ambición protagónica de China, que se expresaba a través de su proyecto universal de la Nueva Ruta de la Seda.

Lo que parecía una relación indestructible ha dado sus tumbos a lo largo de estos 20 años. El chavismo-madurismo se las ha agenciado para proyectar una imagen de total luna de miel entre los dos países. China, dentro de su milenario silencio, tan útil para mantener a flote sus relaciones externas, nunca ha permitido pensar que la alianza se estuviera tornando agria.

La realidad es que no ha habido proyecto conjunto, entre los emprendidos en sociedad con el Estado revolucionario, que haya sido exitoso. Razones les han sobrado a los asiáticos para mostrar preocupación o disgusto en relación con los negocios emprendidos en comandita porque ha sido siempre el lado venezolano el que ha desviado los objetivos, malversado los recursos, manejado ineficientemente los proyectos, honrado con retraso sus obligaciones, retrasado el pago de las deudas y pare de contar.

En el terreno petrolero es en el que deben estar experimentando los más severos desencuentros y particularmente en el caso de la empresa mixta Petrosinovensa. Si nos detenemos a examinar lo que viene sucediendo con esta iniciativa bilateral de mayoría oficial venezolana, hay sobradas razones para poner en duda su buen desenvolvimiento.

El 3 de octubre la alta gerencia de la empresa anunció haber detenido las actividades de mezcla de petróleo debido a la rápida acumulación de inventarios de crudo en sus tanques tras las sanciones de Estados Unidos. La agencia AFP ya había hecho pública la decisión de CNPC, la estatal petrolera china, sobre la paralización de las obras de expansión de las instalaciones dedicadas al procesamiento de crudo extrapesado en la faja del Orinoco, que produce 105.000 barriles diarios de petróleo. “Formalmente, la medida es una consecuencia del retiro de la contratista china HQC de las operaciones en la faja, aduciendo falta de pago”, señaló.

Pero es que el presidente de Pdvsa, por su lado, había manifestado que para agosto de este año los proyectos de expansión a 165.000 barriles por día ya contaban con 85% de avance y que se iniciaba una segunda fase que llevaría la expansión a 230.000. La agencia rusa de noticias Sputnik incluso publicó una entrevista en la que el presidente de Pdvsa prometió “que se duplicará la producción del país para el último trimestre de 2019 y que esa tendencia se mantendrá en 2020. El gobierno anunciaba, pues, viento en la popa.

Los socios chinos, fieles a su tradición, se han mantenido mudos frente a estos altibajos. Pero la guinda de la torta que acaba de ser colocada por el gobierno de Maduro muy posiblemente los lleve a asumir una posición más explicativa frente al mundo sobre los ires y venires de la asociación.

La Dirección General de Contrainteligencia Militar detuvo la semana pasada el presidente de compañía Petrosinovensa, Alberto Böckh, y a cinco gerentes de Petróleos de Venezuela asignados a la empresa mixta. Estamos de nuevo frente a una decisión política, con dudoso basamento legal, toda vez que se trata de una “presunción” de peculado.

A esta hora nadie sabe, en esta alianza sino-venezolana, dónde está realmente parado. No parece necesario subrayar la incertidumbre que se cierne sobre su futuro.


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