Imponer el dominio hegemónico de un partido político sobre la tesis  de otros para conveniencias inconsultas se constituiría en un medio a favor del gobierno de fuerza para enfrentarse a  los reclamos de las clases populares. Lo cual carecería de sustento por cuanto nos  haría  una vez más ver  triunfar en Venezuela la arbitrariedad sobre los valores fundamentales de la paz y libertad, impuesta por los que se han enriquecido ilícitamente con los dineros del Tesoro Público. Tal comportamiento  propio  de una dirigencia exenta de responsabilidad ha hecho compartir nuevamente actividades repudiables, a los que confiados en buenas intenciones  han venido  realizando una política combativa y resuelta de calle.

Es decir, por un lado el pueblo marcha por el imperio de la institucionalidad y el retorno a un sistema de garantías que haga posible  la convivencia de la familia y mantiene su vigilia, reclama paz, concordia, compresión y unidad; para mala suerte, la otra con atributos de dirección, arrea las banderas que se venían izando, solo para facilitar la  cohabitación con un gobierno de facto, al  cual habían combatido con furia de fotografía.

¿Cuál es la verdad  de lo que realmente pasa? Sin duda alguna la candidatura de Manuel Rosales a la Presidencia de la República para el momento en que hubo de presentarse despertó entusiasmo de coherencia. Se logró y se mantuvo la unidad de los partidos políticos opositores existentes, la de su militancia y la del pueblo. Fue un enfrentamiento contra el comandante Hugo Chávez quien en esos momentos había acaparado a los grupos de la derecha venezolana, como también a los sectores empresariales. No se triunfó, pero se logró una importante manifestación de comportamiento político que puso en práctica la estrategia unitaria concebida. Tal  proceder  se mantuvo. El pueblo había creado una conciencia de unidad como estímulo de lucha contra un régimen autoritario que reprime al movimiento sindical, que los mantiene sin contratación colectiva; que ha tenido las cárceles llenas de presos políticos: muchos torturados, los cuales son objeto de investigación por la Corte Penal Internacional, dado encontrarse incurso en violación de los derechos humanos.

La integración del pueblo opositor en forma decidida y unitaria rompe  el dominio del Poder Ejecutivo. A la vez  elige una Asamblea Nacional opositora. Rescata el poder para controlar a  Maduro, para legislar, para proponer reformas constitucionales. Como la  de ejercer funciones de  control sobre el  gobierno y la administración pública nacional.

La Asamblea Nacional con mayoría opositora  actúa contra Maduro quien valido de una Asamblea Constituyente Nacional espuria se hace reelegir en la Presidencia de la República: Monstruosidad  esta no tolerado por el Poder Legislativo autónomo que lo inculpa de usurpador  y nombra a Juan Guaidó encargado de la Presidencia de República. No dejó de ser una resolución autónoma: Guaidó goza de apoyo internacional. Se le reconoce al gobierno provisional  autonomía exterior, con relaciones internacionales amplias y respetadas. Todo  marchó en principio con amplitud  de consulta y con respeto a los sectores opositores. Pero se producen  laberintos internos, los muchachos se pelean. Los partidos que la conformaban celebran elecciones y nombran sus autoridades, dejan de integrarla. La MUD quedó en la “inopia” y sin cuantía electoral. Su residuo de mando viaja a Panamá y sin el consentimiento adecuado acuerda unas elecciones primarias para la elección del candidato a la Presidencia de la República. Elaboran reglamento, Guaidó se declara en campaña. Toda  una ocurrencia que  fuerza comentarios, he aquí el mío: sin ánimo de retaliación, pero sí en el entendido  de  que la unidad nacional para que no pierda su vigencia y hondo calado  en el ánimo popular, debe constituir un estado colectivo de sana convivencia hacía objetivos  claramente revolucionarios  y de efectivo alcance nacional. Solo  este concepto dialéctico de la unidad puede impedir la proliferación de factores generadores de la tiranía.

Basado en una concepción doctrinaria cuyos principios no se pueden soslayar, el acuerdo adoptado en forma sectaria por una minoría que usó como vocero de la MUD a Ramos Allup, para su divulgación: Confieso no compartirlo, dado que concibo la unidad con base al criterio unitario expuesto, como servida para crear una clara  conciencia de rebelión civil con todas las fuerzas de la sociedad,  vinculando la  actitud rebelde de: obreros de las fábricas; del campo, maestros de escuelas, funcionarios públicos, industriales  y comerciantes progresistas, profesionales, estudiantes, mujeres, sacerdotes, honestos. Hombres no corrompidos. Militares retirados. Frente cívico encaminado a expresar su repudio al régimen usurpador, como también a los  profesionales universitarios  que alejados del chavismo se concentran en su pensamiento creador, dispuestos a las orden de  la libertad y del derecho. La integración no puede ser una expresión maniquea. Tiene que ser la decidida y fiel afirmación de oponernos a  cualquier ejercicio de predominio de los que  han asaltado el poder. La lucha contra la usurpación debe  ser tarea de todos, sin discriminación, con unidad de acción para el  rechazo contundente a cualquier atrevimiento sectario. La escogencia de un candidato presidencial no puede estar sometida al capricho  de lo que han perdido  aceptación en la opinión. Tiene que ser  concebida para darle duro al mentón, con fuerza de caída a quienes se  valen del halago militar para su perpetuación. Que usan los dineros públicos. Que se valen de empresarios para hacernos creer una recuperación económica.

Por último, como fundamento constitucional de lo que podrá ser la posible escogencia de un candidato presidencial  mediante elecciones  primarias: tiene que hacerse por votación individual con base en la Constitución, la cual al reconocer la soberanía no expresa que el pueblo que es soberano ejerce su soberanía a través de los partidos políticos. Todo lo contrario, sustenta que el pueblo ejerce la soberanía  directamente. Que la Soberanía no representa una limitación para la voluntad del elector. No se puede sacrificar el ideal de libertad absoluta del elector a la intervención del interés de partido. Es una elección en la cual  no está en juego la  representación proporcional de las minorías.

 


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