Pudiéramos decirlo en otras palabras, pero nos atragantaríamos si no dijéramos las cosas tal como las pensamos. La canallada del acuerdo de la Casa Amarilla nos ha generado una inmensa indignación. Solo el patetismo que caracteriza los actos de este régimen y la perfidia con la que actuaron sus secuaces pueden explicar tanta putrefacción.

Con esa “oposición a la carta”, esta dictadura pretende revestirse de una artificiosa legitimidad y darle a sus actos un matiz de institucionalidad que por años ha hecho añicos. Todo bajo un esquema  en el que se aparentan objetivos y propósitos en los que subyacen con toda seguridad  intereses de otra naturaleza. No hay otra explicación.

Otra vez los venezolanos somos víctimas en esta larga mentira de más de 20 años. La estafa continúa y no para, se perfecciona y adapta a cada tiempo y espacio con simbiontes de nuevo cuño. Perdimos la capacidad de asombro, pero va en aumento nuestro rechazo.

El secuestro de la opción electoral es sin duda uno de los efectos más perversos que consigo lleva ese acuerdo. Implosionaron cualquier vía electoral que se haya planteado en Oslo y en Barbados, tratando de reducir con ello el discurso y la acción de la verdadera oposición. Ya los mitines, caminatas y caravanas que anunciaban vientos comiciales quedaron como meros intentos de resolver nuestra situación a voto limpio.

Obligada está la oposición legítima a deslindarse de cualquier relación con estos mafiosos y sus cómplices y evitar las coincidencias que dice procurar con sus acciones la falsa oposición cuando sostiene en boca de su más conspicuo representante que “es un aspecto positivo e importante la reincorporación del oficialismo (ayer a la AN), creo que habrá una convivencia”.

Ese acercamiento, que plantea la falsa oposición, persigue pronunciamientos y decisiones conjuntas para levantar las sanciones a los responsables de violaciones de los derechos humanos,  corrupción, narcotráfico y terrorismo; así como la integración parcializada de un CNE que se regiría por la misma normativa y procedimientos que fraudulentamente les garantiza seguros resultados favorables.

Deberá la verdadera oposición abandonar la tesis de los debates circenses con la bancada oficialista en la AN, que no llevarán sino a demostrar y satisfacer el estéril preciosismo oratorio de algunos y, por el contrario, tendrá que reaccionar con contundencia, enfocándose en una mayor radicalización que vaya a tono con la posición asumida en el plano internacional por nuestros aliados.

Esa infeliz iniciativa, que busca convertir en factores a esa oposición a conveniencia en una especie de menu à la carte, para pescar en el río revuelto de la ONU, está destinada al fracaso. El informe de la alta comisionada para los Derechos Humanos de ese organismo mundial también sirvió de fundamento a la resolución cuando expresó el órgano de consulta que en el mismo se detallaron ”violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos, incluyendo la detención arbitraria, la tortura, la violencia basada en el género, el uso excesivo de la fuerza durante demostraciones y las ejecuciones extrajudiciales”.

La histórica resolución del TIAR, con su abanico de opciones que incrementan la presión sobre los actores de este régimen forajido, tiene además que dirigirse contra aquellos cómplices que con sus actos asumen igual responsabilidad. Que cada quien corra con las consecuencias de sus penosas conductas.


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