La persistencia de algunas características primitivas en lo ideológico y lo programático impiden los procesos del cambio político y de reestructuración e innovación económica.  ¿Somos víctimas del imperialismo, aceptamos el neocapitalismo, renunciamos a nuestra identidad y gobernabilidad? En sentido contrario, ¿aceptamos el social comunismo bajo formas de financiamientos que aumentan la deuda de capitales aparentemente destinados para explotar la riqueza del país, del petróleo, del oro por una Rusia que ha aceptado la estrategia del mercado condicionada por el pensamiento único?

Construir una política de Estado, desde el protocolo hasta las negociaciones con los acreedores, parece un imperativo categórico del ejercicio ponderado del poder: la “libertad” que pregonamos como primera prioridad de nación soberana es solo la que deriva de la capacidad de construirla con nuestra responsabilidad, nuestro conocimiento y nuestra ética, pero queda vinculada a la percepción de las relaciones internacionales, a la evolución histórica y económica del contexto geopolítico que nos rodea, de la toma de decisiones o escogencias políticas, al modelo de desarrollo adoptado, a las finalidades perseguidas, a los recursos disponibles.

La dependencia de la tecnología, de la continuidad del suministro de repuestos y asistencia técnica, de la disponibilidad de las materias primas fundamentales para el sistema productivo, de la exportación y los ingresos de divisa no puede ser sustituida por la posesión de armas que irresponsablemente están dirigidas en contra de ciudadanos libres y pacíficos, ni puede forzar una integración operativa con Cuba utilizando recursos que ni siquiera son suficientes para la administración ordinaria de la República. Esta, empobrecida por el despilfarro, la apropiación indebida, la corrupción, la destrucción del sistema productivo de las empresas públicas y privadas, en un contexto de hiperinflación programada para ejercitar el control y la sumisión de los venezolanos, ha perdido su identidad de nación forjadora de su propio destino, ejemplo de principios y valores universalmente reconocidos.

Se han creado las consecuencias  de una “guerra perdida”, no “simples condiciones de confrontación” entre el capitalismo de Estado y el liberalismo capitalista, cual se encontraban ya un siglo y medio atrás para definir la lucha de clase. El cambio del poder no asume solo la significación de sustitución de personas físicas, un presidente por otro, cuanto del régimen totalitario por un régimen democrático, y sobre todo de reestructuración de los valores y principios por los cuales se hizo la guerra de independencia y se salió del estatus de colonia.

Frente al desafío populista con el cual el social comunismo identifica el régimen gubernamental, se requiere identificar la tipología de la democracia aplicable para conseguir un cambio que permita la recuperación económica, política y moral del país.   Pierre Rosanvallon escribe en La siècle du populisme: “…se requiere ir más allá de la invocación de la mística del pueblo, ir al conocimiento de este en sus tensiones internas y su diversidad”. Pues, es el caso de recordar, que la democracia es por su naturaleza experimental, que permite de vivir en cambios constantes que no son simplemente los que derivan por el ejercicio electoral, sino los que se enriquecen de dispositivos permanentes de consulta, de información, de rendición de cuentas, que permiten pasar de una invocación casi teológica a un reconocimiento de las tensiones internas y de las opciones programáticas que las constituyen”. La “guerra” que mencionan algunos políticos que se autocalifican de liberales y democráticos, posiblemente de socialistas democráticos, no ha sido realizada contra ellos, tal vez cómplices de la gestión del poder, pero sí ha sido perpetrada por el ejecutivo nacional en contra del pueblo venezolano, los trabajadores, la clase media productora de bienes y servicios, desestabilizando la estructura social del país y aumentando la pobreza que ha llegado a nivel de 90% de la población, con sectores marginales en los cuales asume un valor crítico de 65%.

En la actualidad económico-financiera del país, cuando el presidente Maduro saluda la dolarización de la moneda venezolana determinada por la falacia e inconsistencia de la política monetaria y fiscal aplicada por el régimen castro comunista, por la ineficiencia del sistema financiero y bancario alejado de sus funciones institucionales de intermediario del crédito para las inversiones productivas y transformarse en proveedor del M2, de la masa monetaria necesitada por el Ejecutivo para los gastos corrientes, ha exaltado la destrucción del sistema productivo, el peculado y la malversación, la corrupción elevada a ejercicio del poder. Es oportuno recordar que las condiciones en que vive la gente que no tiene ingresos o ahorro en dólares es la demostración de la ineptitud con la cual se ha reducido la tercera economía del mundo de 1950 a ocupar el último nivel del ranking mundial de las naciones: es la tragedia por la supervivencia, que ha condicionado la vida de los venezolanos por la depreciación del bolívar que empezó su borroso camino desde la emisión de títulos del Estado emitidos en bolívares y pagaderos en dólares, y que hizo la felicidad de los especuladores, limitó la mencionada intermediación del sistema bancario al riesgo del financiamiento y a los pagos de los intereses de las obligaciones del Estado, incrementó la inflación de la cual tenemos la obligación de salir creando las condiciones para las inversiones productivas y el trabajo, la conversión de una sociedad rentista en una productiva.

Recordar que un Estado se da como ya presente implica de manera alguna observar el marco en el cual se asume la tarea de reconstruirlo. Así lo expresa Michel Foucault en 1979: “El Estado es a la vez lo que existe y lo que aún no existe en grado suficiente. Y la razón de Estado es justamente una práctica o, mejor, la racionalización de una práctica que va a situarse entre un Estado presentado como dato y un Estado presentado como algo por construir y levantar. El arte de gobernar debe fijar entonces sus reglas y racionalizar sus maneras de obrar, proponiéndose en cierto modo como objetivo el transformar el ser en deber ser del Estado. El deber hacer del gobierno tiene que identificarse con el deber ser del Estado. Este último tal como está dado, la ratio gubernamental, permitirá de una manera deliberada, razonada, calculada, hacerlo llegar a su punto máximo de ser”.

Entonces, dentro de la racionalidad que emerge en la conceptualización del Estado, nace por sí la pregunta obligada sobre: ¿Qué es gobernar?, cuya respuesta invoca el principio mismo de la racionalidad del Estado, de modo tal que es actuar de conformidad con ello, para que pueda llegar a ser sólido y permanente, rico y fuerte, sobre todo ante aquellos que amenacen de destruirlo. Por esto consideramos básico el aporte del conocimiento, sin el cual toda proposición se reduce a demagogia y la responsabilidad subjetiva y objetiva pierde significación.

Para obviar tal conceptualización, recuerda el citado Faucault, existe un contrato entre soberanos y súbditos: este se configura como teoría del derecho natural y los derechos naturales que, a su vez, se postulan como derecho imprescriptible, de modo tal que ningún soberano pueda transgredirlos y la observancia de cada cláusula que lo constituye implica la reglamentación en la cual se sitúa por encima del Estado o, si se quiere, lo domina por encima de leyes divinas, morales y naturales que no son homogéneas ni intrínsecas con el ser del Estado.

Por supuesto, son conceptos que tratan de poner de relieve la existencia del Estado y la conformación de su desarrollo institucional, siendo implícitas las variantes que de él hacen su peso en el devenir de su propia historia.  Es decir que el Estado, a través de estas variantes, como se presentan en la economía política, la política monetaria y fiscal, puede maniobrar la propia especificación a una más adecuada a las circunstancias que debe enfrentar y que lo hace disipar de su forma esencial para adecuarla a la superación de las contingencias que lo han constreñido.

En el Plan de Desarrollo 2007–2013 Hugo Chávez Frías afirmaba: “La construcción de un mundo multipolar implica la creación de nuevos polos de poder que representan la ruptura de la hegemonía de Estados Unidos, en la búsqueda de la justicia social, la solidaridad y la paz… dentro un marco de un diálogo fraterno entre los pueblos del mundo, el respeto de la libertad de pensamiento, religión y la autodeterminación”.

La mistificación de la proposición es manifiesta en su magnitud por diferentes aspectos: en lo geopolítico, la referencia a “nuevos polos de poder” no se puede referir razonablemente a una situación de paridad de Venezuela con dos superpotencias como son China y Rusia, tampoco a Estados Unidos, sino a nuevas y más mortificantes condiciones de dependencia del país. En el “marco del diálogo fraterno” entre comunistas queda coherente la dimensión del polo constituido entre Cuba y Venezuela, naciones políticamente más cercanas y más necesitadas de aquella “autodeterminación” de la cual hablan cuando se refieren a las relaciones con las otras naciones, pero que se queda como “decisión de los pobladores de una unidad territorial acerca de su futuro estatuto político”, así como la define la Asociación de Academias de la lengua española, a la cual adhiere la Academia Venezolana, y no como atribución jurídica que impide la injerencia extranjera en los asuntos internos, cuando ya en la praxis se autoriza el embajador de Cuba a supervisar las decisiones y actuaciones de los ministros de la República.  Así, concretamente, se ha creado el Estado de “Venecuba”, no solo por la conocida solidaridad, ayuda y sacrificios del pueblo venezolano, sino con una ficción de libertad e independencia, con el control político prevaleciente del Estado castro comunista de Cuba y sin ningún respeto del principio de reciprocidad que rige un proceso de integración entre pueblos que tienen intereses comunes.

Como afirma Harry Frankfurt en su ensayo de 2011 Sobre la verdad: “Las peor de las mentiras es que estas se arreglan para interferir y en perjudicar nuestra tendencia natural a percatarnos del verdadero estado de las cosas”. Pues el bimonetarismo existente entre bolívar soberano y dólar es una realidad histórica que se fundamenta en las relaciones entre las importaciones y exportaciones, las capacidades productivas y el endeudamiento. Debido a la incapacidad de sostener esta relación, se llega a la formulación de un tri-monetarismo constituido añadiendo el petro, una ficción seudomonetaria que ulteriormente aumenta la hiperinflación.

Creado con la ilusión de alcanzar condiciones de vida que satisfagan las necesidades primarias de la población, debería técnicamente corresponder, en el ámbito de la geopolítica mundial de las criptomonedas oficiales (CMO),  a los requisitos requeridos por el estado actual y futuro de la economía, ya que su creación y aplicación son: desviar sanciones económicas, contrarrestar la hegemonía del dólar, desuso de efectivo y liderar tecnologías emergentes. En efecto, el petro presenta las siguientes contradicciones con los conceptos originales de criptomonedas que sostienen la descentralización, el anonimato y respaldo de la moneda nacional; que se proponen reforzar las características de sistemas monetarios tradicionales, es decir, la aceptación, la adopción, la convertibilidad, la volatilidad, el valor a futuro, los riesgos y la regulación; que facilitan las variables internas y externas ligadas al mundo informático, es decir, la seguridad, la conectividad, la investigación y desarrollo (I+D), y por supuesto, la brecha digital.

La creación y formas de aplicación del petro, su presunto valor nominal ha terminantemente contribuido a la pérdida de la imagen del país, lo que quedaba de su credibilidad y crédito: nada que ver con la reciente revuelta de Hong Kong contra la integración con la China del partido único, por la cual ni la falta de libertad de expresión ni las agresiones a los derechos humanos han logrado movilizar a los chinos, quienes se encuentran  agradecidos por el éxito económico del régimen que los ha llevado, en una generación, de la pobreza a un cierto nivel de liderazgo internacional tecnológico y económico.

Al contrario, en Venezuela, el régimen castro comunista bolivariano ha producido con premeditación programática la más profunda crisis estructural de su historia institucional  por el temor de perder el poder y la hegemonía fundamentada en la escalada de la represión, y que obliga no solo al cambio político, sino a encontrar soluciones a los problemas energéticos, de alimentación, sanitarios y educacionales, de seguridad en todos los niveles para recuperar la soberanía, la identidad, la dignidad y la credibilidad de la nación.

Por ello, dado que en el país quedan importantes y cuantiosos recursos naturales, parte importante de recursos humanos que todo ciudadano con conocimiento dignamente representa, afirmamos como primera prioridad de un plan de recuperación institucional, estructural y monetario  la obligación de utilizar los recursos naturales con el conocimiento de la técnica financiera, para transformarlos en bienes con valor agregado que permitan recuperar condiciones económicas de un desarrollo sustentable.

Existen dos formas para disponer de los financiamientos sin los cuales ninguna factibilidad es posible: en el espacio y en el tiempo, con la gradualidad derivada de la magnitud de los recursos,  la disponibilidad de tecnología, la competitividad y el conocimiento del mercado internacional, es necesario identificar los específicos proyectos de dicha prioridad para concretizar la recuperación del país. Así que el primero y más tradicional desempeño queda constituido  por la creación de un fondo de financiamiento, experimentado por un país como Noruega, (símil a Venezuela por ser productor de petróleo, pero con estructuras estatales, políticas, económicas y sociales completamente diferentes), que con la creación de fondos de inversión derivados del ahorro, ha transformado los trabajadores en financistas; y la segunda que sometemos a vuestra consideración  que se define como “finanza de tercera generación”, que a su vez con sus variables puede permitir la transformación de una sociedad rentista en una productiva.

Las dos técnicas se realizan en conformidad con el sistema financiero internacional (Basilea I y II) y son compatibles entre ellas, diversificando los proyectos de aplicación por funcionalidad y finalidades.  Ninguna de las dos técnicas financieras puede tener relación con el Petro, pero sí con la recuperación del valor, de la capacidad adquisitiva del bolívar determinada por el incremento del sistema productivo. Hago esta precisación porque rechazo definitivamente la utilización especulativa de la criptomoneda y considero oportuno explicar su inconsistencia para quitar cualquier ilusión a los que consideren  hipótesis de su afirmación.

Creado con apoyo del régimen castro social comunista que intenta imponerlo y pretende que sea aceptado como criptomoneda oficial, el petro, como ya dicho, distorsiona ulteriormente el sistema monetario y se hace perder ulterior valor al bolívar soberano de modo que se golpea ulteriormente la capacidad adquisitiva de los trabajadores venezolanos. Pues en conformidad con el análisis de Barrear y Kumhof de 2016 y de Mersch de 2017, la criptomoneda, en término de moneda digital del Banco Central (Central Bank Digital Currency, CBDC), es el valor monetario almacenado electrónicamente (digitalmente o como token electrónico) que representa un pasivo del Banco Central y se puede usar para hacer pagos.

Pero este no es el caso del petro venezolano. Definitivamente, es necesario aclarar que sin el mencionado requisito técnico, el petro no tiene concretamente la posibilidad  de ser convertible a ninguna divisa y si tuviese el respaldo en oro, petróleo, diamantes tiene solo un valor nominal especulativo a futuro: precisamente lo que aumenta la hiperinflación, la especulación y debilita ulteriormente la moneda nacional. Históricamente pensamos que es suficiente reflexionar  sobre la repentina postergación del cryptoruble (conocido anteriormente como bitruble) que el gobierno de Rusia, desde el entusiasmo inicial, lo ha paralizado en 2015. En 2017, el viceministro de Hacienda y el primer gobernador adjunto del Banco Central de Rusia no creían que era oportuno que el Estado emitiera su propia criptomoneda. A pesar de que uno de los asesores del presidente Putin había observado que el cryptoruble podría ayudar al gobierno ruso a fortalecer la economía evitando el impacto de las sanciones internacionales contra el país, el 12 de enero de 2018 formalmente en la Pravda, Putin declaró: “Se sabe que no hay nada detrás de la criptomoneda y no puede ser un almacén de valor, no tiene ningún valor material, y no es respaldada por nada…” El primer ministro de Rusia, Dmitry Medvedev, en el Gaidar Forum de 2018, en Moscú, comparó las criptomonedas con las burbujas del puntocom y comentó que “cuando surgieron muchas empresas en la década de los noventa sobre la base del desarrollo de la tecnología de Internet, ya en el comienzo de los 2000, las empresas mayoritariamente desaparecieron de la escena”. Por eso es superfluo preguntarse porque Rusia no acepta el petro en pago de la deuda venezolana. De su parte, ya desde 2017 la Agencia de Riesgos de Pekín, fue la primera en declarar que Venezuela “no era un país confiable”. De modo que para la dignidad del país, nuestro mancomunado esfuerzo para la recuperación de la economía, la capacidad productiva y un nivel aceptable de vida de los venezolanos, deberá obtener que el bolívar regrese a ser reserva de valor, moneda de intercambio y unidad de cuenta del sistema monetario.

En la conformación del pensamiento científico moderno de las interrelaciones políticas y económicas definidas por el ejercicio del poder,  se aúne la razón económica con las características sociales, de modo que el ascenso del capitalismo, en sus características financieras, productivas y mercantil, asume analogías de comportamiento bajo un holismo constituido por los factores activos de la sociedad, interesados al proceso de acumulación e internacionalización del capital y del modelo de referencia de la entera sociedad vinculada a la factibilidad tecnológica y financiera de cada proyecto al cual pueden aplicarse. Por supuesto, el control explícito de las partes o promotores y la aplicación de los requisitos de leyes, en conformidad con las prioridades definidas en el proyecto de país, deberán ser dirigidos al cumplimiento general de las finalidades perseguidas.

Los “choques de civilizaciones” críticamente analizados por Samuel Huntington (1999) se perfilan en un futuro no lejano como la nueva pauta del orden mundial y las controversias asumen, máxime por las súper potencias, una dimensión determinada por las tecnologías, las disponibilidades energéticas,  la competitividad de la oferta de bienes y servicios que aumenta o disminuye las respectivas áreas de influencia en el contexto geoeconómico, pero que tiene su referencia en la herencia dejada por las condiciones de desenvolvimiento de las finalidades geopolíticas tradicionalmente relacionadas por el poder político, económico y militar, y que ahora encuentra en el Sistema Monetario Internacional  oportunos y nuevos aportes para los “cambios organizativos y de funcionamiento en el ámbito bancario nacional e internacional” para enfrentar las crisis y promover el desarrollo mediante las posibles inversiones determinadas por el excedente de los ingresos petroleros de los países árabes.

Este es un proceso que no escapa al principio dialéctico del cambio de cantidad en calidad, exorcizando el crecimiento económico, tal vez con la inercia expansionista del capital para “combatir las crisis económicas”, bajo formas y modalidades adecuadas que se institucionalizan en la “ventana islámica” que conforma “La Finanza de tercera generación”.

En este paradigma general se encaja el trabajo de investigación realizado a partir del análisis y función de las tasas de interés cual tradicional aporte  al conocimiento de la realidad económica mediante el acercamiento a las particularidades metodológicas y empíricas que caracterizan la teoría económica,  sus diferentes escuelas (Viena, Chicago) y las variables ofrecidas por la evolución de la técnica bancaria aplicada.

En la visión epistemológica que permea la recuperación de la crisis a través de la utilización de adecuadas técnicas financieras hemos apreciado la ausencia de los “Idola tribu”,  que Francis Bacon (en la edición de1979) en Novum Organum: Aforismos sobre la interpretación de la naturaleza y dominio del hombre, reconoce en los perjuicios que impulsan el individuo, y tal vez enteras sociedades, a confiarse del statu quo por la impresión de estabilidad que deriva de la tradicional aplicación del sistema financiero en el tiempo y por el miedo al cambio de la novedad de las relaciones financieras aplicables a proyectos, de los cuales se tiene a priori conocimiento y apreciación del riesgo.

Desde la cuarta década del siglo pasado, es decir, desde finales de la guerra mundial en contra del nacional socialismo, las finanzas de la segunda experiencia monetaria determinada con los acuerdos de Breton Wood, ha afirmado la prevalencia del capitalismo en el sistema económico mundial, y a pesar de sus límites sociológicos y de acceso a las oportunidades, ha fundamentado el conocimiento en la realización de sus deseos, constituyendo una ciencia arbitraria, es decir, que ha privilegiado en el “ad quod vult scientiae”, la finalidad científica con la cual ha justificado el ejercicio del poder.

Con la aplicación del mismo criterio se evitan los “Idola Specus”, es decir las limitaciones individuales contraídas por la educación y el ambiente recurriendo oportunamente a la exposición sistémica de las técnicas bancarias  en la aceptación de lo definido en las disposiciones de Basilea II, mediante oportunas adecuaciones, como la constituida por el desempeño de la “ventana islámica en los bancos de inversiones”, estableciendo de este modo importantes  modalidades de cooperación para la expansión del capital en el sistema productivo, así mismo reduciendo o, mejor, anulando la utilización especulativa.

En fin, se superan los peligros de los “Idola Fori”, acabando con pseudo conceptos las controversias dialécticas que muchas veces en las confrontaciones académicas han sido reducidas al simple silogismo lógico, perdiendo el contacto con la experiencia, con la realidad fáctica, y tal vez sin  querer, se han transformado en un saber dogmático que obstaculiza o hace de difícil aplicación la misma evolución de la técnica bancaria, que eliminando la exigibilidad de los intereses, propone el uso del capital bajo varias formas de participaciones y responsabilidades de riesgo compartido: se realiza así una importante innovación sistémica con influencia directa y proporcional a un nuevo desenvolvimiento de la economía.

La lógica expositiva y  la filosofía de los tradicionales aspectos económicos planteados en micro y macroeconomía, permiten observar que  políticas monetarias heterodoxas se han desarrollado a partir de la imposibilidad de las políticas convencionales para alcanzar los estímulos requeridos también en épocas de bajas tasas de interés. Pues la flexibilidad de la tasa de interés ha sido limitada a una referencia casi ritual, sin resaltar, (como en mi opinión hubiese sido oportuno en condiciones de hiperinflación y estagnación), la importancia del modelo Mundell Fleming, por el cual la política monetaria expansiva practicada por los gobiernos hubiese requerido un sistema de tipo de cambio flexible y con movilidad perfecta de capitales, para inducir como consecuencia una disminución de la tasas de interés y un aumento del nivel de lo producido por el sistema económico. Como conocido, el bajo costo de  los créditos corporativos apalanca la producción de bienes y servicios y se convierte en un incremento de la misma.

Ahora bien, desde la década de los setenta, debido a los importantes aumentos en el precio del petróleo, las economías islámicas se caracterizan por excedentes financieros que permitieron ensayar el sistema bancario “sobre el reparto del rendimiento monetario de la inversión reproductiva (q) entre el inversionista y el prestamista, para minimizar la presión de las expectativas provenientes de las variaciones de la tasa monetaria (r)”. Para ello, en la innovación participativa del capital se debe  “recurrir a un acuerdo anticipado de la distribución del beneficio neto y de la canalización de los flujos monetarios y de información”.

De este modo nace  la expectativa que se define como “Finanzas de Tercera generación” por la cual, más allá de los desenvolvimiento técnicos apropiadamente definidos bajo la práctica de la filosofía económica adoptada, fundamenta la ética de su comportamiento en el esfuerzo de adaptar las leyes de comercio y finanzas a las reglas especificadas en el texto del Corán, cuyos principios religiosos consideran la tasa de interés fija como expresión de usura (la riba), y por ende prohíbe el emprendimiento individual mediante el pago de intereses en las operaciones financieras.

En 1975 se abre el Banco Islámico de Dubái. Según el Informe Global de Finanzas Islámicas de 2010 hay más de quinientos bancos de este tipo que operan en casi cincuenta países, comprendiendo algunos del mundo occidental donde sustancian su operatividad bajo la figura de “ventana islámica”.  En la actualidad, Londres constituye el principal centro de finanzas islámica en Europa, seguida de Francia que está tratando de ganar espacio en este sector, Suiza, Italia.

Es importante evidenciar que la ética musulmana, prescrita en la ley basada en los preceptos del Corán (Libro Sagrado), en los documentos de interpretación (la Suma) y la jurisprudencia (la Fiqh), ampara  las reglas financieras que cubren la producción, y la distribución y asignación de los recursos. El cumplimiento de estas reglas garantiza el desarrollo económico y la justicia económica. La justicia antes de la producción se logra asegurando que todos los miembros de la sociedad tengan igualdad de oportunidades en el acceso y utilización de los recursos vinculado a la previa selección y finalidad de los proyectos, bien sean públicos o privados.

No obstante se debe tener en la debida consideración que  la expansión de la liquidez monetaria en un escenario de economía tradicional  provoca una tasa de interés nacional por debajo de la tasa de interés exterior: esta situación trae como consecuencia un déficit en la cuenta de capital de la balanza de pagos, producto de la salida de capitales que buscan mayor rendimiento en el exterior, lo que genera una depreciación del tipo de cambio y, por lo tanto, las exportaciones aumentan como consecuencia del abaratamiento de los productos nacionales.

Pero en condiciones de estanflación,  la falta de producción reduce las exportaciones y el ingreso oficial de divisa.  La cuenta corriente se presenta deficitaria debido al aumento de las importaciones netas, lo que trae como consecuencia una reducción de la curva de ingreso-ahorro elevando la tasa de interés interna a un nivel netamente superior a la tasa de interés externa: no obstante se produce una constante salida de capitales debido al progresivo aumento de la desconfianza en la gestión  económica y política del país.

Con tipo de cambio fijo, la Base Monetaria se convierte en una variable endógena que no puede ser completamente controlada por el Banco Central, máxime cuando las  reservas en divisas del país se encuentran descentralizadas. El mercado de divisa intervenido produce en automático no sólo un mercado paralelo, sino una salida constante de divisa. Aumenta el déficit exterior y los agentes económicos necesitarán divisas para su exceso de gastos externo con respecto los ingresos externos y, por consiguiente, entregarán moneda nacional a las autoridades monetarias para obtener las divisas necesarias.  Se producirá una Base Monetaria que reducirá la Oferta Monetaria. Nace la Trinidad Imposible o, como ha sido definido, el Triángulo de las Imposibilidades: una economía no puede simultáneamente mantener un tipo de cambio fijo, libre movimientos de capitales y una política monetaria autónoma.

Por lo tanto en el intento investigativo realizado, se imponen las siguientes preguntas:

  • ¿Las interesantes perspectivas de inversiones implícitas en la abertura de una  ventana islámica, es decir de inversiones extranjeras directas en un país que presenta las características políticas, económicas y sociales de subdesarrollo, podría sustituir la ineficiencia de la gestión gubernamental, si con las debidas garantías jurídicas, el Ejecutivo nacional dejara al sector privado la responsabilidad y gestión de proyectos de envergadura y de importancia existencial, como por ejemplo lo relacionado con el sector petrolero, el sector eléctrico y energético,  la agricultura, la educación, la investigación?
  • ¿Cuáles deberían ser las actuaciones futuras del ente emisor?  ¿Se podrían perseguir a través del contagio financiero internacional objetivos cuales la disminución de la inflación y de tasas de interés y una consecuente estabilidad económica o, cuanto menos, un mínimo equilibrio interno que fuese en condiciones de recuperar en el tiempo técnicamente necesario los desajustes del desempleo?

Me permito recordar que la Flexibilización Cuantitativa (Quantitative Easing) ha sido una política monetaria implementada por primera vez por el Banco Central de Japón desde más de tres décadas como medida de estímulo económico para compra de activos financieros oficiales o privados, con perfiles de vencimiento a largo plazo, preferible a Operaciones del Mercado Abierto (OMA) de títulos públicos a corto plazo, alterando estratégicamente la composición general del balance del banco con el propósito de otorgar estabilidad a la moneda.

En la visión geopolítica de la biodiversidad, cual se presenta en la actualidad, la enorme cantidad de recursos genéticos, que en el mundo constituyen los grandes consorcios de las industrias farmacéuticas y de alimentos, – cuyo valor económico supera ya el de los consorcios petroleros -,  en Venezuela se ha transformado en escasez de sectores específicos de bienes y servicios que aumenta la dependencia del exterior y facilita procesos de corrupción y de apropiación destructiva de capital.

Se ha determinado una situación que sugiere que la economía tiene la necesidad de constreñirse a los límites de expansión que asegure la reproducción de las condiciones ecológicas de una producción sustentable y de regeneración del capital natural, de un principio precautorio basado en el cálculo del riesgo y la incertidumbre, por supuesto en límites impuestos sin un debate científico-político, fuera del mercado, pero sí  por el ejercicio arbitrario del poder y una visión centralizada del intervencionismo del Estado.

La controversia entre la racionalidad económica y la racionalidad ambiental en la perspectiva del desarrollo sustentable, de acuerdo con Leff Edgard en “Espacio, Lugar y Tiempo del 2001”, llevan a contrastar y oponer a la lógica del valor de cambio una racionalidad productiva fundada en el valor de uso, que va  más allá de los principios de la calidad total y la tecnología limpia de una nueva ecoindustria que implique la reapropiación social de la naturaleza y la construcción local de la racionalidad para una calidad de la vida fundada en la soberanía del consumidor.

De modo que la dependencia de la economía venezolana fundamentada en la explotación petrolera, analizada por Alberto Adriani como aportadora de una “riqueza pasajera”, podría ahora concretamente desarrollarse en una agricultura integral, multifuncional, una agroindustria nacional y una industria manufacturera consolidada y diversificada para que el desarrollo nacional no dependiera solo del petróleo, que permanece como referencia primaria de la estructura productiva del país, sino que tuviese como referencia la “competitividad sostenible” permitida por las ventajas comparativas derivadas de la riqueza del país.

No se trata de adoptar un modelo de crecimiento fundamentado con el “equilibrio/desequilibrio” que manifiestan  China y Rusia, ni del marco temporal del “gradualismo/terapia de choque” como demuestran las experiencias de Hungría y Polonia, pero sí de un modelo capaz de sintetizar las opciones citadas para adoptarlas a la idiosincrasia venezolana, que por su atipicidad y crisis profunda requiere de un cuidado específico que podría ser realizado por las modalidades que propone la finanza de tercera generación que adecuadamente integra el “leverage” proporcionado por las commodities o materias primas realmente producidas, utilizando, como ya evidenciado, los recursos derivados para las inversiones productivas y la creación de empleo.

En las relaciones internacionales, el desarrollo sostenible ha emergido como principio rector para la satisfacción de las necesidades de la generación presente, pero sin comprometer las necesidades de las generaciones futuras. En la histórica “Cumbre de la Tierra” de 2012, los líderes mundiales reunidos en Rio de Janeiro reafirmaron que se necesita asegurar el compromiso político democrático con el desarrollo sostenible;  evaluar el progreso de su aplicación deficiente en el cumplimento de los compromisos ya acordados; abordar los desafíos nuevos y emergentes. Son tópicos que encuentran en la Finanza de Tercera Generación y en la técnica financiera conforme con los postulados internacionales, un soporte imprescindible.

Bajo diferentes aplicaciones de la teoría económica de este modo se puede producir un procesos de desarrollo económico que permite la gestión estratégica del mercado, de modo que  Venezuela, tradicional país productor y suministrador de materias primas básicas, asumiría la transformación permitida por el desempeño de las actividades financieras que se sintetizaría en las soluciones de los problemas vinculados a la dependencia tecnológica  y financiera, en un contexto de control de la hiperinflación y de devaluación de la moneda: así se determinaría un proceso ininterrumpido y auto-correctivo de planificación derivado por la transformación y productividad del sistema económico y, desde un punto de vista social, por la transformación de una sociedad rentista en una productiva.

En conclusión, cuando hablamos de proyecto de país, se trata de pensar y realizar una proposición económico-social que, en el intento de reafirmar la identidad nacional y de recuperación de la soberanía,  utiliza el conocimiento y la lógica económica para otorgar al desarrollo condiciones de sustentabilidad y un sentido ético a la existencia humana.

La constatación que las condiciones de supervivencia aumentan por la dependencia de las importaciones: así se produce la falta de la soberanía monetaria y el “bi-monetarismo financiero existente entre bolívar fuerte y dólar bajo régimen de cambio flotante, ahora condicionado por la falacia de una criptomoneda sin soportes de los activos del Banco Central. Si deseamos realizar el cambio de las distorsiones que han sido realizadas en la estructura del Estado,  estamos obligados a invertir esta tendencia de modo que las empresas públicas y privadas y los ciudadanos comunes puedan evitar las condiciones de quiebra por la pérdida de sus valores patrimoniales y por el constante aumento de los precios. Como ha observado el Dr. Mata Mulleja, “Las condiciones de estanflación se han transformado en una trampa depresiva” que, independientemente de los costes financieros, impone la creación de una política monetaria capaz de empujar un desarrollo sostenible, es decir capaz de implementar un proceso de recuperación económica.

Nuestra proposición, más allá de las tradicionales conseguibles a través de diferente uso y aplicación del concepto del valor de las “commodities” o de nueva inserción en el mercado internacional de los títulos u obligaciones derivados, así como pregonado con perspicacia por el Dr. Homero Para, constituye, así lo consideramos, un aporte que merita ser técnicamente profundizado para permitir una inserción competitiva en el mercado globalizado, debido a la forma diferente con la cual se realiza la utilización del capital.

La sustanciación de la proposición considera la justicia como parte integral e integrante de la ética que inspira y guía una última  evaluación geopolítica. En el contexto económico mundial, dominado por las grandes corporaciones multinacionales y transnacionales y las instituciones financieras internacionales, el poder de las armas ha sido gradualmente sustituido en su tradicional imposición por “la tendencia a una integración operativa” de los Estados para perseguir las ventajas de un mercado ampliado del cual los sistemas financiero hacen parte integral e integrante: no obstante, la presencia  del poder militar continua a salvaguardar los intereses vitales relacionados con la identidad y soberanía de los países, sus áreas de influencia y determina el desarrollo de una democracia real.

Las inversiones productivas y la liberalización del comercio, acompañadas por recortes sociales, reconversiones industriales y privatizaciones sectoriales, en la perspectiva de crear un mercado ampliado,  se manifiestan con nuevas y diversificadas formas de proteccionismo determinada por la persistencia de un nacionalismo y/o de un regionalismo distorsionado por la ineficiencia e incompetitividad del sistema productivo utilizado y configurable como una especie de “campo de concentración” (lager), donde las condiciones son impuestas por el capital del estado y sus proxenetas civiles y militares para ejercitar el control de los trabajadores, sometidos a la explotación definida por el partido y el pensamiento único.

La realidad histórica presenta procesos evolutivos que superan el presunto desarrollo endógeno pregonado en Venezuela por Cordiplan, al mismo tiempo en que  manifiesta abruptamente la diversidad de culturas que identifican el Mundo Islámico, el Occidental y el Oriental. La diversidades son evidentes, ni se pueden asimilar conjuntamente en una globalización: la hegemonía no puede ser ejercitada por ninguna de ella de forma prevaleciente, simplemente por la manifiesta y natural prioridad de salvaguardar y conservar para cada una de ella la identidad, la tradición, el credo religioso, la idiosincrasia que la ha contra distinto en el curso de la historia.

La posesión de fuentes energéticas y de materias primas, y las ventajas comparativas y competitivas existentes permiten que Venezuela, a pesar de las condiciones de crisis a las cuales ha sido reducida, realice la transformación del sistema productivo y social, la recuperación de su identidad y soberanía en el contexto democrático de las naciones de cultura occidental, salvaguardando su autónoma posición estratégica de reconocimiento de la diversidad internacional en el respeto de los derechos humanos, de la democracia, de la libertad.

La población venezolana es consciente de que ha terminado el paradigma que ha pretendido imponer en el país el predominio de la influencia y regímenes de carácter totalitario derivados de la extensión de las áreas de influencia de la izquierda internacional definida en el Foro de Sao Paulo de 1990. Es un paradigma que ha agotado su perspectiva por haberlo usado como instrumento de poder, no como hipótesis de efectiva emancipación democrática.

Por parte del Ejecutivo nacional se ha vislumbrado la continuidad de la guerra fría o un nuevo tipo de guerra civil fomentado por incapacidad de una gerencia preocupada de enriquecerse mediante la corrupción, la malversación, el narcotráfico. ¿No se favorece la estructura y organización de la izquierda internacional y del castro comunismo en particular con diálogo sin éxito, aún más cuando las opciones sociales son salvaguardadas por la acción de “Comunión y liberación”, que en definitiva, sin conseguir los éxitos pregonados, han permitido la injerencia de sectores de la Iglesia Católica hasta llegar al exabrupto por el cual el régimen bolivariano ha pedido que el nombramiento del presidente y de la nueva junta directiva del Consejo Nacional Electoral se averigüe en la Nunciatura Apostólica?

Salvaguardar las diversidades e identidades determinadas por la historia y la cultura es obligación de cualquier gobierno democrático, pero el régimen castro comunista quiere hacer caso omiso por evidente conveniencia táctica, ya que lo lógica primaria y el conocimiento histórico y científico excluyen que tal requerimiento puede ser asimilado a una estrategia e identidad de las partes.  Si así no fuese se confirmaría que Venezuela es solo territorio de conquista.

El concepto de liberalismo igualitario y de democracia es insuficiente para enfrentar las diversidades de las naciones que se identifican en las dimensiones de la igualdad moral del ser del hombre y se configuran en el contexto económico y social.

El compromiso con tales valores no se puede reducir a simples garantías jurídicas, sino que debe incluir el institucionalismo económico  en una visión inclusiva: permitir las intervenciones para las personas jurídicas y físicas que logren emancipar los individuos de la miseria que los consuma y les impide desarrollar su moralidad con libertad, y alejar los íncubos del hambre, de la enfermedad, de la falta de recursos en la vejez y la educación.

Es la tipificación de la neutralidad financiera que impide que el Estado imponga a los ciudadanos las razones de la visión del poder que representa y que no pueden ser aceptadas si se abandona el principio de libertad. El intervencionismo del Estado en los asuntos morales se contrapone a la ética de la responsabilidad individual y colectiva: anula la defensa de los valores del humanismo que identifican la libertad y  la igualdad en el ser del hombre, que en el pensamiento de Stuart Mill constituyen su esencia ineludible, su razón de existir.

Queda sin sustanciación la visión marxista-leninista por la cual el colectivismo estatal, únicamente comprometido con la libertad negativa, se inmiscuye en la vida privada de las personas mortificando la dignidad del ser para obligarlas a la servidumbre voluntaria por pobreza inducida e indiferencia criminal frente al sufrimiento: es lo que logra la imposición de un autoritarismo instrumentalizado a la conservación del poder. Al contrario, Isaiah Berlin resalta que el liberalismo moderno “se siente igualmente obligado a garantizar los recursos indispensables para lograr una igual libertad positiva”, es decir, la libertad individual que deriva de ser dueño de sí mismo y que se realiza moralmente, socialmente, políticamente y económicamente.

En un mundo que siempre más se abre a la globalización, la racionalidad tiende a prevalecer y, por consiguiente, como afirma Giovanni Sartori no se puede concebir “la ideología como un sistema basado en elementos fijos, caracterizado por una alta intensidad emotiva y por una estructura cognitiva cerrada”, que utiliza e intenta  sustentarse en los modelos que la ciencia económica pone a disposición.

Como afirmaría Rawls en la Teoría de la justicia…, “no hay en principio razón por la cual las mayores ganancias de algunos no han de compensar las menores pérdidas de otros o, lo que es más importante, por la que la violación de la libertad de unos pocos no se pudiera considerar correcta por un mayor bien compartido por muchos”.

Los  procesos económicos y sociales  que bajos diferentes ideologías se presentan en el desenvolvimiento histórico, tal vez en nombre de un falso nacionalismo, no conducen al progreso y al crecimiento de las poblaciones, si no a crisis que en dependencia del régimen político, se pueden manifestar con violencia, barbarie y atrocidades que ofenden la dignidad del hombre y desconocen los derechos humanos fundamentales. Escoger entre ideologías opuestas es importante para tipificar el sistema económico y el desarrollo, tanto en un Estado democrático como en un Estado dictatorial. Así que no cometo un exabrupto si repito que “mantener la neutralidad financiera” con respecto a las diversas teorías económicas  presumen reglamentar la vida de la sociedad a través del poder ejercitado para controlarla bajo formas y aspectos diferentes, pero en un contexto de libertad democrática.

El perfeccionamiento del Sistema Monetario Internacional, considerado como medio que permite ampliar la influencia del poder de los inversionistas proporcionada al nivel de las inversiones, no puede limitar la definición y el derecho a la autorrealización moral del Estado volcado al servicio de los intereses de las personas y de las sociedades.

En el contexto de un mundo globalizado, los ciudadanos de cualquier nación son seres libres e iguales que, por su propia naturaleza e identidad, no pueden eludir de la teoría política y económica  su propia concepción de la ética, a menos que consideren que sea posible un compromiso universal de igualdad moral con aquellos que, para mantener el poder, niegan los valores y principios constitutivos de la historia de cualquier Estado y etnias.

La eutanasia de la libertad no permite construir el futuro.


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