En este momento la licencia del optimismo, fundada en la realidad, puede ocupar un espacio en la fe y la esperanza de todos frente a un cambio político en Venezuela. Hay maneras en cómo arroparse completo de forma entusiasta sin salir a tocar cornetas en la calle y poner la fiesta al frente de la casa con todos los vecinos. No se pueden contar los pollos antes de nacer. Teniendo los huevos en el nido todavía, lo que se impone es empollarlos, calentar el espacio y esperar a que se rompan las cáscaras con los pollitos. Así es el plan de todo el gallinero. La gente está emocionada y movilizada en la calle. Una experiencia que ya se vivió en los mejores tiempos del interinato y que desafortunadamente no activó la taquilla de cobro por andar emocionados gritando el mantra inútil del apoyo de Estados Unidos y los 60 países. La comunidad internacional, incluyendo aliados políticos de la revolución, tiene todas las señales de alerta en amarillo, pendientes de que el régimen siga exteriorizando muestras de encarrilarse hacia la ruta electoral, portándose bien y sacando al menos diez es nota y lo demás es lujo. Desde Miraflores lo están disimulando muy bien y de este lado se le está creyendo con una parte de la ingenuidad histórica que ha servido de compañera de ruta y con la realidad que se olfatea desde las entrañas del monstruo rojo rojito desde donde ventea la pestilencia de unas ruinas que no terminan de desmoronarse. El liderazgo opositor se ha aferrado mayoritariamente a la bandera de la unidad y está haciendo la tarea con mucha dedicación de escolar y con el esmero de aprobar el examen esta vez. Nada de lo que se expresó el 22 de octubre pasado con la candidatura unitaria se ha diluido ante la férrea barrera que ha puesto el régimen y su ministerio de elecciones para obstaculizar, negar, retardar y bloquear el encuentro venezolano con el futuro. El liderazgo de María Corina Machado se ha mantenido intacto y más bien se ha crecido con todas las contingencias que ha creado la revolución para anularla. La situación le ha permitido a la manera de un campo de batalla con un estado mayor dedicado y con la extensión de su puesto de comando, ampliar el área de influencia más allá del 28J con la señora Corina Yoris y con el candidato unitario ad hoc Edmundo González Urrutia. Allí están ilustrados en una línea imaginaria sobre el mapa electoral de la coyuntura, en pleno desarrollo operativo mientras el régimen bombardea inútilmente con su artillería de recursos desde los poderes públicos y la FAN a su orden, el Puesto de Comando Principal (PCP), el Puesto de Comando Alterno (PCA) y el Puesto de Comando de Retaguardia (PCR) según y como la dinámica que quiera imponer e inducir en su propio plan, para forzar el amplio abanico de decisiones que se espera en disposición para llegar hasta el final en uno o varios impulsos; y para ubicar en cada una de esas instalaciones de comando a Machado, a Yoris o a González según sea el caso, y garantizar en el tiempo, la unidad en el mando opositor. Así se ve el panorama. Sin necesidad de forzar la certidumbre en el tiempo. Ha salido bien todo a pesar del poco tiempo disponible para ensamblar las partes y de los campos minados que se han sembrado a lo largo de la ruta. Hay discursos y propósitos encaminados en llevar en una sola fuerza y en la misma dirección hacia el 28J toda la esperanza de la mayoría para lograr el cambio político en el país. Los que nadan a contravía con algunas candidaturas divisionistas que solo pegan lecos hacia las nubes para aparentar disidencia se han ido quedando aislados ante la opinión pública y sobre todo con los electores. En este instante político hay alguna alineación planetaria de esas que ocasionalmente envían energías desde el cosmos hacia la tierra que nos aloja en temporalidad. Cuando la situación de la calle lo imponga y presione, Fuerte Tiuna se expresa como históricamente lo ha hecho en el tenor de que pescuezo no retoña. En el caso que nos ocupa frente a los tres meses que median hasta el 28J ante el evento que más va a impactar en el futuro de los treinta y tantos millones de habitantes sitos entre Castillete y Punta Playa, la Isla de Aves y las cataratas de Huá y con los coletazos hacia quienes hacen diáspora alrededor del mundo, para el 28 de julio próximo el ambiente es de seguridad y de tranquilidad ante los desenlaces pero no hay que bajar la guardia y estar preparados para lo peor. ¡Sí! Se habla en plural y en seguidilla.

El régimen se siente disperso y desorientado. Y desde adentro de sus filas está creciendo el descontento y el malestar que muy bien puede ser aprovechado desde la otra acera. Ha perdido la iniciativa y la libertad de maniobra por primera vez y no se siente en la calle la maquinaria de movilización electoral de otros tiempos. Está con la vista nublada y en el centro del ring, como esperando el conteo de protección del árbitro. Pero, no hay que subestimarlo. Aún es de peligro y cuenta con recursos operativos y estratégicos que pueden sorprender y revertir los puntos que ha acumulado la oposición con los cuatro jueces de las esquinas. Para eso hay que estar alerta y con un plan viable. No es tiempo de tirar cohetes ni de celebraciones y sí de terminar de estructurar la maquinaria del padrón electoral al 100%, de hacer ensayos y de asumir el compromiso de defender el voto antes, durante y después del evento del 28J en el centro electoral y en la calle. Puede ser un momento de cambiar el menudo por la morocota. Eso se sugiere desde el liderazgo de la coyuntura con el momento político sin necesidad de que se le dé alcances e interpretaciones de un Mercurio retrógrado en Venezuela.

¡Perdón! A la hora y fecha se siente que el liderazgo ha cumplido y se ha colocado a la altura de las responsabilidades. Ahora la pelota está en el terreno de la gente. Hay que votar y cobrar en la calle.

No es la hora de tirar cohetes para celebrar.


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