En la historia reciente de Venezuela han ocurrido muchos llamados a los líderes, los que casi siempre han pedido unidad y posposición de los apetitos grupales como vía para construir fuerzas suficientes para superar nuestra terrible crisis. También ha sido reiterada la ocurrencia del triste ciclo por el cual los venezolanos llegamos a abrigar grandes esperanzas de solución en algunos momentos, para después caer nuevamente en la desazón ante fracasos y retrocesos cuyas causas no siempre logramos explicarnos.

En enero de 2019 tuvimos razones muy valederas para llenarnos de nuevo de esperanzas, porque se puso en marcha una iniciativa de los partidos democráticos en la cual un grupo de jóvenes políticos levantaba el estandarte de la libertad, sustentándose en la legitimidad irrefutable de la Asamblea Nacional frente a los usurpadores del poder que pretendían mostrarse como lícitos. Hasta entonces nunca se había recibido el apoyo de más de cincuenta naciones democráticas del mundo, las cuales demandaban igual que los venezolanos el cese de la usurpación y el inicio de un proceso de transición a la democracia que nos llevase a realizar elecciones libres y a comenzar la construcción de una nueva Venezuela.

Desde los primeros meses de vida de la iniciativa se produjeron avances innegables en el fortalecimiento de alianzas internacionales que nos apoyan, las cuales por más de un año han aplicado sanciones y otras presiones económicas y políticas que sin duda han debilitado en su accionar al régimen usurpador. Pero hoy, acercándose la fecha de las elecciones parlamentarias a las que obliga la Constitución, el régimen asalta nuevamente a los partidos democráticos, buscando ventajas ilegítimas para esos comicios a través de despojarlos de sus símbolos externos y sus mecanismos de gobierno interno, lo que hace apoyándose en dirigentes corruptos de esas organizaciones –que han aceptado venderse– y en la inacción práctica de la inmensa mayoría de los venezolanos.

Efectivamente, para dar su zarpazo, el régimen ha aprovechado un momento en que los venezolanos estamos nuevamente en lo más bajo de uno de aquellos ciclos de optimismo y desconfianza que nos ha tocado vivir.

La desconfianza actual de la gente hacia los liderazgos democráticos, que no se puede ocultar ni tendría sentido esconder, se debe a tres clases de factores. Por una parte, la gente pareciera estar cansada de que los dirigentes de oposición hayan sido incapaces de mostrar la necesaria transparencia en sus manejos de recursos a pesar de reclamos en ese sentido que tienen más de un año; en segundo lugar, hace tiempo es del dominio público una práctica sectaria que impide que venezolanos honestos de gran conocimiento y experiencia ayuden en las estrategias de acción política o en las relaciones internacionales de una iniciativa que nos ha unido a todos para superar la crisis. Por último, los venezolanos rechazan la repetida comisión de errores importantes de la oposición en el frente político interno, los cuales han obstaculizado el apoyo a la iniciativa por parte de sectores militares, sin cuyo concurso será casi imposible lograr el cese de la usurpación e iniciar la recuperación de la democracia.

Rechazar la nueva aventura del régimen contra los partidos democráticos y estar al lado de estos en la presente circunstancia es una obligación de todos los demócratas y en particular de quienes no militamos en partidos, cometido que asumo abiertamente. Pero eso no basta, porque solo en la medida en que los partidos rectifiquen y se hagan fuertes, podrán ser instrumentos eficaces del cambio que todos queremos y podrán ganar de nuevo la confianza de la gente, que está hoy muy menguada.

Superar la situación actual de desesperanza y desconfianza es obligación de los líderes, de todos los ciudadanos y de sus organizaciones, y ello solo será posible si dejan de suceder las omisiones, el sectarismo y los repetidos errores comentados, en una acción transparente y creíble de rectificación por parte del liderazgo opositor.

Me rebelo personalmente ante la conseja según la cual hay que callar o apañar los errores y desviaciones que pueda tener la oposición porque “el enemigo está del otro lado” o porque “los trapos sucios se lavan en casa”. La experiencia de los últimos veinte años de la democracia fue que los trapos que ameritaban asearse nunca se lavaron y el chavismo se coló entre dos décadas de andrajos malolientes para imponerse en la sociedad.

No hay que cazar brujas o señalar enconadamente a culpables para superar el escenario actual, simplemente hay que cortar las prácticas indebidas en la toma de decisiones sobre temas tan importantes como son la transparencia, el sectarismo generacional y los relacionados con la Fuerza Armada Nacional, y dar muestras claras a toda Venezuela de que tales prácticas han sido desterradas.

Se nos pueden agotar los apoyos internacionales actuales, que dependen de la vigencia de la actual Asamblea Nacional, la cual no necesariamente es autorrenovable como se ha querido hacer ver apoyándose en argumentos muy discutibles. ¿Qué sucederá con las capacidades de resistencia del régimen depredador si se retrasa el cese de la usurpación o se debilitan las capacidades de la alianza internacional para cortar los apoyos que aquel está recibiendo de grandes potencias y de Estados abiertamente asociados al terrorismo internacional?

Ningún revés es definitivo en la historia de las luchas por la libertad, pero si no actuamos a tiempo y con transparencia estaremos ante los enormes riesgos de posponer por muchos años la superación de nuestra crisis, acercándonos a la experiencia histórica que ha padecido la sociedad cubana, o de ver a Venezuela convertida en el escenario de sangrientas guerras derivadas del conflicto geopolítico global, como las que han vivido por muchos años países del Medio Oriente.

Que la iniciativa nacida en enero de 2019, encabezada por el presidente interino, recupere muy pronto la confianza de la sociedad venezolana y de todas sus instituciones incluida la Fuerza Armada Nacional, es indispensable para que la oposición no sea nuevamente víctima de ataques impunes del régimen como el despojo que hace hoy a los partidos, y para que podamos llegar a enero de 2021 habiendo superado la usurpación o contando aún con el apoyo internacional actual, el cual está en riesgo de disiparse si no se actúa de verdad y se hace con celeridad.

Estas reflexiones son portadoras de mi propia angustia y de la inquietud de muchos miembros de la sociedad civil venezolana ante estos riesgos, así como de la confianza que yo mismo quisiera renovar en la entereza del liderazgo democrático de nuestro país, que lo llevará seguramente a asumir la urgente rectificación que es necesaria.


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