El Tuerto Andrade,
Alejandro Andrade | Archivo

Hemos caído en el pánico inmoral de la indiferenciación, de la confusión de todos los criterios”. Jean Baudrillard.

Veintitrés largos años, más de dos décadas, lleva el chavismo tras el desmembramiento de la República, y si decidimos hacer bien las cuentas sumarían treinta años tras el intento por asaltar el poder aquel nefasto 4 de febrero, convertido por la neolengua que todo lo reclasifica en día de júbilo nacional. En todo este tiempo el chavismo se logró mimetizar primero con los ideales de Bolívar, para luego decantarse por la visión discursiva de la izquierda radical y ortodoxa; es menester aclarar que el chavismo nunca fue una ideología sino un constructo ideado para promover un proceso feroz de latrocinio devenido cleptocracia en el país más rico de Hispanoamérica y desde luego, desde esos extravíos del poder, imponer cualquier atropello o violación contra las personas, no con el fin de obligar a asumir una postura ideológica, pues esto queda claro que le es absolutamente baladí por inexistente, sino para permanecer en el poder y desde allí hacer del erario público un botín.

Todos los vicios de desviación, que algunos sesudos intelectuales denominan mutaciones constitucionales, se perpetuaron en Venezuela, tales mutaciones a la Constitución nunca existieron, pues lo que se ha perpetrado en este ex país es un perverso proceso de latrocinio y de exacerbación de todos los vicios que logren deponer a las virtudes: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, han sido literalmente exiliadas con los casi seis millones de migrantes que conforman una dolorosa diáspora que no cesa de sufrir estando afuera del país, pues esta heredad abyecta no solo nos expolió los recursos materiales sino que escindió nuestros afectos, nuestras realidades y nuestros destinos, en una palabra, nos arrebataron al país, para ello se hicieron de un texto constitucional absolutamente cacofónico, reiterativo y susceptible a cualquier manipulación que les permitiese permanecer en el poder, al modificarlo o violarlo a su antojo. En tal sentido, no hay mutación sobre la Constitución, la misma es un adefesio maleable que permitía potabilizar cualquier uso autoritario del poder, los vicios como el nepotismo, la improvisación, la carencia en la formación académica al frente de cargos públicos, el peculado, la malversación y la corrupción fueron extendidos a niveles de nauseabunda hipérbole, el robo se hizo tolerable y desde allí comenzó nuestro proceso de empobrecimiento espiritual y cognitivo, que nos tiene como sociedad suspendidos en esta hipnosis colectiva de la cual no despertamos, pues somos una sociedad en catatonia.

Vapuleados, expoliados, pisoteados, maltratados y machacados concurrimos a este velorio del país, en el cual el cadáver es la moralidad y la eticidad colectiva, llegar a cargos de poder para beneficiar a redes de amigos y familiares fue un vicio existente, un vestigio cognitivo que el chavismo supo exacerbar hasta lograr hacer tolerable toda suerte de atropellos contra la dignidad, haciendo nimio al robo, mutando la gestión de la cosa pública en una abyecta cleptocracia, indolente y obscena, absolutamente rastacueros y capaz de exhibir sus extravagantes estilos de vida en frente de una sociedad que padece de hambre y de anomía, inmersa en la más insoportable anarquía.

En este ir y venir de desgracias, vimos como por arte de metamorfosis digna de Ovidio, un “diplomático” del chavomadurismo, un héroe de la revolución que hacia proezas para traer comida a un pueblo empobrecido por las sanciones imperiales, pasó a ser un colaborador silente de la DEA, el heroico Alex Saab mantenía cooperación con la justicia estadounidense para dejar a la luz una suma de 350 millones de dólares robados a la república en materiales de construcción de viviendas que jamás se concretaron y en alimentos que nunca llegaron al país, el modo de operación, el mismo de aquel célebre chino de Recadi, fingir que llegaban importaciones y usar un mismo envío de insumos y materiales, para justificar el expolio y darle sentido contable y financiero a un grotesco acto de latrocinio, de nuevo la ratio técnica se imponía sobre la ratio moral y los talentos sin probidad se convierten en un azote, para la espalda de este país cuyas laceraciones superan a las de Cristo.

La suma de lo robado por el faro de la diplomacia por el paladín de la justicia del chavomadurismo, no puede ser computado por una sociedad sin hospitales, sin escuelas, sin universidades; con seis millones de pensionados condenados a morir de hambre con una pensión que busca exterminarlos. Es necesario recordarle a este país sin memoria que en el bufo diálogo de México los líderes de la hegemonía que secuestra al poder llegaron con las fotografías de Alex Saab pidiendo su liberación como si se tratase de un preso por razones políticas o de un secuestrado, surge entonces una inquietud ¿qué harán con esos panfletos y con la incorporación de la liberación del otrora diplomático, ahora confesamente declarado informante de la DEA?, será otro militante caído en desgracia como el millonario Rafael Ramírez, aquel quien acuñase la frase de que para ser funcionario de Petróleos de Venezuela había que ser rojo rojito, y cual sociedad de lotófagos repetíamos sin saber que se reafirmaba la perversión sobre la moralidad; leal diplomático Saab, el mismo destino de la implacable fiscal Luisa Ortega Díaz, quien decidió hacer de la justicia un arma política y perseguir de manera implacable a todos los críticos de este drama en el desarrollo histórico y social al cual llamamos chavismo.

Los temas de estos saqueos abyectos y escandalosos no culminan con el caso de Saab, retumba la reducación de la pena al extesorero de la nación Alejandro Andrade, alias «el Tuerto”, cuyo ojo vaciado nos costó literalmente mil millones de dólares en sobornos por blanqueo de capitales, un verdadero ojo de la cara para este país que sufre, bajo los estertores de la crueldad del chavomadurismo y bajo la mirada cómplice de una justicia, que solo actúa de manera positiva, cuadrada y refleja, pero que se desvía cada vez más de su sentido ético, dado por Ulpiano y repetido como mantra, al caletre en las escuelas de Derecho del país: “La justicia es darle a cada quien lo que le corresponde”, entonces cabe la pregunta: ¿rebajar la pena en 65% por reconocer que en realidad se robó a un país es darle a cada cual lo que le corresponde? Me temo que la respuesta es un incontrovertible “no”, pues la moralidad y la ética no pueden negarse, no son relativas de afirmar afirmando o se niegan negando, como bien lo han hecho quienes han convertido las riquezas de Venezuela en un botín personal, la suma de lo robado asciende a 400.000 millones de dólares, que de ser cambiados a monedas de un centavo y puestos en fila, se podrían ver desde la Luna, como la muralla china, esa que recorrió Chávez a trote y cuya supina ignorancia, le permitió maravillarse por un hallazgo de la escuela primaria, que nos indica que este edificación es la única que puede ser vista desde el espacio.

Los excesos del latrocinio del chavismo son dignos de la gigantomaquia de Rabelais, ni el propio Gargantúa y su vástago Pantagruel tuvieron jamás tanta avidez y apetencia por la gula del robo en esta pléyade digna de Alí Baba, en la cueva del sésamo del chavismo se cuentan los casos de exmagistrados, enfermeras trocadas en tesoreras de la nación, guardaespaldas convertidos en directivos bancarios y exgobernadores que cooperan y ratifican lo que ya es un hecho fáctico, este hegemonía tiene y debe ser calificada como una gansterato abyecto, no hay calificativo desde lo politológico que le permitan otra definición.

Volviendo a la máxima de Ulpiano ¿quién le dará lo que le corresponde a estos sujetos, siete hasta ahora, que configuran este trama de robos y asaltos contra el patrimonio de un país, contra su futuro? Hace años, en una clase de la universidad, escuchaba a un entrañable profesor de economía decirnos que la corrupción era una violación de los derechos humanos, pues esos recursos se le sustraían a los servicios de salud, educación, infraestructuras públicas y bienestar general de la sociedad; hoy en medio de estas horridas noticias que afirman lo afirmado, solo basta con decir que la justicia aplicada a estos casos es absolutamente fría, nimia y demostrativa de que el ratio técnico vence al ratio moral, pues se hace tolerable y laxo el hecho de robar, se potabiliza si al robar se colabora. ¿Quién le resarce a este ex país la suma hasta ahora calculada de 400.000 millones de dólares?

Finalmente, para curarnos del chavismo y de sus propensiones hacia la corrupción, es menester que la ratio moral, la Bildung, se imponga sobre la ratio técnica, que el ciudadano sea rescatado de esa metamorfosis del hombre nuevo, que no es otra que la del hombre enfermo, el daño antropológico y el extravío de la virtud. Las causas abiertas por la justicia internacional dan cuenta de que existe proxémica entre ese hombre nuevo, hecho delincuente violento y con alias hamponil y sus émulos de cuello blanco y ojos vaciados y morigerados con costosas gafas de sol, se demuestra que lo que medra entre el Koki y alias “el Tuerto”, es la cadencia violenta hacia el acto de delinquir, ya que ambos persiguen el delito y están forjados por los mismos propósitos deshonestos y censurables.

Los siete notables casos de latrocinio, corrupción y otros delitos procesados en el exterior, quienes además gozan de beneficios por cooperar, dan cuenta de que la justicia no le da a cada quien lo que le corresponde, y lo más grave aún, que concluye como corolario para el desánimo, es aceptar que no hay isonomía ni igualdad ante la ley, se hace peligrosamente nimio el censurable acto de robar; la corrupción fue, es y será el Lázaro purulento que cual fístula define estos mustios y sucios años, al menos que queden definidos como una cleptocracia cruel y violadora de los derechos humanos.

En el reino de la confusión sufre la verdad”. Jean Baudrillard.

 


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