In Memoriam Max Flint

En palabras del propio Étienne de La Boétie, «la primera razón de la servidumbre voluntaria es la costumbre; ella es la que consigue hacernos tragar sin repugnancia su amargo veneno».

Hablar sobre este texto, compuesto en el siglo XVI y calificado como un escrito fundacional, donde se efectúa una profunda crítica al ejercicio autoritario del poder, puede realizarse desde diversas perspectivas. Una de ellas es la perspectiva de la denuncia y la lucha contra el autoritarismo; se puede ver como un estudio erudito, en el cual hay numerosos relatos vinculados con la Antigüedad Clásica, a su guerras, héroes y escritos y cuyo propósito es atacar de manera implacable al absolutismo que fue el sistema de gobierno propio de la Europa Occidental durante los siglos XVI al XVIII.

En el Prólogo a la edición de 2016 del texto de La Boétie, cuya excelente traducción se la debemos a Max Flint, Laureano Márquez enfatiza el anhelo de la libertad como el hilo conductor de la obra. Es un aspecto inseparable de cualquier aproximación, análisis o lectura que se haga del Discurso de la servidumbre voluntaria.

Esta obra posee un carácter intemporal y le proviene, justamente, de la lectura que se puede realizar desde otro ángulo. Esa otra perspectiva, que le otorga el atributo intemporal, es la referencia al miedo; ese sentimiento que lleva al ser humano a admitir voluntariamente la esclavitud.

El Discurso de la servidumbre voluntaria no es un manual donde se encuentren recetas para cambiar un gobierno autoritario por uno de mejor calidad; no, este pequeño ensayo no pretende atacar con una espada incisiva y ganar una batalla para ofrecer un novedoso y atrayente sistema de gobierno; este texto, cuya edad es de 448 años, si tomamos como primer publicación 1574, tan solo pretende sacar a luz algo, y lo consigue, que estaba oculto en las tinieblas de un siglo donde el absolutismo lucía sus mejores galas; hace patente la terrible dicotomía entre la libertad del ser humano y la rendición voluntaria ante un amo. Es la tensión que, años más tarde, sería analizada con brillantez por Hegel en la Fenomenología del Espíritu (1807), la dialéctica del amo y el esclavo.

Voy a detenerme en ese inducir el miedo, cultivar el temor ciudadano para conseguir que la voluntad se quiebre y obedezca voluntariamente. Analizar ese sentimiento podría construirse desde la psicología, pero no soy psicóloga y no es esa la lectura que he realizado del texto de La Boétie.

En algunos artículos anteriores, he escrito sobre ese terrible sentimiento que se da en las personas que son sometidas a regímenes autoritarios; en esas distintas reflexiones he relacionado este sentimiento con la legitimidad y el poder.

Generalmente, para referirse al ejercicio legítimo del poder, se apela a las nociones weberianas al respecto; sin embargo, no es ese el camino que he escogido.

Me refiero al libro El Poder. Los genios invisibles de la ciudad de Guglielmo Ferrero (1871-1942), autor también de Grandezza e decadenza di Roma y de La rovina della civiltà antica. Esta obra de Ferrero fue publicada inicialmente en francés en los Estados Unidos, ya que en Europa hubo mucho temor a las represalias nazis por las ideas expuestas en dicha publicación.

Ferrero fue un acérrimo enemigo del fascismo y cuando vivió exilado en Ginebra, escribió esta obra donde concibe y expone la relación que hay entre el poder y el miedo. Los seres humanos, dice Ferrero, sienten temor entre ellos mismos; tienen conciencia de su fuerza sobre unos, y, en contraposición, su debilidad ante otros.

Ferrero mantiene, como tesis primordial de su libro, que el poder se convierte en la mejor manera cómo el ser humano maneja el miedo, el terror. En su afán por evadir el pánico que produce vivir en la pura anarquía y evitar también el pavor que produce la guerra, el ser humano instituye el poder.

Ahora bien, añade Ferrero que el poder establecido, a su vez también engendra miedo en quien ejerce el poder. (Hay un trabajo excelente de Martínez Ferro, Hernán. Los principios de la legitimidad política. Ferrero y los genios invisibles de la ciudad, lectura que recomiendo ampliamente).

En un artículo mío, titulado «Ilegitimidad del poder y miedo proyectados en lo real maravilloso» publicado en la revista Araucaria, Universidad de Sevilla, yo expresaba, en relación, precisamente, con el tema del miedo y la legitimidad, lo siguiente: «La importancia de la legitimidad del poder está en que únicamente un poder legítimo está en condiciones de librar a los hombres del miedo. Un poder ilegítimo, en cambio, sólo puede fundarse en el miedo. Pero como nunca se sabe si la reacción de aquellos a quienes se pretende dominar con el miedo va a ser o va a seguir siendo el sometimiento y no la rebelión, un poder ilegítimo es un poder que se siente amenazado, es un poder dominado, él mismo, por el miedo. Y como este miedo lo lleva a incrementar sus amenazas, y a sentirse por ello, y con razón, más amenazado, se entra en una suerte de círculo infernal».

Dice Ferrero que «la coacción puede reducir a los hombres a la obediencia, pero también puede desencadenar la revuelta» (Ferrero, 1998: 92).

¿Leyó Ferrero a de La Boétie? No lo sabemos, pero veamos un párrafo del texto que analizamos en esta intervención que arroja luces sobre ese método para sojuzgar a un pueblo. Nos dice de La Boétie: «Ha pasado ya a ser un axioma que a la pérdida de la libertad es consiguiente la del valor, y que el vasallo no conoce ni la alegría ni la serenidad en los combates. Precisados a marchar como atados frente al peligro, caminan como aturdidos, torpes y violentados; en su corazón no arde aquel fuego que enciende el amor a la libertad; aquel entusiasmo que hace despreciar los riesgos y dan ganas de acceder al honor y la gloria con una bella muerte entre los compañeros. Los hombres libres se disputan la preferencia en pelear por el bien general, porque en él hallan vinculado el interés particular: todos quieren tener su parte, en la derrota como en la victoria. En cambio, los esclavos desconocen el valor guerrero; no tienen energía y su corazón pusilánime no es capaz de abrazar grandes empresas. Harto conocido es esto por los tiranos, quienes, prevaliéndose de la debilidad y abatimiento de sus súbditos, no perdonan ningún medio para acobardarlos y envilecerlos (…) los reyes malos se valen comúnmente de tropas extranjeras y mercenarias, porque no se atreven a poner las armas en manos de aquellos a quienes han injuriado»(De La Boétie: 2017, 33-34).

Esas líneas, donde nos indica que los tiranos también sienten temor y que recurren a tropas extranjeras y mercenarias, ponen sobre el tapete el problema de la legitimidad del poder. Ese es el punto central de la tesis que sostiene Ferrero: Un poder ilegítimo, en cambio, generalmente se constituye sobre el miedo.

Leer el Discurso de la servidumbre voluntaria, hoy, en Venezuela, es descubrir la sordidez de nuestra realidad actual.

@yorisvillasana

 


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