El acuerdo alcanzado a última hora entre los diferentes y diversos factores de la oposición deja ver la luz al final del túnel. Sin duda, su logro es casi tan comparable como el Pacto de Puntofijo, por la participación de los diversos factores políticos, económicos e incluso internacionales, que participaron y contribuyeron a ello. Fueron muchas horas de vuelo, hubo necesidad de poner de lado las aspiraciones personales, los sueños de muchos candidatos de ponerse la banda presidencial y el collar de la Orden del Libertador, de sentarse en la apetecida silla de la Casa de Misia Jacinta; de las zancadillas de los infiltrados y “typhlochactidaes”; sin embargo, la fortaleza y convicción de María Corina, el desprendimiento de Rosales, la sabía y oportuna conducción de Barbosa, aunada con la visión estratégica de Ramón Guillermo, se logró al final agrupar el interés nacional, la “Unidad”, alrededor de un diplomático, de un embajador de carrera por concurso que estoy seguro no llegará soñando ser líder mundial ni enfrentarse al imperios ni “lograr el equilibrio de universo y garantizar la paz planetaria para salvar al mundo”.

El reto para el candidato de la “Unidad” es grande. En lo interno para acabar con males como la inflación y la corrupción: el cuanto hay para eso. En lo internacional, es primordial restablecer las relaciones con la comunidad internacional, diseñar una nueva política exterior para lo que queda del siglo XXI, de lo cual el candidato de la Unidad sí sabe, al haber sido director general de Política Exterior en el desaparecido MRE.

Como presidente del Grupo Ávila, uno de los principales «think tank», como centro de pensamiento para la generación de tormentas de ideas dirigida al análisis de la política exterior, no le será difícil establecer las prioridades donde seguramente no estarán las visiones cosmos planetarias.

La agenda de prioridades de un nuevo gobierno, se tendrá que dirigir a restablecer relaciones con toda la comunidad internacional, dándole el peso específico y valor a cada relación de acuerdo a los intereses del país, con base a lo que se puede llamar las tres (3R): la ( R ) del Restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos, Canadá , Israel Argentina, Ecuador. La ( R ) del Regreso a organismos defensores de los derechos humanos como la CIDH; de integración en el caso de la CAN, el Mercosur, la UE, o la negociación de acuerdos de Libre Comercio de “quinta generación”, para dar mayor  competitividad a nuestras exportaciones; y la ( R ) de la Redefinición  de las relaciones con China, Rusia, Cuba, Corea del Norte, donde lo ideológico no sea obstáculo para mantener las relaciones diplomáticas, consulares o comerciales según sea el caso.

La agenda exterior sin lugar a dudas esta complicada con temas de tipo bilateral. La eliminación de las sanciones del Departamento del Tesoro; las causas en el Ciadi, el Tribunal Andino de Justicia y en los dos más altos tribunales internacionales; la CPI y la CIJ por la reclamación del Esequibo y el necesario reconocimiento de su jurisdicción para defender en “buena ley y justo derecho”, nuestros derechos usurpados por la Gran Bretaña durante las negociaciones del tratado de Washington de 1897 y el Laudo de París de 1899. Al contrario de la posición del gobierno, la solución hoy está en la CIJ y la única forma de regresar a alguno de los mecanismos diplomáticos y políticos es por decisión del querellante, la excolonia inglesa de Guyana.

En una oportunidad el expresidente y candidato republicano Donald Trump en una de sus sensacionalistas declaraciones dijo que todas las opciones estaban sobre la mesa, las cuales para nuestros males crearon muchas expectativas y esperanzas en vano. Hoy los venezolanos, con la decisión y respaldo unánime de la gran mayoría democrática nacional e internacional, puede decir no que todas las opciones están sobre la mesa, sino que la única y gran opción está en ir todos a votar por el amigo y colega embajador que comparte nuestros ideales y valores democráticos. Ya ustedes saben a quién nos referimos.


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