La lucha por la democracia no ha sido fácil para los venezolanos. Un poder criminal se ha impuesto por todos los medios, con una vergonzosa complicidad dentro y el respaldo de algunos desde afuera. La elección de la Venezuela de Maduro al Consejo de Derechos Humanos muestra la pudrición política mundial. Intercambio de votos y de apoyos están por encima de los principios fundamentales de las relaciones internacionales de hoy, recogidas en la Carta de las Naciones Unidas y en muchísimos instrumentos internacionales: la prioridad es el ser humano, la protección y la promoción de sus derechos.

No es raro que gobiernos cómplices, claramente dictatoriales o de origen dudoso favorezcan la criminal dictadura de Maduro, que sabemos, no solamente pisotea los derechos de los ciudadanos, sino que participa en actividades delictivas transnacionales, tal como verificado por gobiernos, instituciones y organizaciones no gubernamentales internacionales de reconocido prestigio y seriedad.

No nos sorprende que “intelectuales” de izquierda, hombres frustrados, resentidos, fracasados e incluso cuestionados, se reúnen en una especie de apéndice del Foro de Sao Paulo, creado por el brasileño Lula para organizar el desorden regional en 1992, para imponerse y dominar a nuestros países, apoyen esta barbarie. Además de estas “asociaciones” organizadas y financiadas por la dictadura cubana desde la tricontinental de La Habana de 1966, ahora por la Venezuela rendida a sus pies, algunos irresponsables, muchas veces tarifados, le hacen el juego al mal, como el presidente de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR), Francesco Rocca, quien se declara sin pudor alguno en favor de un régimen criminal como el de Nicolás Maduro.

El presidente de la Federación afirma con la mayor irresponsabilidad que la comunidad internacional es la responsable de nuestra tragedia, una afirmación que desde luego debería ser rechazada públicamente por la institución, pues es una simple aberración que contraría los principios de humanidad que fundamentan  la creación de la Cruz Roja Internacional, a finales del siglo XIX. El también presidente de la Cruz Roja Italiana dijo vergonzosamente que en su opinión “… es la comunidad internacional la que está causando el problema de Venezuela deliberadamente, porque a través de las políticas que bloquean y dificultan la entrada de ayuda al país, están creando un estado de tensión y exacerbando la situación para que algo violento ocurra en el país. Están utilizando la desesperación, el hambre de la gente como herramienta política, y esto es inaceptable. Nunca se debe usar a las víctimas, a los civiles como una herramienta política”.

Habría que preguntarle al señor Rocca cuál es el grado de responsabilidad de la comunidad internacional por la violación de los derechos humanos en el país, por las torturas sistemáticas y generalizadas denunciadas por todos, por la discriminación política o apartheid político que funciona desde hace años en nuestro país, por las ejecuciones extrajudiciales, por las detenciones arbitrarias y las desapariciones forzadas, por la anulación de los poderes públicos en el país, por la creación de instituciones como la ANC al servicio de la dictadura para minar el Estado de Derecho. También podría precisar Rocca cuál es la responsabilidad de la comunidad internacional por la corrupción imperante de quienes usurpan el poder que justifica el lavado de dólares que favorece a los jerarcas del régimen, la impunidad reinante, la corrupción del Poder Judicial, la destrucción del ambiente y por la extracción ilegal de nuestras riquezas.

Responsabilizar a la comunidad internacional de nuestra tragedia es irresponsable. Es simplemente hacerse cómplice de un régimen destructor que junto a otros de igual calaña intenta imponerse por la violencia y destruir la democracia en la región y más allá, lo que debe alertar a los gobiernos y a la clase dirigente de los países más desarrollados, destruir el sistema internacional e implantar uno hecho a la medida, todo ello para llevar a cabo sus fechorías.

Nuestra realidad es lamentablemente desconocida en su exacta dimensión. Nos hemos enfrascado en un debate interno por el poder y no por la recuperación plena de nuestra libertad. No hemos sabido presentarla. Se nos coloca al lado del imperio, de las oligarquías mundiales y, mediocres interesados, como el señor Rocca, aprovechan esta circunstancia y hacen afirmaciones tendenciosas, basadas en una percepción errada, aunque nada extraña la presencia de otros intereses.

La lucha es dura, sin duda. Nada fácil. Son muchos los frentes y el papel de estos “intelectuales” y “representantes” de instituciones internacionales son la muestra de la complejidad y de los intereses que mueven este proceso político que se nos escapa de las manos, inédito, por lo demás. Definitivamente se requiere unidad nacional e internacional, inteligencia, madurez y voluntad de acabar por cualquier medio con este grupo tiránico y corrupto que amenaza la estabilidad política y social de la región y la paz y la seguridad mundiales.


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