Boris Yeltsin y Bill Clinton

La crisis militar Rusia-Ucrania ha permitido que circulen por todo el planeta ríos de propaganda tratando de justificar una u otra posición. Es el otro campo de batalla, el de las redes sociales y la opinión general donde se intenta legitimar una opción militar y condenar la otra. Estas campañas circulan en forma muy fluida la mayoría de las veces camufladas de “información” (que nunca es objetiva) y “análisis” (que siempre son tendenciosos). Esto complica la comprensión de una situación de por sí ya compleja y además produce efectos perniciosos cuando militares y políticos usan esas piezas de propaganda para basar sus decisiones.

El relato dominante hoy en redes sociales y medios condena la acción militar de Rusia contra Ucrania simplificando el conflicto a una presunta confrontación entre democracia liberal y autoritarismo o mejor aún a una batalla épica y definitiva  entre el bien y el mal. Desde esa nebulosa es prácticamente imposible entender la complejidad de la crisis y menos aún construir posibles alternativas que conduzcan a una paz negociada. La incapacidad para entender la naturaleza de esta confrontación combinada con otros poderosos intereses geopolíticos, militares y financieros que entran en juego multiplican en forma exponencial el daño humano y económico no solo para Ucrania y Rusia, en primer término, sino también para Europa y el resto del mundo. No hay espacio para mantenerse ajeno o neutral frente a un conflicto de estas dimensiones que nos alcanza a todos.

El recurso preferido de “periodistas” y “analistas” es exponer la crisis partiendo de la crisis misma haciendo abstracción, deliberadamente, del contexto y, lo más importante, los antecedentes y causas. Esto permite armar versiones tales como que un buen día Vladimir Putin enloqueció y decidió invadir Ucrania y al resto de países de Europa. Pareciera entonces que estamos frente a un conflicto que estalla hoy (entendiendo este hoy en un horizonte temporal de 25-30 años) y que no es el resultado de una sucesión de eventos relacionados que nos han traído hasta aquí.

Hay abundante literatura académica que explica como Ucrania, siendo parte integral de Rusia, fue desmembrada por una conveniente decisión administrativa de la Unión Soviética. Con el tiempo la creación de esta suerte de república artificial se convirtió en una realidad geopolítica en las guerras proxy contra Rusia y además alojando en su seno una variedad de grupos ultra nacionalistas que encontraron en el neo nazismo y el neo fascismo ideologías para justificar su propósito separatista.

Con el derrumbe de la Unión Soviética esa creación artificial llamada Ucrania se ve ahora reconocida en el concierto de las naciones como una república independiente y soberana. Esta es una realidad geopolítica con la cual la Rusia posoviética tendrá que convivir al igual que con otras repúblicas que fueron parte de la URSS y ahora están en su frontera.

La desaparición de la Unión Soviética produjo ipso facto la desarticulación del Pacto de Varsovia, alianza militar que agrupaba a los aliados de la URSS. Extinguida la amenaza soviética contra las democracias occidentales la desaparición del Pacto de Varsovia ha debido llevar de inmediato al desmantelamiento de su contraparte la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Aunque esto fue parte de lo que formalmente se le ofreció a la Rusia posoviética como garantía para su propia seguridad como potencia lejos de ser así la OTAN no solo continuó sus operaciones como siempre sino que emprendió la incorporación de antiguas repúblicas que pertenecieron en el pasado a la órbita soviética.

La razón para esta política fueron los temores de estas repúblicas ante una eventual resurrección del poder soviético esta vez encarnado en una Rusia con obvias y evidentes pretensiones imperiales. Estos miedos fueron hábilmente manejados por el llamado complejo militar industrial de Estados Unidos, a través de las políticas del Departamento de Estado, que se dio a la tarea de exacerbar la desconfianza y crear condiciones para justificar la expansión geopolítica y militar de la OTAN lo cual se traduce en ventas de armas sofisticadas y tecnología militar a sus nuevos clientes, ahora parte de la alianza militar.

No pocos catedráticos y estadistas estadounidenses han advertido desde 1991 que la expansión de la OTAN hasta las fronteras con Rusia sería interpretada por esta como una agresión directa y provocaría eventos de consecuencias imprevisibles. Y es que tanto derecho tiene la Rusia de Putin de sentirse amenazada por la instalación de armas nucleares en sus fronteras y áreas de influencia como en su momento lo tuvo Estados Unidos de Kennedy cuando la Unión Soviética instaló sus misiles en Cuba, a escasos minutos de la plataforma continental estadounidense.

Estamos frente a un conflicto que ha sido cuidadosamente planificado y que ha podido ser evitado. Es decir, si de verdad la vida de los ucranianos importa, como dicen los voceros de la OTAN, en lugar de enviar armas a Ucrania lo que deberían estar haciendo en este momento es emprender una negociación directa con Rusia para detener la guerra. Por el contrario vemos como los países “aliados” de Ucrania quieren seguir suministrándole  armas y usarla como proxy en su objetivo de enfrentar a Rusia.

Es curioso que cuando Volodimir Zelenski  declarara hace unos días que Ucrania no debería ser parte de la OTAN,  sus “aliados”, y entre ellos el más vocal de todo Estados Unidos, guardaron silencio. Porque en definitiva las condiciones que plantea Rusia para resolver este conflicto son muy claras: que no se instalen armas nucleares y bases misilísticas en sus fronteras y que no se acepten más países vecinos en la OTAN. Solo quienes viven del negocio lucrativo de la guerra pueden encontrar estas condiciones como irracionales.

En el centro de este conflicto están los ucranianos, víctimas de los bombardeos rusos, del ejército de Zelenski que los usa como escudos humanos y de los negocios del complejo militar industrial norteamericano con la OTAN. No hay razones para evadir una negociación directa con Rusia y prolongar el sufrimiento humano en Ucrania. Tal como lo dijo el geoestratega chino Lanxin Xiang quien dirige el Institute of Security Policy de Shanghai, esta es una guerra que no tiene justificación, pero sí causas.

@humbertotweets


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