Fuimos el pueblo más aficionado a las fiestas y bonchón del mundo. La situación cambió gracias al lindo proyecto revolucionario que nos prometió villas y castillos. ¡Obvio! Nos referimos a la “revolución bonita”. La democracia puntofijista ya no daba para nada (eso era lo que inocentemente creíamos), motivo por el cual el país abrió puertas y ventanas, de par en par, al golpista de Sabaneta y sus acólitos. El pueblo llano, la clase media y hasta los encumbrados se dejaron tentar por el clon de El flautista de Hamelín.

(Para quienes no han oído hablar del fantástico personaje antes mencionado va el dato que sigue. En el pueblo alemán de Hamelín se encuentra la estrofa de una inscripción de comienzos del año 1600 que registra esto: “En el año de 1284 en el día de Juan y Pablo/ siendo el 26 de junio/ por un flautista vestido con muchos colores/ fueron seducidos 130 niños nacidos en Hamelín/ y se perdieron en el lugar del calvario, cerca de las colinas”).

Lo que vino después fue una dictadura cruenta, implacable y criminal, sin ningún tipo de consideración con la oposición apátrida. Su código de conducta se resume así: al que no le guste este gobierno rojo y bonito que se vaya al carajo. (Según el DRAE, mandar a alguien al carajo es una expresión malsonante que implica rechazo con insolencia y desdén). En cuenta de lo anterior, sería un redomado tonto de capirote quien pretenda hablar mal de nuestro “digno” gobierno nacional o sus “ínclitas” figuras.

Ese fue precisamente el “pequeño error” que cometió Milagros Mata Gil, miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, ensayista y novelista residente en El Tigre, Anzoátegui, cuando osó cuestionar a una estelar figura revolucionaria: Tarek William Saab Halabi. Nada le habría ocurrido a ella si hubiera hecho su declaración en la condición de refugiada o migrante, formando parte de los 5,4 millones de venezolanos que ya se marcharon del país, número que –según comunicado de prensa de la Organización de Estados Americanos del pasado 29 de diciembre de 2020– podría ascender a 7 millones en 2021 si los países de la región vuelven a abrir sus fronteras y el régimen en Venezuela se mantiene.

Aunque no la conozco personalmente, considero y siento a Milagros como una amiga y una mujer a quien los venezolanos le debemos el mayor respeto por razones muy específicas: es una dama de la tercera edad merecedora, por tanto, de un trato especial; es una de las grandes escritoras de nuestro país y, además, una ensayista excepcional. Pero eso no es todo: actualmente está embarcada en un hermoso proyecto editorial que está dando mucho que hablar.

No tiene entonces nada de raro que la acción del justiciero del Estado sea consecuencia inevitable de no estar en condiciones de calzar los mismos zapatos de su prestigiosa víctima. Vaya uno a saber si eso es así. Lo que sí es innegable es que el mal, en cualquiera de sus formas, anida en el ser humano, pero todos estamos dotados con el don de superarlo. Lamentablemente algunos sucumben ante sus pérfidos instintos.

Lo real y verdadero es que “Fiesta Mortal”, el escrito que desató los demonios del otrora poeta que decidió cambiar el rumbo de su vida, es producto forzoso de una noche loca que nunca debió permitirse ni realizarse. Al manifestarse las trágicas consecuencias de la estrambótica celebración, lo que procedía era una disculpa pública, un sentido mea culpa, por parte del invitado superior y resignarse a recibir el ineludible chaparrón de cuestionamientos. Si a ver vamos, los que debieron ser llevados ante las autoridades correspondientes y ser severamente castigados son quienes, sin medidas de control, asistieron al trágico jolgorio. Ni Milagros ni el poeta Juan José Muñoz se merecen en estricto derecho el trato y las medidas legales que se tomaron contra ellos. Esta última es mi opinión como jurista.

Lo cierto de todo este desagradable asunto es que la hora loca ya se escenificó y el país conoce quienes fueron los alegres participantes. El resto de nosotros no estamos ni estaremos de acuerdo con quien quiere tapar el Sol con un dedo y evadir su equivocado proceder, valido en que la violencia, en cualquiera de sus formas, es la más flagrante manifestación de poder.

Vayan entonces mis palabras de aprecio y afecto a las verdaderas víctimas de un acontecimiento en que se mezclan lo trágico y lo absurdo: Milagros Mata Gil y su compañero Juan José Muñoz.

@EddyReyesT

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!