La ofensiva pausada y sostenida, pero eficaz, contra el aula superior en Venezuela únicamente puede sorprender a los más ingenuos, o los que se hacen tales, siendo los más peligrosos evasores de una realidad que a todos nos acongoja. El profesorado de un más largo desempeño, a caballo entre un siglo que se fue y otro que no aún no llega, sabe muy bien de la histórica defensa de la universidad y de su autonomía, convertida en una tradición de luchas que visó la propia vida republicana y dio alcance a un régimen de libertades porque se bregaba a diario, por lo que luce incomprensible que no haya sido suficientemente dada la lección fundamental a las nuevas generaciones por estos tiempos, restándole fuerza y fortaleza moral a la enseñanza.

Una mera táctica de supervivencia explica que el promedio de las autoridades universitarias y la dirigencia gremial de todo ámbito, sea tan indiferente ante lo que ocurre en las universidades públicas, añadidos los aspirantes a administrar los despojos que van quedando de una institución que dio testimonio de rebeldía creadora para fundar la democracia y aportar al liderazgo nacional. Poco ha importado que, so pretexto de las remodelaciones, el régimen socialista haya violentado el recinto y la autonomía universitaria y, lo que es peor, tenga uno que otro vocero estudiantil la osadía de pedirle a la usurpación que haga las reparaciones que faltaron en la ciudadela de Villanueva.

En la Universidad de los Andes, un grupo de muchachos tuvo el coraje de elevar un pendón de protesta contra la opresión, repudiando la visita de una figura emblemática del poder central, como lo ha hecho de un modo u otro con diferentes y afines visitantes a la región. Y la respuesta ha sido a la medida de la vocación usurpadora, atacando ferozmente los colectivos armados para arrancarle literalmente las uñas a las jóvenes que todavía siguen demostrando un sobrado ímpetu que no dudamos en calificar de histórico, ya que marca otro hito frente a los opresores y sus colaboracionistas.

Las autoridades de la universidad merideña no han dicho nada a estas alturas hasta que sepamos, y los gremios estudiantiles y profesorales del resto del país guardan silencio ante un hecho que juzgan muy distante, entendiéndolo como toda una ficción cinematográfica, como lo es la cámara misma con la que dicen mirar la realidad tan falseada, urgida de redescubrir e interpretar. Significativo, jóvenes mujeres denuncian lo acaecido en la casa de estudios del occidente montañoso, o, creyendo dirigirse únicamente a los suyos, profesores y condiscípulos, lo hizo la graduando al país para denunciar en solemne acto académico la realidad de la Universidad Simón Bolívar, cuya asociación profesoral también ha estado en pie de lucha.

Por supuestísimo, el minpopo de Educación Superior nada dice ni dirá, porque lo suponemos pendiente de las elecciones en las principales universidades públicas del país: las estrictamente necesarias. Parece prácticamente inútil realizar la consulta en aquellas casas en las que, más o menos, recientemente designaron las autoridades vinculadas al oficialismo de un modo directo, arbitrario e incontestable.

Incontables los problemas de la universidad venezolana, juzgamos decisivos dos de los más graves: de un lado, el cumplimiento del artículo 109 constitucional o, desmentido, el acatamiento a la sentencia 0324 del TSJ; y, del otro, afectada la calidad de la educación superior venezolana, ha de reflejarse en una suerte de geopolítica del saber en la región apuntando a un interesado y dramático  retroceso de nuestro país. En nuestras modestas intervenciones parlamentarias (puede verse el siguiente hilo: https://twitter.com/luisbarraganj/status/1589617870648266752), hemos dado cuenta de una realidad que muchos aún no desean ver, añadidos los que gestionan una audiencia en Miraflores por obra de una dudosa habilidad política.

El discurso autocontemplativo no tiene paradero alguno en estas horas tan obscuras, obedeciendo a un contexto del que la universidad no puede ni podrá escapar, minimizándose comunalmente de acuerdo al convenio colectivo que el régimen contrajo consigo mismo, contando con sus exclusivos sindicatos, convirtiendo en ornamental una posible ley oficialista para el sector. Por cierto, la universidad está hoy más cerca que el resto de la sociedad civil organizada para aproximarse al rol de “Solidaridad” en Polonia, complementando o superando a los partidos establecidos de la oposición, a menos que predomine el reino de las fantasías diligenciando unas visitas palaciegas.

@Luisbarraganj


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