Ucrania comenzará 2023 con viento en popa. Contra todos los pronósticos, rechazó el intento ruso inicial de apoderarse de Kiev y recuperó amplios territorios alrededor de Járkov y Jersón. En un discurso inmediatamente después de que Politico lo nombrara como la persona más poderosa de Europa, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski se mostró optimista sobre el invierno y predijo que los ucranianos disfrutarán «tiempos de paz» el año que viene.

Sin embargo, como mencionó el exministro de Relaciones Exteriores de Polonia Radek Sikorski, es difícil imaginar un acuerdo que permita la paz. Si el presidente ruso Vladímir Putin desea que Ucrania se mantenga «no alineada», tendrá que retirarse de su territorio y admitir, a efectos prácticos, su derrota. Pero eso no es viable para él. De manera similar, es poco probable que Zelenski considere la cesión de territorios ucranianos a menos que le ofrezcan la incorporación a la OTAN de su país. Ambos escenarios son improbables, por lo que parece lógico que el conflicto se prolongue.

La perspectiva de una victoria rusa se desvanece y Putin se ha centrado en romper la unidad de la coalición occidental que apoya y aprovisiona a Ucrania. Inició para ello un «omniconflicto» que va más allá del campo de batalla e incluye una ofensiva en varios frentes contra la Unión Europea.

Por ejemplo, las tácticas terroristas rusas, que incluyen constantes ataques contra la infraestructura civil —como las usinas— obviamente procuran que la vida sea cada vez más intolerable para Ucrania y generar otra oleada de refugiados hacia los países de la UE. Ya 30% de los ucranianos está desempleado y Zelenski pidió a los refugiados que no vuelvan este invierno, una señal de mal agüero.

Los 14 millones de ucranianos desplazados este año son la mayor cantidad de refugiados en Europa desde que terminó la Segunda Guerra Mundial, y los 8 millones que huyeron a la UE hicieron quedar a la «crisis de refugiados» de 2015 como un precalentamiento. La generosidad de los europeos con los refugiados ucranianos ha sido alentadora, pero, ¿durará?

La cantidad de refugiados en países como Polonia es tan elevada —8% de los residentes del país nacieron fuera de su territorio— que algunos comentaristas se refieren a ella como un «país binacional». Esta transformación de un país de emigrantes a uno de inmigrantes tendrá profundas consecuencias. Polonia ya gastó más del doble en recibir a los refugiados que en proporcionar asistencia militar, financiera y humanitaria a Ucrania. Y no es la única. Alemania recibió hasta el momento a más de 1 millón de ucranianos.

Además de usar a la migración en un arma, Putin seguirá aprovechando su oferta de energía para debilitar la determinación occidental, y su oferta de alimentos y fertilizantes para aumentar su influencia política internacional. Un análisis reciente de The Economist señala que las subas de precios provocadas por la guerra energética de Putin podrían causar más de 100.000 muertes adicionales en Europa este invierno (es posible que mueran más personas a causa de ello que por los combates hasta el momento).

Además, es probable que la inflación —resultado directo de la guerra energética de Putin en Europa— contribuya a la inestabilidad política en el mundo por la presión adicional a la que somete a las economías ya agobiadas por el bajo crecimiento, la falta de mano de obra y los efectos de las disputas comerciales en curso.

Para profundizar los efectos de esa guerra energética, Putin seguirá con los sabotajes y ciberataques para deteriorar la infraestructura crítica, como ductos, cables submarinos, ferrocarriles y redes de comunicaciones. También redoblará sus esfuerzos para competir por influencias y distraer a los responsables de las políticas occidentales en regiones en tensión, como los Balcanes Occidentales, Oriente Medio y África.

El objetivo de estas estratagemas es más político que económico. Putin cree que la mejor —y tal vez única— senda hacia la victoria es la fragmentación de Occidente. A través de la desinformación en las redes sociales y otros subterfugios, el Kremlin está usando todas las herramientas en su poder para interferir en la política europea y abrir fisuras transatlánticas.

La unidad transatlántica fue y seguirá siendo fundamental para la supervivencia de Ucrania y la seguridad europea en términos más amplios, pero sufrirá cada vez más tensiones. En Estados Unidos tanto las fuerzas políticas de izquierda como las de derecha se quejan por el desproporcionado compromiso financiero asumido con la seguridad europea y ucraniana. Hay además un profundo desacuerdo sobre cómo seguir —el desenlace— después de los éxitos en el campo de batalla ucraniano.

Para enfrentar el asalto del Kremlin en diversos frentes, la UE no solo debe mantener su unidad, sino también aumentar su apoyo a Ucrania para demostrar que Europa no es ventajista, y comenzar a formular una política compartida a largo plazo para lidiar con Rusia. No será fácil, considerando la escasa confianza entre los estados miembros al respecto.

Como mínimo, los países de Europa Occidental tendrán que abandonar el sueño de construir una arquitectura para la seguridad europea que incluya a Rusia. A esta altura solo se puede lograr un orden europeo en oposición a Putin, no asociándose con él. Al mismo tiempo, los países en el frente, como Polonia, tendrán que aceptar que incluso un orden para la seguridad europea orientado contra Rusia tendrá que mantener canales diplomáticos para resolver otras cuestiones.

Tanto el recrudecimiento como la diplomacia desempeñarán funciones importantes para mantener el apoyo público a la ayuda a Ucrania y las sanciones contra Rusia, especialmente en los países que no se sienten directamente amenazados por el Kremlin. La UE necesita un paquete de políticas integral que considere todo —desde la energía y las migraciones hasta la infraestructura crítica y la política interna— para defenderse del omniconflicto de Putin. Los europeos se unieron en forma novedosa para enfrentar la crisis de la COVID-19, deben volver a hacerlo para lograr la inmunidad de rebaño contra la agresión, la presión y los embustes rusos.

Traducción al español por Ant-Translation

Mark Leonard es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y autor de The Age of Unpeace: How Connectivity Causes Conflict [La era sin paz: los conflictos de la conectividad] (Bantam Press, 2021).

Copyright: Project Syndicate, 2022.

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