Por equipo editorial

Desde hace un tiempo y con mayor fuerza desde que la exgobernadora de los estados Delta Amacuro y Monagas, Yelitze Santaella, fue designada ministra de Educación, toda la estructura de tal ministerio se encuentra en desbandada, sin orientación gerencial, administrativa y menos educativa.

En Venezuela no solo se desconocen las cifras de matrícula, sino la de todos aquellos que están asistiendo efectivamente a clases, porque en la praxis hay un grupo importante y no determinado de estudiantes que se ven obligados a (sobre)vivir vendiendo cualquier cosa en la calle, o trabajando desde muy temprana edad, en labores que perjudican su desarrollo y crecimiento.

Igualmente, la mayoría de la infraestructura de escuelas y liceos se encuentra en ruinas. Y no solamente es la destrucción de la planta física, aulas, canchas, laboratorios, instalaciones eléctricas y sanitarias, es el compendio general pedagógico y de formación integral que no existe desde una perspectiva educativa.

Todos los planteles, especialmente los liceos, carecen de maestras y profesores especialistas. Áreas como matemática, química, física, castellano, idiomas extranjeros, entre otras asignaturas, son casi inexistentes. En la misma medida, sería una casualidad que en un plantel oficial se encontraran textos, computadoras, materiales deportivos y culturales. Ello, sin mencionar, la deficiente alimentación que se imparte en los comedores, aunado con un pésimo transporte público con el cual deben esperar horas los niños, niñas y adolescentes para llegar a sus destinos.

Las mal llamadas «zonas educativas» se convirtieron en parapetos de la ideología del gobierno de turno. Es decir, todo ha sido excesivamente centralizado, que si un director necesita papel higiénico en la escuela o liceo, debe estar «aprobado por Caracas». Ni hablar de materiales de limpieza, y menos si se trata de equipamiento para el ejercicio educativo.

Una tragedia semejante está destruyendo la sociedad como un todo, y peor, liquidando el futuro de las generaciones de relevo, y forzando la emigración de los más jóvenes que sin formación humana y del conocimiento, al no ver oportunidades en su propio país, terminan por abandonarnos, y esa situación es lo que más temprano que tarde terminará convirtiendo a Venezuela en una nación sin fortalezas y sin posibilidades de desarrollo económico y social.

Una «educación» sin políticas públicas está socavando la sociedad y demostrando que tampoco existe una institucionalidad, y la actual ministra de educación ha sido un instrumento para profundizar la destrucción de la educación, y también del país. Quienes controlan el poder tienen la facultad de revertir esta situación. Lo contrario, ser los autores intelectuales de tanta anomia y desciudanización. Sin educación solo habrá más hambre, miseria y emigración. Es indispensable cambiar esta realidad.


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