China se enfrenta a lo que se avecina con la dinámica económica más débil de las tres últimas décadas. El saldo de crecimiento de 2021 terminó siendo por mucho el mejor del mundo al registrar una expansión de 8,1%, pero el tercer y el cuarto trimestre fueron menos buenos que los dos primeros.

Su fortaleza se viene descolgando desde hace un tiempo, en parte por fallas que provienen de la inestabilidad propia de su sistema financiero y en parte debido a la presión ejercida por el gobierno sobre la población con su política de aislamiento COVID cero.

La economía del gigante tiene una estructura desequilibrada porque depende en exceso de sus exportaciones; pero es que, además, ni el consumo interno ni las inversiones se han estado comportando bien. De hecho, en el mes de diciembre China tuvo que hacer frente al más pronunciado excedente comercial mensual de su historia cuando su superávit se disparó hasta 94.500 millones de dólares.

El chino de la calle consume menos, no puede hacerse de una vivienda para vivir y además se inquieta por el futuro que a cada paso ve más negro. El sector inmobiliario, que es el motor de la dinámica económica y que aporta una cuarta parte de su PIB se encuentra en terapia intensiva. Este año decrecerá un 10% adicional. Por si ello fuera poco, los rebrotes de COVID, por pequeños que sean, provocan paralización de gentes y de empresas contribuyendo a abonar el frenazo. Los chinos no se animan a hacer crecer sus familias y de allí que la tasa de natalidad de este año será la más baja desde 1978.

Con todo lo anterior en la agenda, el año 2022 ya se veía menos glorioso desde lo alto del poder. Un golpe de timón en estos escenarios era ya imperativo cuando la invasión rusa de Ucrania vino a agregarle gravedad a la crisis. Cuando arrancó este año sus propios expertos no daban más de 5% por la expansión de su economía. Los gurús de fuera de China no le otorgan a esta fecha ni siquiera un 4%. Ahora, en pleno desarrollo de la guerra, el desconsumo planetario los impactará muy gravemente y seguirá alimentando el retroceso de sus variables.

El quebradero de cabeza de los jerarcas gubernamentales es qué hacer para detener la desaceleración o aminorar su ritmo de manera de mantener paz interior, mientras la aventura bélica de Vladimir Putin se desinfla. El tema está en consideración mientras se va poniendo de bulto que Rusia, más allá de ser una fuente cómoda de petróleo, gas, metales y cereales, no es mucho lo que puede ofrecer. Apoyar más al aventurismo temerario del líder ruso solo conseguirá agravar su propia crisis, pues la entronización de la guerra puede dar al traste con cualquier esfuerzo de reequilibrio que se emprenda.

El riesgo de entrar en una espiral económica descendiente pudiera estar a la vuelta de la esquina… es lo que hoy piensa el FMI. Forbes en sus análisis lo anuncia con palabras aún más lapidarias: “La respuesta occidental a la agresión rusa de Ucrania tornará muy problemática la recuperación china”.


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