El espejismo es una ilusión óptica qué hace ver una realidad que no existe, igualmente esa ilusión crea la esperanza de que en algún momento llegará un mesías para convertir el espejismo en realidad.

Posiblemente para algunos, esta comparación entre la ilusión, la esperanza y la llegada de un mesías pareciera un irrespeto, pero hago esta comparación para llevarla al plano económico. Estamos viendo como todos los días aparecen profetas del desarrollo económico, creando falsas esperanzas e ilusiones con unas políticas públicas que sólo enriquecen a pocos y empobrecen a muchos, ejemplo de ello, ese mecanismo de «puerta a puerta» , una forma perniciosa de evadir impuestos. Es muy diferente la eliminación de las barreras arancelarias a través de un acuerdo de libre comercio, que ese criminal mecanismo en contra de «compra venezolano»  o del «Made in Venezuela«.

La apertura de unos bodegones con productos mayameros son  una ilusión óptica para quienes creen en ese bienestar que no existe. El hecho que en el Este de Caracas se levanten estructuras monumentales dignas de ciudades como Berlín o Londres, que las autopistas estén decoradas con las palmeras datileras de la isla de Margarita, sin prever el daño ecológico que produce su trasplante,  de la cantidad de miles de cuñetes de pintura amarilla para retocar las olvidadas vías sin mantenimiento durante los últimos 23 años, no son ni crecimiento ni desarrollo. Una gran discusión entre los economistas cuando se debatían si el número de televisores o de líneas telefónicas era un indicador de desarrollo o crecimiento. Pues no, ni lo uno ni lo otro, como decía el expresidente Carlos Andrés Pérez. Esa cantidad de metros cuadrados en cemento, cristal, de diseños espectaculares, son unos cascarones vacíos. No sé de dónde salió su financiamiento ni interesa; si es mal habido, de una «laundry» o de algún inocente que cree en los profetas de la economía de bodegones; pero sí sé que debe haber una relación entre los metros cuadrados de oficinas con el PIB, de lo contrario es una ilusión promovida por unos profetas qué cree que pasar del sótano 20 de la economía al 19 es una buena señal. Que una economía de bodegones, la apertura de restaurantes inaccesibles para el venezolano de a pie, y el atropello de las camionetotas importadas con escolta y chófer, en reemplazo de las otrora ensambladas en Venezuela, son los mejores indicadores de ese falso crecimiento.

El avance económico se dará cuando las industrias básicas vuelvan a producir; cuando el eje Maracay-Valencia vuelva a ser lo que fue, con su industrias metal mecánicas y manufactureras; cuando las automotrices abran sus puertas, porque hasta la planta iraní de tractores se tuvo que ir del país. Que tiempos aquellos, cuando podíamos escoger entre cauchos nacionales Firestone, Goodyear Dunlop, y no unos cauchos chinos de poco kilometraje de vida, de muy baja calidad que ponen en riesgo nuestra seguridad. Eran los tiempos en que nuestras exportaciones lideraban el mercado andino.

Escribo esta columna desde Margarita donde me robé un día de playa para ir a los centros comerciales tradicionales, y me dio la impresión de qué paseaba por el pueblecito de Soledad a la orilla del Orinoco. Lo curioso era que los comerciantes que quedan aguantando la pela tienen la esperanza que la cosa cambie. Algunos le echan la culpa a los 2 años de pandemia, mientras otros piensan que la pandemia lleva 23 años, desde que acabaron con Pdvsa, expropiaron La Francia, el Sambil, las fábricas de cemento y Agroisleña. A los propietarios de esta última empresa el gobierno por decisión del Centro Internacional de Arreglo de Diferencia Relativas a Inversiones tendrán que pagar 1.629 millones  de dólares como compensación por incumplimiento del Acuerdo de Protección de Inversiones Venezuela España, más intereses desde el 2010, adicionalmente 1.108.819 de dólares por costos de procedimiento y 16.308.725 de dólares por gastos incurridos por Agroisleña. Todo eso sin contar los 50 casos que reposan en este órgano de Arreglo de Diferencias por incumplimiento del gobierno de Venezuela, de los cuales 14 son del sector energía y minería, lo cual condujo a que el gobierno denunciara el acuerdo del Ciadi.

No se puede seguir incumpliendo los compromisos internacionales, para luego salir huyendo con la cabuya en la pata, denunciando los acuerdos como el de Cartagena, la CIDH, creyendo se van a salir lisos. La suspensión del Mercosur y del voto en la ONU por morosos, es vergonzosa, sin olvidar que somos el único país que no tiene o tiene muy malas relaciones con los países que  tienen fronteras marítimas y terrestres.

Saquen ustedes mismos la cuenta.


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