De nuevo, venezolanos fallecen en el Darién: esta vez, dos niños y un adulto, tragados por la ferocidad de la selva y aún más la del coyotaje que pareciera una rentabilísima creación del Foro de São Paulo y no, consecuencia de una política implementada, ejemplificada e irradiada desde la capital provisoria del socialismo del siglo XXI. Huyendo del país hambreado y desescolarizado, con demasiados kilómetros hechos a pie y durmiendo a la intemperie, encuentran una muerte prematura e injusta al mismo tiempo que los prohombres del poder celebran acá cualquier ocurrencia, todo gesto, alguna infidencia, o una mirada de satisfacción a través del retrovisor.

Ciudad Juárez y Brownsville,  también constituyen dos recientes y desgraciados referentes de incineración y atropello automovilístico hacia los nuestros que habla de la incomprendida causa venezolana por la libertad y la democracia, alzándose un importante desafío para la dirigencia política y social forzada al exilio. Nadie está a salvo de atravesar por una experiencia crudelísima, como la nuestra, expuestos a todos los riesgos y peligros,  al igual que los cubanos que luchan por salir y salen de la cárcel isleña, incursionando en el vastísimo territorio extranjero para salvar o intentar salvar a la familia, llevándola o no consigo.

Reconocemos el testimonio de solidaridad de los pueblos que acogen a los coterráneos, ayudándolos, entendiéndolos, tratándolos como hermanos, tendiéndoles una mano en las circunstancias más duras y difíciles, pero – también – digamos de las minorías que vejan, enardecen, repelen, burlándose de aquellos que fielmente ejemplifican al país que serán de votar por los aliados locales de Maduro Moros.  Aceptemos que es el resultado de las manipulaciones consistentes de esos aliados locales orientados por el escaso funcionariado diplomático o consular venezolano que va quedando, o de la incompetencia de los líderes opositores obligados al exilio que no logran neutralizarlos, pero lo cierto es que hay una marcada tendencia a la indiferencia por la suerte de otros pueblos, otras naciones, otros países jurando que jamás será la propia, propendiendo a banalizar el infortunio de Sudán o Ucrania.

Peor ocurre en el territorio nacional, con los protagonistas y más altos personeros del régimen, añadidos los cuadros medios, tan insensibles, o excesivamente insensibles  frente a la trágica situación de los venezolana de acá y de allá, como si absolutamente nada tuvieran que ver con ellos, legándole a la prole un sentimiento de culpa varias veces postergado que tratará en revertir muchos años después el analista de turno. Pregonan amor y paz por las emisoras radiotelevisivas del Estado, inducidas las privadas a replicar el mensaje, pero las rosas del interesado jardín están blindadas soportando enteramente el peso de un tanque de guerra, cual ilustración del talentoso e irónico Guy Billout.

Por estos días, en una camioneta por-puestos, escuchamos sin querer la angustia manifiesta de una funcionaria del SENIAT de acuerdo a su obvia vestimenta, por la suerte de un hermano atascado en la frontera entre Perú y Chile, acompañado por la mujer e hijos.  Le confesó a su compañero de ruta haber pedido auxilio a su jefe inmediato de quien sabe con familiares que están afuera, pero él, simplemente, le respondió con un “que se joda”, ordenándole despachar inmediatamente los asuntos administrativos pendientes.

El oficialismo nada dice directa e inequívocamente respecto a la calamidad de los nuestros excepto flete un avión trastocándola en un magnífico negocio político y literalmente comercial, por la inversión publicitaria que acarrea. Apuesta por la densidad y definitiva solidez de una capa geológica: la de una  total insensibilidad ante sus crímenes que, al menos, más de ocho millones de compatriotas regados por el mundo  lo acreditan.

Más de veinte años después, respiramos la misma provisionalidad que desde el principio transpiró el único gobierno que hemos padecido, aunque ahora tenga diferente cachimbo, y ojalá más temprano que tarde lo superemos para evitar que otro venezolano  muera en las rudas circunstancias que incansablemente ocupan a los noticieros.  Ocupación que debemos evitar se haga rutina,  denunciando con terquedad el drama a través de todos sus ángulos.

@Luisbarraganj


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