Como sociedad, creo que hemos llegado a caer en un agudo desentendimiento y en un trágico desinterés ante los casos indecentes y delictivos de nuestra clase política. Por lo tanto, estamos cayendo en una grave crisis moral. Ahora bien, tal crisis moral, tal vez inició en la segunda vuelta electoral del año pasado, en donde, si bien es cierto estuvimos ante una decisión complicada, varias personas basaron su voto en emociones cargadas de odios y prejuicios, dejando de lado la razón. Quizás.

Sin embargo, creo que ya no estamos para quejarnos. Ahora es tiempo de reaccionar en unidad, sin importar las orientaciones o simpatías políticas, solo siendo conscientes de defender nuestra democracia. Ya no es el momento de recriminarnos entre ciudadanos la decisión de nuestros votos en la última elección. Eso ya pasó. Lo que debemos hacer, es empezar a mostrar civismo ante tanta corrupción y desvergüenza por parte de nuestros políticos. Y no solo me estoy refiriendo al presidente Pedro Castillo, sus ministros y sus aliados, sino también a los políticos que deben actuar como una verdadera oposición, fiscalizando y presionando para que el gobierno no siga destruyendo la débil institucionalidad que nos queda.

Con políticos pasivos y sin iniciativas para hacer un buen trabajo, estamos condenados a que nuestro país se derrumbe. En ese sentido, a la ciudadanía le queda cumplir el rol de influir en los asuntos públicos, a fin de detener esta crisis. Sin embargo, esta no sabe hasta ahora que tiene esta tarea esencial frente a las circunstancias en las que nos encontramos. O tal vez, ya se llegó al punto en el que no existe preocupación ciudadana alguna por el desastre que personas deshonestas y sin escrúpulos están ocasionándole al país.

A estas alturas, con las declaraciones Karelim López, Zamir Villaverde y Bruno Pacheco, es más que suficiente para que la población esté indignada y reaccione como ha ocurrido en otros casos de corrupción. Empero, esto no está siendo así, y seguimos siendo espectadores de escándalos en donde el gobierno nos está condenando con sus acciones, y la oposición hace lo mismo con sus omisiones.

Estamos actualmente ante una crisis no solo política, sino, al parecer, también moral y cívica, en donde no hay nada que pueda indignar a la población, a pesar de las fuertes evidencias de irregularidades y corrupción, y que más pareciera que se ha formado una doble moral social, por la que solamente existe rechazo público cuando el delincuente o corrupto es del bando político contrario, y que deja a salvo a los camaradas o correligionarios que comparten los mismos intereses personales e ideológicos.

Artículo publicado en el diario peruano El Reporte


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