1. Comparto el asombro por los acontecimientos recientes en la región. No tendré la arrogancia de intentar explicar lo que pasa cuando una prudente medida de primeros auxilios es tratar de entenderlo. Tampoco quiero llegar a conclusiones sobre lo que los pueblos quieren o dejan de querer (¡como si lo supiera!). Si se mira hacia atrás, aquellas lucecitas vacilantes presagiaban los gigantescos camiones de carga que se venían sin frenos.

2. No tengo la menor duda de que el Foro de Sao Paulo, es decir, los movimientos políticos coordinados por Cuba y por el régimen de Maduro, tienen su infecta pezuña en los acontecimientos actuales: agitación en las calles de varios países al lado de sus repercusiones electorales ya conocidas, fraudulentas (Bolivia) o no (Argentina).

3. La razón de este reimpulso reciente me parece bastante clara: ante el asedio doméstico y externo que vive la Corporación Criminal Inc., una estrategia aconsejable es la de distraer al enemigo, han ganado tiempo y han reforzado las candelitas en todo el continente.

4. Sin embargo, no es sensato dejar colar la idea de que Maduro tiene la fuerza para incinerar la región. Es financista y proveedor de territorio y de alguna narrativa, pero los procesos nacionales están allí y tienen sus motivaciones específicas. Que los rojos acerquen la bengala al material inflamable no quiere decir que lo produzcan siempre. En toda sociedad hay conflictos; en las democracias se pueden procesar institucionalmente, a menos que haya la intención de acabarlas.

5. Las causas del descontento en este tiempo de la instantaneidad, la comunicación global, la información en cataratas y la ruptura de tabúes milenarios son complejas. El descontento, en principio, no es de derecha o de izquierda sino que tiene otra topografía: los de abajo contra los de arriba.


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