Un comunicado de la familia del mayor general agradece su libertad a Jorge Rodríguez, Henrique Capriles, Gerardo Blyde, Delcy Rodríguez, Stalin González, Rafael Lacava, Timoteo Zambrano y Carlos Paparoni. Todos, aparentemente integrantes de una suerte de coalición gobierno/oposición que acuerda de facto amnistiar al exdirector del Sebin y exministro del Interior y a quien lo imputaron por delitos contra la seguridad de la nación, motín, espionaje, instigación a la rebelión y traición a la patria.

Para facilitar su liberación, cinco de los delitos imputados le fueron borrados y dejaron solo el de “instigación a la rebelión” con una pena que ya habría cumplido en prisión. ¿Por qué dirigentes opositores participan en la decisión de liberar y extraditar a un mayor general del Ejército, exministro, exdirector de Inteligencia y prisionero del gobierno, sin ninguna relación aparente con la oposición? Un enigma que no luce muy complicado y que trataremos de descifrar. Veamos los antecedentes.

Entre todas las estrategias o tácticas desplegadas por los dirigentes opositores durante todos estos años, la de un “chavismo sin Chávez”, ha sido la más interesante. Estaba supuesta a unir factores cruciales de la oposición y el disenso militar. No era muy novedosa, pero de practicarse habría evitado algunos de los reveses en serie que han venido cometiendo la oposición desde la asonada de abril de 2003.

La exitosa transición de España a la democracia la personificó un ministro de Franco, Adolfo Suárez, quien condujo al país a una democracia al través de un “gobierno franquista, sin Franco”. No porque derribaron o asesinaron a Franco, murió en la cama, pero el vacío político fue aprovechado por fuerzas unidas de cambio que incluyeron a los militares. En la Venezuela bolivariana, las sectas opositoras, siempre en conflicto, no pudieron imponer esa estrategia con la muerte del autócrata. Curiosamente, quien organizó el gobierno de un “chavismo sin Chávez” fue el propio Chávez. Cuando supo que se moría, organizó todo para dejárselo en herencia a Maduro, con el soporte de militares útiles y civiles inútiles.

Los dirigentes de la oposición entretanto se dedicaban a sacarse los ojos. Solo, después de muchos años, para salir de uno de ellos, aplican la estrategia y forman un gobierno interino estilo Guaidó pero sin Guaidó. Sin ninguna consecuencia positiva. Lo contrario.

La historia se repite o rima

En las dictaduras, una ruta de cambio lógico es una alianza cívico-militar para remover a un mesiánico, un planteamiento que casi siempre surge en la compleja e histórica relación de los militares con el poder absoluto.

Como en política las paradojas no son raras, en 2003 una claque empresarial/militar removió al autócrata, pero el títere de Pedro Carmona, en seguimiento de las órdenes de sus amos empresarios, derribó por decreto todo el aparato institucional y democrático del país que incluso había sobrevivido con Chávez. La rectitud del general Baduel, vista en retrospectiva, de restituir el orden constitucional fue un error. No fue agradecida por su principal beneficiario, tampoco por la oposición que despreció el gesto y el país quedó igual o peor. Si hubiera tomado el poder con todo el poder de fuego que concentraba, se hubiera iniciado ese proceso de chavismo sin Chávez. Pero la canalla opositora clamaba por el polichinela de Carmona y sus empresarios alabarderos que pretendían convertir a la nación en una corporación petrolera para su usufructo. Nunca antes en la historia de un golpe para deponer a una autocracia, sus líderes habían derribado todas las instituciones políticas democráticas que quedaban y anulado a todos sus miembros electos en elecciones libres.

Tenía sentido la estrategia del “chavismo sin Chávez”, si la oposición hubiese tenido un canal de comunicación con los militares. Baduel y su asesinato en prisión nos dice hasta dónde quería llegar. La oportunidad se perdió por falta de comunicación. Los muchachones de la oposición equivalían en el mundo militar a cabos y sargentos y al otro lado estaba un general en jefe, generales y almirantes. No hablaban el mismo idioma.

En las relaciones históricas de los militares y el poder siempre ha habido cabida para posiciones ambiguas de altos oficiales disidentes con cuestionamientos de conciencia. El dilema no es ser héroe o traidor, la cuestión es imponerse unidos y que un proceso democrático posterior decida quiénes serán sus líderes. Históricamente es normal que disidentes militares se acomoden con la oposición. No en esta Venezuela. Incluso en la posguerra, soviéticos y americanos competían en reclutar expertos de inteligencia y científicos nazis, algunos criminales de guerra, que los ayudaran en anticipación de la Guerra Fría, pero con el interés nacional en mente como gran justificación.

En Venezuela, el gallinero opositor ha estado pleno de gallitos que por complejos no han querido darle cabida a ningún militar disidente que salga del gobierno, mucho menos permitir zorros como Raúl Baduel o Rodríguez Torres en su gallinero. Lo ridículo es que, mientras oficiales del gobierno que han desertado son tratados como pestosos por la canalla opositora, cuando la dirigencia opositora ha tenido el agua al cuello, exhortan a altos oficiales del gobierno a “oír la voz del pueblo y levantarse contra el despotismo”. Que Iván Simonovis, comisionado especial de “inteligencia” de la oposición, comente que la libertad de Rodríguez Torres tiene el propósito de “cambiar los titulares para que no se hable más de los aumentos de sueldo”, habla de la pobreza de este sector para analizar un hecho político crucial.

El mayor y general interés

De todo este misterio que rodea el caso de Miguel Rodríguez Torres lo que más llama la atención es el comité ad hoc integrado por miembros de la oposición y el gobierno para acordar la libertad del mayor general con los auspicios de Rodríguez Zapatero, expresidente del gobierno español.

No parece muy complicado inferir lo ocurrido. Rodríguez Torres es una enorme incomodidad en Venezuela, no solo para el gobierno y la oposición, sino para el gobierno socialista de España. Por más de 10 años este general, como jefe absoluto de Inteligencia y ministro del Interior fue el dueño de los más recónditos secretos de opositores y de los gobiernos de Chávez y Maduro. Y, por supuesto, de los más íntimos secretos de altos funcionarios de esos gobiernos, dirigentes opositores y políticos españoles exaliados de Chávez y del gobierno socialista actual de Pedro Sánchez. Como en el caso del Pollo Carvajal, los hilos del CNI (Centro Nacional de Inteligencia) de España deben estar detrás de todo este drama y cuidando que el exiliado esté seguro y no perjudique al gobierno español. Los opositores se vieron obligados a participar porque forman parte de la data de Miguel Rodríguez Torres.

No obstante, no la tendrán tan fácil con Rodríguez Torres como con el Pollo Carvajal, tan limitado de entendederas.

Hace unos años, en representación de una corporación y con la intermediación de un amigo común que nos aguardó en el aeropuerto de Maiquetía junto con Miguel Rodríguez Torres, iniciamos “negociaciones” en su despacho del Sebin, que terminó con una cuarta parte de nuestras expectativas. A este encuentro siguieron algunas semanas de intercambios por mensajes de texto que eventualmente nos permitió intentar un esfuerzo de comunicación con un sector de la oposición que pronto se frustró por la arraigada desconfianza de Rodríguez Torres en los opositores y la estulticia de estos.

Como era de esperar, Rodríguez Torres y la oposición, fracasaron en sus separadas ordalías. Por ahora.

No es pues difícil concluir que la gigantesca data de Rodríguez Torres, a buen resguardo, como indica el frustrado acoso a su pareja, ha sido el mejor incentivo para que el gobierno y la oposición se hayan conjurado para liberarlo y desterrarlo a España. El CNI (Centro Nacional de Inteligencia) pudo haber garantizado que Rodríguez Torres no represente un peligro al gobierno socialista español, mientras se encuentre en España y tampoco a la coalición gobierno/oposición.

¿Cómo lo garantiza el CNI? El mayor general, con cualquier pretexto, podría ser extraditado a Venezuela. Pero no se confundan, esta no será la última vez que tengamos noticias de Miguel Rodríguez Torres. El general ha probado ser un sagaz negociador que ha obligado al gobierno y a la oposición a aliarse para asegurarle su libertad, su seguridad y el pasaje a España. Para ello, ha logrado doblar a lo más granado de la oposición, esa que siempre se dobla pero nunca se parte y a lo mejorcito del gobierno, todos mencionados en la lista a quienes, por medio de su familia, Miguel Rodríguez Torres, con cierto sarcasmo, les agradece tanta generosidad: Jorge Rodríguez, Henrique Capriles, Gerardo Blyde, Delcy Rodríguez, Stalin González, Timoteo Zambrano, Rafael Lacava y Carlos Paparoni,

Cuidado, Rodríguez Torres habla en serio cuando dijo antes de partir “seguro que volveré para seguir luchando”. Por ahora, la alianza gobierno/oposición debe estar preocupada.

El general, por su parte, debe estar ahora mismo sentado en la mesa de una de esas tabernas con posters de toreros y toros de lidia colgando de las paredes, disfrutando de un buen jabugo pata negra con tortilla de patatas, torreznos de ibérico y un buen vino Viña Ardanza de Rioja.

Nadie lo repara, confundido entre una clientela ruidosa, como si se tratara de un modesto pescador gallego, incapaz de matar una mosca.

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