En este nuevo año podemos proponernos ayudar a tantas personas como sea posible: una a una, porque la ayuda genérica, indistinta, no tiene mucha incidencia.

Recuerdo que una maestra del bachillerato donde trabajaba me dijo en un enero que su propósito del año sería ayudar a brillar a esas alumnas dejadas a un lado por su excesiva timidez o poca popularidad en el grupo. Como me pareció un bello propósito intenté imitarla, y los resultados fueron maravillosos, pues sucedió que el salón entero se sensibilizó y comenzó a ayudar a sus compañeras para hacerlas visibles.

En nuestro día a día nos encontramos rodeados de muchas personas. A algunas las vemos esporádicamente; a otras las vemos diariamente o algunos días fijos en la semana. El hecho es que vemos a mucha gente durante cada semana del año. Si viviéramos ayudando a resaltar los talentos de varias personas de esas que vemos, nuestra vida sería un foco de luz para muchos y el país, el mundo, serían mejores.

Un día, en el automercado, tenía delante, ya pagando, a una señora particularmente alegre. Cuando se fue se lo comenté a la cajera, a lo que respondió: esa señora siempre es así: está alegre, no deja de hablar y es muy cariñosa conmigo. Con muchas personas así, le dije, cambiaríamos los ambientes, los entornos, el país.

Ver gente así, encontrarse con personas así, hace que la esperanza nazca en cada corazón: se puede estar feliz aún en medio de las adversidades. Así, en nuestro caminar por la vida alegraríamos a muchos de los que nos conocen y estaríamos aportando nuestro grano de arena a una sociedad cada vez menos humana y llena de violencia.

Ayudar a solo una persona o a más de una, porque hay mucha gente que nos rodea, es algo bastante asequible para todos. Es muy posible para todo el que quiera, de verdad, ayudar. La actitud positiva engendra alegría en los demás y ayuda a que a todos se “les pegue” ese deseo de hacer felices a todas las personas, así, una a una.


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