Como las inmersiones lingüísticas, este verano he tenido una inmersión total de izquierda. No es solo por mi trabajo más reciente, en el cual soy el único de derecha, sino por mi propia familia que, en vez de definirse rojos, se definen verdes.

Por primera vez, solo he estado callado; simplemente escuchando y observando. Mi mayor reto, al principio, era solo entender qué nos separaba el uno del otro, qué es lo que hace que pensemos de forma tan diferente.

Líneas vitales, temas culturales, la influencia de los padres, la propaganda, la desigualdad. Son muchos los factores que dividen esta línea de pensamiento entre su verdad y mi verdad. Pero después de darle muchas vueltas, y analizando muy bien lo que se dice en esta parte de la razón, he entendido que nuestro discurso es mucho más difícil de introducir en el subconsciente del individuo por tratarse de un discurso mucho más analítico que emotivo.

Los ideales de izquierda penetran mucho más rápido por su propaganda natural; todo gira en torno al amor, a la compasión, al individuo como individuo y no al individuo como un ser que forma parte de la sociedad.

No es que la derecha rompa con estos vínculos naturales del ser humano, es que simplemente tenemos distintas formas de comunicar nuestros objetivos, que no suelen ser tan efectivas. Al final todos queremos una sociedad más justa, más oportunidades y mejoras sustanciales en nuestra calidad de vida.

Cuando empecé a hablar de mis pensamientos, a nivel más personal con cada uno de ellos, me daban la razón, y es porque empecé a comunicar mi línea de pensamiento utilizando la lógica de su lenguaje. No es que unos sean más inteligentes que otros, es simplemente que tenemos grabado en nuestro cerebro palabras claves que abren la puertas al entendimiento de cada uno de nosotros. Son palabras que, bien utilizadas, pueden hacer entender que hay formas de desarrollar políticas conjuntas que lleven a un resultado común.

No es que ellos dejaron de creer en sus puntos de vista y que yo haya dejado de pensar en los míos, solo que encontramos la raíz del problema y supimos encontrar puntos de vistas similares en cuanto a la solución. Esta es la base del sistema parlamentario: hablar, entender, trabajar, desarrollar y abarcar el máximo de personas posible.

Mi inmersión de izquierda confirma lo que ya sabía, que la perversión del sistema político y decisorio está creando una brecha entre pensamientos, que está llevando a una fractura irreparable. Esto es debido al cortoplacismo de nuestros discursos y también por la facilidad de cambio legislativo por medio de decretos y con menos discusión.

Al final, tenemos que entender que no son ellos y nosotros, sino que somos un todo. Tenemos que entender que su visión y nuestra visión pueden tener puentes para llegar a un punto común. Debemos dejar de pensar en caliente, debemos dejar de pensar en que solo nosotros tenemos la razón. Sin duda, todo el mundo tiene su visión sobre distintas cosas y nuestras conclusiones vienen dadas por nuestro desarrollo como individuos, por nuestros padres, por nuestro entorno, amigos, profesores y nuestro propio camino.

Debemos dejar de lado el discurso y debemos sentarnos a tomar decisiones con base en datos.

Son como las conclusiones que podemos sacar de una película ganadora de un Oscar: si analizamos la película con base en nuestros factores personales, te puede gustar o no, pero hay factores comunes que hacen que sea una buena película, como por ejemplo la iluminación, el diálogo, el guion adaptado, la fotografía, los efectos especiales, el vestuario, en fin, hay puntos objetivos que hacen que estemos de acuerdo o no en que es una buena película, te guste en lo personal o no.

Es por esto que sigo apoyando la esencia de los Estados parlamentarios. Debemos seguir reforzando y ampliando este tipo de gobiernos, ya que no todos los seres humanos podemos tomar el total de las decisiones del Estado, pero sí podemos delegar en personas que se parezcan a nosotros y que luchen bajo nuestra visión.

En la representación, en el diálogo, en la escucha permanente, en el expresarnos, en el votar, en la búsqueda de puntos comunes; ahí es donde está la solución a nuestros problemas.

Mi verano de inmersión de izquierda no me acercó a su visión, pero sí me hizo entender que debemos mejorar nuestro discurso, que debemos saber escuchar y que debemos tratar de sentarnos a hablar. No podemos seguir socavando una brecha entre ellos y nosotros porque, al final, ellos no dejarán de existir cuando nosotros gobernemos, pero podemos permanecer más tiempo en el poder si los escuchamos, entendemos y conseguimos puntos medios.

Considero que las nuevas políticas de mi partido, el Partido Popular, van por el camino correcto; creo que estamos ejecutando nuestra visión sin dejar a nadie atrás. Nosotros no pensamos en que son ellos o nosotros, no, pensamos en el bien de todos los madrileños, andaluces, gallegos, murcianos, españoles, europeos. Esto lo hacemos sin importar su contexto social, su línea de pensamiento o su visión del futuro. Vamos por el camino correcto, pero debemos seguir mejorando y seguir construyendo puentes con la gente.

Si pisamos la calle, si hablamos con los ciudadanos, si argumentamos bajo la misma línea de pensamiento de la otra parte, lograremos un cambio permanente. A trabajar, a entendernos y a gobernar para todos.

 

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!