La adhesión sin reservas de nuestra ciudad al movimiento independentista será recompensada por el Supremo Poder Ejecutivo el año 1811, al otorgarle el correspondiente Título que la eleva a ciudad, firmado el 5 de agosto por don Baltasar Padrón, para el momento presidente en turno. La hasta entonces diputación comienza su transitar como cabildo autónomo bajo el nombre oficial de San Juan Bautista de Puerto Cabello, fijándosele por suburbios las parroquias de Patanemo, Borburata, San Esteban, Goaigoaza, Aguas Calientes (actual Trincheras), Alpargatón y Morón. Se trataba de una recompensa bien ganada, pues ya desde los acontecimientos del 19 de abril los vecinos, empleados del gobierno y comerciantes por igual, habían manifestado su decidido apoyo al nuevo orden; declarada la independencia, cuatro días más tarde se celebra un cabildo extraordinario para tratar sobre las importantes noticias que se recibían desde Caracas, sumándose el puerto a tan trascendente decisión.

De tal manera que las autoridades capitalinas reconocían los valiosos servicios por “la decidida y eficaz adhesión de ese ilustre Ayuntamiento a la justa causa de Venezuela, comprobada con los últimos acontecimientos en que oponiéndose abiertamente á los revoltosos de Valencia, ha desconcertado sus criminales designios… ()… reconociendo cuanto ha hecho en esta ocasión el pueblo de Puerto Cabello, y esperando de su patriotismo que continuará contribuyendo á la felicidad del estado, y consolidación de su sistema, se apresura para manifestarle su confianza, su gratitud y su esperanza…”. La elevación a ciudad no era poca cosa, tampoco un hecho al azar, ya que entrañaba casi veintiocho años de tortuosas gestiones adelantadas por la sociedad civil frente a la capital, en ocasión con la abierta oposición del comandante militar.

No es difícil imaginar, con los antecedentes ya esbozados, la emoción que embargó a los munícipes y vecinos aquel 12 de agosto de 1811, cuando reunidos en la sala capitular dan lectura al contenido del pliego cerrado y lacrado, que una vez abierto resultó contener el Título de Ciudad que le otorgaba “todos los privilegios, franquezas, gracias, inmunidades y prerrogativas de que gozan y deben gozar los de semejantes ciudades…”. En términos prácticos, termina así la sujeción al ayuntamiento valenciano, entrando en funciones el cabildo local responsable en lo delante de los ramos de abasto, policía, aseo, salud y otras necesidades urbanas de urgente atención.

Se acuerda, entonces, que el original de tan valioso documento “se archive custodiado en una Capilla de buena madera, o de hojalata que lo preserve de la polilla a que es propenso el clima de este país”. Y no podía ser de otra manera, ya que constituía la partida fundacional de la ciudad, instrumento de gran simbolismo, que debería demandar la mayor veneación,  respeto y celo de los lugareños y las autoridades locales. ¿Ha ocurrido, realmente, así?

Ignoramos si inmediatamente a su recibimiento el título fue colocado en un arca que lo preservara de la polilla, pero con toda seguidad tal deseo se vería truncado tan pronto la plaza cae en manos realistas, en julio de 1812. Presumimos que producto de los convulsionados tiempos el documento fue a parar al archivo del cabildo, permaneciendo allí poco más de un siglo, consultado por el general Andrés Aurelio Level (1869), Daniel Antonio Chambon (1883) y Jesús M. Maduro (1891), entre otros, para sus trabajos de corte histórico.

El documento resurge a la luz pública en 1915, con ocasión de las festividades gomecistas del 19 de diciembre, en el marco de cuyo ceremonial se procedió a su colocación en una “primorosa Arca de cristal y de maderas preciosas”, junto al acta de instalación del primer Concejo Municipal, siéndole encomendado su lectura al poeta Leonte Olivo hijo, mientras “la concurrencia oyó complacida la exposición de nuestros mayores, al conferirle a este pedazo de tierra que nos es tan caro el título de Ciudad”. Desaparece de la vista del público en las décadas siguientes, al menos hasta 1968, fecha en la que la Dra. Henriqueta Peñalver al frente del Instituto de Antropología e Historia del Estado Carabobo, estudia detenidamente el documento y la totalidad del expediente relativo a las gestiones que desde 1783 adelantaron los vecinos, para la edición de un interesante libro bajo los auspicios del ayundamiento local, trabajo que incluye el facsímil íntegro del documento. Imaginamos que luego de eso, el cronista de la ciudad don Miguel Elías Dao, lo coloca en la caja de seguridad de una institución bancaria para su resguardo.

Bajo la administración del alcalde Alfredo Sabatino, transcurrido casi dos siglos de manejo inadecuado, el legajo mostraba visible deterioro, encomendándose su restauración a la Biblioteca Nacional, por conducto del Centro de Historia, presidido por don Luis Cubillán Fonseca. El remozado legajo volvió a la caja de seguridad N° 13 de la agencia bancaria, en marzo de 1997, la que posteriomente cambiará de nombre en razón de su venta, produciéndose el cierre de dicha agencia. Sin embargo, ese año por sugerencia del Dr. Orlando Sabatino Pizzolante y el suscrito, el alcalde dicta el Decreto No. 96/97 declarando el 5 de agosto como el Día de Puerto Cabello, restituyendo el cofre con un facsímil del título en el salón de sesiones de la municipalidad y exhibiendo el original en el Teatro Municipal, para su posterior devolución a la mencionada caja de seguridad, solemne protocolo que pronto desaparece al producirse el cambio de gobierno.

Del valioso documento no escucharemos más, sino hacia 2010-2011 cuando por informaciones de prensa nos enteramos que se adelantaba una investigación a cargo de la Contraloría Municipal, la Fiscalía del Ministerio Público y el Cicpc por el extravío de aquel. Estaban los concejales de la época, por cierto, tan ocupados en la búsqueda que se les olvidó celebrar por todo lo alto el bicentenario de la elevación del puerto a ciudad, lo que sí hicimos desde la Academia de Historia del Estado Carabobo, dándole forma a una programación acorde con la magna efeméride,  invitando a varias instituciones a sumarse como copatrocinantes.

Hemos colaborado, dentro de nuestras posibilidades, aportando información para su localización, transmitiendo nuestras inquietudes al alcalde en ejercicio, pero no se nos quiso escuchar. Así que puede afirmarse que el Título de Ciudad está oficialmente extraviado. Los forjadores de nuestro gentilicio se preocuparon dos siglos atrás porque nuestro documento fundacional se preservara de la polilla en un arca de madera u hojalata, lejos estaban de imaginar que habrían otros riesgos de los que protegerlo, en especial, la desidia.

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@PepeSabatino


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