Llegar a situaciones como la de una Barinas sometida a la farsa electoral y, al mismo tiempo, entendidos justos y pecadores para liquidar la dinastía chavista de cuyas credenciales sobrevivientes intentó servirse Rafael Ramírez, no es nada fácil. Ejemplo más reciente y acabado de las capacidades que ha desarrollado el sistema, requiere de muchas, grandes y menudas coartadas que inducen al suicidio político de la oposición, administradas y perfeccionadas por los servicios de (contra) inteligencia que gobiernan.

Las agencias foráneas contribuyeron, sin duda alguna, pero fueron las del patio las que concibieron y alcanzaron una dinámica, además, exportable, dándole eficaz soporte a la depredación convertida en Estado, o lo que queda de él. Un producto que desconcierta a los científicos sociales empeñados en las viejas caracterizaciones, pasó del inocente autoritarismo que se le atribuyó a la inercia de un totalitarismo cuya completa sinceridad evitó, hasta que se hace sentir acá la artillería pesada de una Ucrania de insospechadas consecuencias para los esfuerzos dinásticos – esta vez – de Maduro Moros que ya prueba con distintos acentos esperando por el desenlace final de la aventura rusa.

En propiedad, porque la crisis es la del pensamiento y el discurso políticos, por una parte, el pernicioso incremento nominal de los salarios, el alza tarifaria de los servicios que el Estado no presta, el obsceno aumento de aranceles, tasas, vacunas, matraca-exprés, y cualquier otra contribución fiscal o parafiscal que se suma a la definitiva dolarización de la gasolina, con el impuesto correspondiente, tienden a percibirse como la de una rapacidad aislada, accidental y efímera que depende más del acostumbrado comerciante que especula que la del Estado eternamente propenso a envalentonarse y hacer justicia de manera inesperada. Tamaña impostura, por otra, encubre el tenebroso financiamiento de un gobierno, camino a una sociedad de la delación y la extorsión, a la postre probablemente liderado por un agente que emule a Vladimir Putin, astutamente confiscados los ingresos petroleros destinados a fondos muy variados, dependiendo el presupuesto público nacional de los más descarados impuestos que se le ocurrió  a Giordani y a sus  sucesores, a mano alzada.

Va y viene la sensación de una leve mejoría económica de acuerdo con los posibles eventos electorales que tantea constantemente un régimen que economiza fuerzas al basarse perpetuamente en los estudios de opinión y los muy bien cotizados consultores que lo propagandizan. En las vecindades de cada e incierto plebiscito presidencial, a pesar de la programación constitucional, solemos tropezar (auto) engañados con la misma piedra de la pretendida rectificación.

La narrativa anti-fondomonetarista prosperó por todos los sacrificios que imponía un recetario que, a corto o mediano plazo, generaba beneficios para la estabilización. Por más de veinte años, afianzada una guerra no convencional, los sacrificios se han multiplicado draconianamente, resultando francamente inútiles y, necesario énfasis, el reajuste es el del reparto de beneficios de las mafias de lento reciclaje que nos ponen en sintonía con una lumpenburguesía deseosa de heredar al país de adentro y también al de afuera, sirviéndose de nuestros millones de refugiados.

En los últimos años, ha prosperado una importante bibliografía sobre las nuevas acuñaciones de algo más que el clásico autoritarismo, con las traducciones al español  de Anne Applebaum, John Keane, Timothy Snyder, Moisés Naím, Yascha Mounk, Martha C. Nussbaum, o Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, entre otros, tardando en arribar – si es que llegan –  a la ínsula editorial del socialismo a la venezolana, por cierto, valga subrayar. Convendría una lectura pausada que se valga de los bisturíes para el análisis con los que Aníbal Romero, María Sol Pérez Schael, Luis Ricardo Dávila, Mirtha Rivero o Miguel Ángel Perera, a guisa de ilustración, se adentraron a una realidad muy casera que permitió (pre) fabricar a un régimen vitoreado solamente por el Foro de São Paulo​, intimidando a Jorge Mario Bergoglio como seguramente no lo hubiera hecho con Karol Józef Wojtyła.

Insidia e inercia para viciar por siempre la voluntad electoral, el mejor bombardeo oficialista ha sido la del campo semántico, pues, universalizada las expresiones y significados de paquete y paquetazo como un conjunto de medidas  económicas leoninas, la memoria selectiva nos devuelve a la fracasada corrección intentada treinta y tantos años atrás. Únicamente, en una sociedad con un mínimo convincente de libertades pudo también estigmatizarse una iniciativa que tan benigna luce al lado de los propósitos muy firmes y extravíos sorprendentes que inspiran la actualización del Estado criminal con promesas de mejoramiento para sus víctimas aparentemente resignadas a rendir culto a las deidades del sistema.

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!