España está en vilo. El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, comunicó el miércoles de esa semana, en una carta de tres folios dirigida «a usted» -un ciudadano X que los representa a todos-, que reflexionaba sobre si valía la pena seguir o no. La reflexión tiene punto final: culmina este domingo porque Sánchez anunció que  comparecerá el lunes ante los medios de comunicación para anunciar su decisión. Mientras tanto, suspende su agenda pública y cavila.

El presidente Sánchez ha escogido también la red X para dirigirse a la ciudadanía por «la gravedad de los ataques” que están recibiendo él y su esposa. Begoña Gómez, la pareja del mandatario, fue denunciada el pasado 9 de abril ante el Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid por la organización Manos Limpias. La señalan de un presunto delito de tráfico de influencias.

Manos Limpias es, escribe Sánchez, ultraderechista y actúa precedida de lo que ha ventilado públicamente «una galaxia digital ultraderechista», de la que son «colaboradores necesarios» los señores Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal. Una vez más, el PP y Vox en su añeja alianza non sancta contra el presidente de gobierno. «En resumen, se trata de una operación de acoso y derribo por mar, tierra y aire, para intentar hacerme desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa», sigue Sánchez. Begoña, por supuesto, es inocente y se apresta a defender su honorabilidad.

Pedro Sánchez está dolido porque, recuerda, tras los políticos hay personas y él es un hombre “profundamente enamorado” de su mujer sometida al “fango que esparcen día sí y día también”. La ultraderecha claro y por eso el presidente para y reflexiona y se pregunta si debe continuar al frente del gobierno o renunciar “a tan alto honor”. La reacción entre su círculo más cercano ha sido de estupor, de sorpresa mayúscula, lo que ha puesto en las bocas de sus hombres y mujeres de confianza la frase “Pedro quédate”.

Quien piense que Sánchez es un político aferrado a su cargo, se equivoca. Esa es una “caricatura” fabricada, también, por la ultraderecha. Lo que sí le reconocen  a Sánchez, en un bando y en el otro, incluso el ciudadano X, aunque él no haga mención a los elogios, es que es un político astuto como pocos, cómodo bamboleándose sobre el alambre más delgado. Y para nada pierde de vista el muy pronto inicio de la campaña electoral para las elecciones catalanas y, de seguidas, las europeas.

Si sus adversarios han colocado su figura en el centro del debate político, y él los atiza, por qué desperdiciar una oportunidad para separar torrentes de agua entre la España ultraderechista y la España progresista que él encarna. La polarización es el signo de estos tiempos. Sánchez la ve esparcirse por el mundo occidental pero él, que se abraza a las minorías nacionalistas que propugnan en su fuero íntimo la partición territorial, se declara inmune a ese virus.

Mañana se sabrá su decisión. Renunciar no parece estar en el vocabulario político del hombre que tras perder las elecciones del 23 de julio del año pasado, sorprendió con una alianza impensada que lo mantuvo en la Moncloa. Lo cierto es que el caso de Begoña Gómez quedó en segundo plano mientras se desarrolla la cavilación.


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