Entre las cosas que pueden llevar a un pensador a la desesperación, debemos enumerar el hecho de reconocer que lo lógico es necesario a los hombres (…) Está esto tan sólidamente anclado en las pasiones, en el idioma, en el arte, en la religión, y generalizando, en todo lo que da valor a la vida, que no se puede desprender de ellas sin causarles incurable prejuicio. Sólo los hombres, demasiado sencillos, pueden creer que su naturaleza pueda trocarse en puramente lógica; pero si debería haber en ello grados de aproximación hacia el fin (…) Aun el hombre más razonable tiene necesidad de volver a la Naturaleza, es decir, a su relación fundamental ilógica con todas las cosas.

 Nietzsche – Lo ilógico necesario – (en Humano, demasiado humano)

¿Será posible recrearnos de manera inter y extra contextual sobre la base de disciplinas que representen alternativas para el desarrollo pensativo de los pueblos, cuyo stimmung en situaciones contradictorias, sea dado por una reacción positiva orientada por vínculos de unión con un ser que luche por la justicia social, o por el contrario, estas ciencias mantienen una interrelación de sumisión sobre los absolutos con pensamientos restrictivos y anarquistas? ¿Es acaso el fin en sí mismo, el fin en cada disciplina o ciencia, cuando éstas no son capaces de generar respuestas que puedan transformar los problemas de las realidades sociales en soluciones, en espacios para la eudaimonia de los seres?

¿Sí la filosofía, la política y la educación son abstracciones lógicas para las (de)construcciones pensativas de los seres, por qué la moral y lo ético parecieran alienados en las acciones del ser, si en esencia somos un Animal Politik, es decir, racionales?

Si algo pudiera justificar la sociología al no tener respuesta para estas y otras interrogantes es que dice ser una “nueva disciplina”, claro no importa que entre las abstracciones y concreciones que vivimos se encuentre de por medio la tecnología como deletéreo científico para reforzar el dogmatismo positivista, y mientras la propia sociología aún no termina de plasmarse en su hábitat de conocimiento; verbigracia, dentro la misma sociedad es precisamente la tecnología, ahora moldeada hasta por la “inteligencia artificial”, quien cambia y se transforma en segundos, y con ello, pues no sólo impone su ritmo y lógica capitalista, sino que peor aún, los elementos sociológicos prácticamente han desaparecido en el desarrollo que la computación, la informática y sus relacionantes tecnológicos tejen sobre sus aparatajes.

Por ejemplo, ¿qué será del planeta y sus recursos naturales en el transcurrir de las próximas décadas con la incesante explotación y acumulación de material seudo-tecnológico? ¿Cómo piensan sobrevivir los Estados, fundamentalmente la educación ante un incesante bombardeo de “nuevas y nuevas” formas de “generar conocimiento”, cuando al igual que la sociología no acaba por amoldarse a los “últimos adelantos” que la misma tecnología de forma perversa los convierte de manera constante en “penúltimos adelantos”?

En tal sentido, ¿cuál es el rol de la filosofía? Pudiéramos apreciar que salvo algún llamado a no emplear la tecnología para fines “guerreristas”, simplemente, quien fuera llamada madre de todas las ciencias, al (des)aparecer en el espacio tecnológico también se perdió en su cosmos. Sociología y tecnología, política y tecnología, educación y tecnología en eso versan las discusiones del eterno presente. Ya nadie habla de filosofía y sociología, ya no escuchamos debatir sobre sociología y política, o sobre educación y política, o política y educación (no con la ambigüedad de la mal llamada ideologización); más aún, impensable resultaría hablar de filosofía y tecnología o mejor invirtiendo la prueba: tecnología y filosofía; es decir, son reaccionarias. Aquí pareciera que no caben ninguna de las dos en el mismo espacio, e irónicamente ambas copan el universo, toda la cosmología, y ellas en alguna medida, son dueñas de nuestro ser; la filosofía porque es quien debería marcarnos la pauta moral y ética de nuestras acciones existenciales para la vida, y la tecnología, porque la modernidad nos ha impuesto esta forma de vida como indispensable para el quehacer social, educativo y político.

La (i)lógica (in)necesaria sólo ha servido para defenestrar en la ciencia, disciplinas sobre otras; pero ante la tecnología todas se han adormecido; es más, ninguna de ellas rechaza la coexistencia. La asumen como una especie de compatibilidad para el conocimiento; incluso, hasta para regenerar el pensar y llegar a las texturas del pensamiento necesitamos del aspecto tecnológico. Entonces, ¿cómo podremos lograr en cualquier espacio interdisciplinario o unidisciplinario evitar ser alienados por la lógica del afuera, en este caso la que desde el sentido tecnológico nos aferra al vivir en una modernidad, en la cual los aspectos axiológicos se han convertido en una especie de epifenómeno?

Tampoco podemos ignorar que los medios de comunicación, ahora arrastrados por las llamadas redes sociales que componen el mundo central de las grandes corporaciones Google – como monopolio de la búsqueda del mundo tecnológico -, Microsoft – todo bajo dominado por Windows  -, Meta – por ahora, con el control celular en sus aplicaciones de WhatsApp, Facebook, Instagram -, Twitter – donde su nuevo dueño Elon Musk busca de ésta algo que ni siquiera él sabe qué desea alcanzar en sus formas de ensayo y error – y en otras medidas, TikTok – con el dominio de la edición de videos, algunos falseados acordes con las necesidades del “editor” y los “clientes”- y Telegram – como plataforma emergente de comunicación – todas, absolutamente todas, sólo luchan por dominar la mayor cantidad posibles de suscriptores, que no es más que el final del dominio hegemónico de formas de pensamiento, y que irónicamente requieren de manera indispensable de los llamados “influencers” -inteligencia humana, que a veces es revestida en su ilotismo – para el dominio de sus programas y aplicaciones tecnológicas.

En consecuencia,  “informaciones” y tendencias narrativas han creado distorsiones y simas sobre los contenidos que se expresan en los diferentes espacios sociales, políticos y educativos; ello sin obviar, que desde estas estructuras también existe vacío en el planteamiento filosófico, distorsionando a través de la dominación tecnológica los mensajes relacionados con la cultura, lo cual ha terminado por ejercer un proceso de borrado de nuestra identidad e idiosincrasia. La modernidad, no sólo ha hipnotizado la consciencia del ser; sino que ente revuelo cultural, lo autóctono, lo simple, lo valorativo de las cosas risueñas, relacionadas con lo asaz de los pueblos se ha ido disolviendo conforme también la lógica capitalista, en este caso, a través de sus poderosos centros de comunicación, seleccionan, deciden y ejecutan sobre la sociedad, es decir, sobre nosotros, lo que para ellos necesitamos como país y sociedad. Como un mundo distinto.

La (auto)exploración de la (in)consciencia es una febledad (in)humana, porque al no existir praxis axiológica en relación con el sentido de las acciones que el ser lleva a cabo alrededor de los actos políticos, y en este caso, sobre las distintas disciplinas, sobre la ciencia, sería imposible la reflexión valorativa. Un ejemplo concreto entre lo axiológico, la subjetivización del conocimiento y la excesiva pragmática lo vemos en Europa. España ahora ni siquiera sabe cómo mantener un gobierno de ”izquierda” o cambiarse por uno de “derecha”, es decir, no encuentra quien defina su “investidura”. Francia está en una lucha contra grupos emigrantes instalados quienes intentan imponen sus formas religiosas o doctrinas. Italia lucha contra los desembarcos humanos del Mediterráneo. Suecia acosada por eventos terroristas, busca abandonar la dependencia de las tecnologías en los primeros años de la educación para frenar el retroceso de la lecto-escritura; mientras los aumentos de temperatura generan terribles incendios forestales derivados del llamado “cambio climático”, espejo que en 2020, arrasó con más de 10 millones de hectáreas y más de 1.000 millones de especies en la jíri de Australia.  Y todo ello, ocurre con una Ucrania destruida por un totalitarista que desde Rusia pretende imponer el “nuevo orden mundial” sobre la base de la sangre inocente; con una China que mira hacia las periferias porque la tiene centrada en Taiwán.

Y si lo de Europa no fuera suficiente, América Latina que debería ser el continente emergente en las políticas asociadas con el análisis ponderado de las ciencias sociales para un mundo mejor, lo que vemos es que la emigración se expande hacia México buscando Estados Unidos, o por el desierto de Atacama intentando llegar hasta Chile. O sea, por el norte, o por el sur, es la miseria, la pobreza, la desesperanza lo que está marcando los hilos de erradas políticas de Estado, y por ende, prácticas sociales en cada país, que sólo han motorizado que naciones como Cuba, Nicaragua y Venezuela estén marcando el paso de las desgracias humanitarias aferrados con sus pensamientos (neo)totalitarios, mientras vemos el resto de un continente, que tampoco encuentra cómo sobrevivir a una barbarie, cercando sus fronteras, pensando que ellos se salvarán del diluvio político, cómo si estuvieran navegando con un “Arca de Noé”, cuando en realidad también navegan con el “Titanic”.

Nada cambiará, y menos en la educación, mientras haya desde el dominio político un pensamiento aferrado o dominado, por una lógica capitalista-marxista,  sin transformación del ser. Hay que dar una estructura subjetiva a los aspectos axiológicos entre lo epistemológico, lo sociológico y los sentimientos para llegar al ser. Hay que enterrar la modernidad pensativa, que se disfraza en una posverdad tecnológica.

La regeneración del pensar lleva consigo muchas dimensiones dentro de su imaginario concreto y abstracto. Hay que desmontar la lógica del capital, encontrar otras razones sobre los fenómenos sociales, también apartados de la hegemonía comunicacional, tecnológica y política. No obstante, requiere que el desplazamiento sobre el conocimiento científico y cotidiano pueda crear otras nociones, conceptos y definiciones que superen las profundas brechas educativas, sociales, económicas, culturales y ambientales en que han devenido las relaciones (in)humanas a través de la historia.

¿Hay dilemas en la (de)construcción de una teoría educativa? Sinceramente, quienes lo pregonan para que nosotros nos interpelemos al respecto, ellos dan la respuesta cuando hablan de la fragilidad conceptual sobre la teoría educativa que pregonan, es decir, se asume, o se interpreta algo así: “Esto que propongo es bueno, puede ser mejorado, pero la educación no cambiará por si sola”. Vaya intríngulis filosófico.

Igualmente, profundizan en una sima de insalvable retorno, lo cual implica que ni siquiera la espacialidad imaginada por Zaratustra resulta para estos teóricos una posición firme para alcanzar la consecución (r)evolucionaria en el plano de un proceso que permita la creación pensativa. Es irónico, pero será muy difícil comprender que la educación y la pedagogía puedan avanzar desfragmentadas, más aún, cuando dicha partición se encuentra en la manera de abordar los sentimientos.

En efecto, es posible leer impresionantes planteamientos teóricos educativos partiendo del esbozo de la teoría cartesiana, pasando por el psicoanálisis freudiano, (des)vincular los estadios piagetianos, intentar acercarse a las aulas entre la libertad y hasta sembrar las emociones desde El Arte de Amar de Fromm; (des)estructurar los planteamientos fenomenológicos y conductistas sobre la base de los revolucionarios contrastes, analogías y estudios comparativos de los científicos sociales de la Escuela de Frankfurt, así como sus incuestionables críticas al sistema capitalista desde los pormenores de las heterotopías, hasta llegar a los más selectos representantes de la complejidad y el posmodernismo.

Es más, hasta la filosofía ha sido objeto de cuestionamientos, y vaya usted a saber, el por qué entre tantas interrogantes marcadamente ontológicas, axiológicas, teleológicas, epistemológicas y pragmáticas todavía los teóricos no han podido entre sus múltiples y acertados “aciertos” enrumbar a la educación y a la sociedad, cuando menos por un camino distinto al que siempre están cuestionando. ¿O acaso no será un contrasentido, que en la medida que avanza el tiempo, lo que han intentado cambiar, pareciera que se profundizan en esa misma medida, los males y cuestionamientos sociales y humanos que se han venido asintiendo de manera permanente en los ámbitos sociales y educativos?

Sí a estos teóricos, usted les pregunta si llevan estadísticas de los foros, asambleas y congresos que se llevan a cabo dentro y fuera de sus países con el propósito de “demostrarnos” sus avances en materia educativa; pues, al igual que las cumbres presidenciales, no sólo serían elevadas tales cifras, sino que ellas en sí mismas, lo único que fehacientemente demostrarían son las grandes empresas y tentáculos del propio capitalismo que giran desde la concepción teórica del conocimiento, verbigracia, pudiéramos afirmar que se ha creado una “teorética seudoeducativa” en cofradías de investigadores y organizadores de eventos, a quienes, no se les ha ocurrido preguntarse si son ellos(as) mismos(as) parte del problema educativo en cada uno de sus países, cuando no intentan desmontar en las escuelas, liceos y universidades con plena acción social y jurídica, los elementos que trastocan los escenarios pedagógicos, y que han hecho de la educación desde México hasta La Patagonia, un mestizaje de (des)asociaciones pensativas que nada tienen que ver con los espacios del conocimiento, sino de una parafernalia semiótica, y de crisis cultural, en donde algunos se atreven a seguirnos hablando de “modernidad líquida” o intentar dar a lo preceptivo una semántica determinista.

La utopía del “hombre nuevo” tan escuchada y hasta mentada en nuestro contexto político, educativo y cultural sobre todo desde los inicios de la Revolución cubana (hace más de medio siglo), ha sido una constante lexical que en ciertos casos se convirtió y aún es bandera del discurso prolegomenista de líderes e intelectuales; verbigracia, una hablilla y sin sentido. ¿Dónde ha quedado el pensar de ese hombre nuevo? ¿En textos orales y escritos? ¿En la declaración de sendas oratorias o compilaciones discursivas de “reconocidos conocedores” de nuestras realidades políticas, sociales y culturales? ¿O será que la lógica del capital, también ha terminado por tragarse las palabras y la semiótica de quienes en un afán (seudo)humanitario, no terminan por defenestrar el cáncer del pensamiento que ha invadido todas las estructuras existentes en nuestras instituciones educativas, comenzando por la desaparición de la pedagogía?

Se hace necesaria la concreción del acto pedagógico por intermedio de una praxis autónoma, derivada de la (sub)consciencia de los absolutos, lo cual incidirá en que su pensar, y por ende pensamientos tendrían una razón estética y etiológica centrada por una acción real y aproximada al acto pedagógico, un acto en donde confluyen el proceso de enseñar o aprender, aprender o enseñar, enseñar y aprender, aprender y enseñar. La Regeneración del Pensar, la pensilosofía, acercarse a las texturas del pensamiento resulta una necesidad impostergable en las Ciencias en la Educación.

Por ahora, lo que tenemos desde la filosofía, la sociología, la política y la educación es un cuadrante sin ciencias sociales. El mundo avanza hacia la autodestrucción, y la tecnología que debería estar orientada por la inteligencia humana; en contraste, tenemos una “inteligencia humana” que está orientada por esa “tecnología”, y al final, todos seremos controlados por “inteligencia artificial” hasta con la industria de las armas; y nadie podrá salvarse de la geolocalización, cuando también el cambio climático nos cobre su última factura, a menos que encuentren esa “Arca de Noé”. Tal vez por ello, algunos ya están pensando en Venus.

@vivassantanaj_


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