Hoy se conmemora el Día Internacional de la Luz, fecha celebratoria instaurada en 2017 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), a fin de recordar «el aniversario del primer funcionamiento efectivo de un láser, ocurrido el 16 de  mayo de 1960; mas, inferirá el lector, en un país  sumido en la oscuridad, a causa  del deplorable servicio eléctrico, y en las sombras de la ignorancia, gracias a la conversión de la educación en herramienta de adoctrinamiento en una sola dirección, la de la regresión histórica, y, para mayor inri, en la total opacidad administrativa, originada en la demolición de la estructura  institucional de la República  a manos y antojo de Hugo Chávez, esa celebración no tiene sentido;  pero, nunca está demás poner los puntos sobre las íes de la irresponsabilidad e  Incompetencia nicochavista, y la ingenuidad de votantes irredentos hechizados con sandungueros cantos de sirenas antillanas, porque, si no se han dado cuenta, estamos en época de trampajaulas electoreras  — «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería», dejó dicho el canciller de hierro y arquitecto de la «triple alianza», afirmó  Otto von Bismark,  feliz sentencia   citada hasta la saciedad cuando se avizoran el horizonte  nubarrones comiciales—, y es bien sabido: el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Y hablando de piedra, aquí van las peñonazos o los tiros de la presente descarga.

Antes de emprender la singladura de habitual a merced de la corriente de presunciones y divagaciones de rigor, pensaba y creía tener claro cuál sería mi punto de partida, pero me empapó de dudas el aguacero de bienvenidas al «nuevo» consejo nacional electoral —usaremos las mayúsculas prescritas en los manuales de estilo cuando sus actuaciones le hagan merecedoras de ellas—. Encomiado por seudoopositores — disidencia chavistizada— en tanto «primer paso» en la ruta de la reconciliación y no en cuanto a zancadilla orientada a hacerles valedores de la legitimación de un régimen producto de la usurpación, el fulano traspiés no pasa de ser una golosina intoxicada con segundas intenciones. Parafraseando al camarada Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, indefectible referente teórico, práctico, éticoperético, perimpimplético, pelado y perimpimplado del menestrón rojo, se procuró dar un paso al frente y dos en retroceso. Bailando entonces al ritmo de un pasito pa’lante y dos pa’trás, Nicolás prodiga aplausos, ¡clap, clap, clap!, y se deslengua en lisonjas al chueco poder electoral, pregonándolo como órgano Ni-Ni; mas, en razón de tanta displicencia, no puede uno confiar en un colegiado digitado en una asamblea nacional írrita de nacimiento y desempeño (su invalidez explica las minúsculas). Además, ¿si el «nuevo» CNE fue producto de un diálogo sincero, tal afirmó el canciyerno, ¿por qué no se publicaron los nombres de los participantes  en la conversa?

No, definitivamente no es digno de crédito el recién parido; no, ni, aunque en el mismo estuviesen Don Cojones de la Mancha, el sabio Salomón o Pierluigi Collina, aquel respetado referí calvorota de cabeza monda y lironda, considerado el mejor árbitro de todos los tiempos según la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol (IFFHS).  ¡Ni de vaina! Sobre todo, si tenemos presente los pimpolludos elogios y los floripondios verbales derrochados en la promoción del pentágono rectoral por la parte (más) interesada en las elecciones conjuntas de gobernaciones, alcaldías y consejos legislativos, anunciadas el pasado martes, acto a contra corriente de la sensatez, pues en materia de bioseguridad el gobierno de facto no las tiene todas consigo. ¿Cuál es la intención oculta en semejante convocatoria? ¿Será acaso propiciar el contagio masivo de presentidos electores hastiados del continuismo, a ver si se reduce sustantivamente la población y será más fácil echarle de comer a los sobrevivientes?

Probablemente algunos votomaníacos dispensen de buena el beneficio de la duda al controvertido peor es nada. Y es comprensible:  conquistar el derecho al sufragio y su ejercicio «mediante votaciones libres, universales, directas y secretas» costó lo suyo, y es difícil descreer de su utilidad como medio factible de precipitar el fin del madurato. El alcalde de Chacao, verbigracia, escribió en la sección de opinión de este diario: Como un ciudadano más que anhela una salida pacífica a la crisis que atraviesa nuestro país, me uno al saludo que hacen millones de venezolanos, aquí y fuera del territorio nacional. Cabe preguntar: ¿de dónde sacó el burgomaestre la millonaria salutación a la concesión madurista? Lamentablemente siempre hay  alguien meando  fuera del perol. Afortunadamente, ese mismo día, o el anterior, el avezado Picapedrero Jorge Ramos Guerra, colaborador habitual de El Impulso de Barquisimeto, impugnaba la autoridad del presidente de Fedecámaras para, aparentemente sin consultar a las cámaras agremiadas en la patronal, manifestar su beneplácito por el nombramiento de la rectoría en liza.

En tal tira y encoje estaba el país, cuando un golpe de timón del interinato elevó el perfil de  Guaidó, lo colocó nuevamente con rol protagónico en el escenario político nacional  e impactó como un misil en el medio de la mitad del centro de gravedad del dictaduro. Fuera de base y en su peculiar aproximación al castellano, producto quizá de sus lecturas de historietas ilustradas, Nico objetó con inaudita furia y un ramillete de repetitivas e insultantes contradicciones la propuesta de una negociación para suscribir un «Acuerdo de Salvación Nacional», formulada por el joven ingeniero y político guaireño: «Nosotros hemos conversado con todos los factores de la oposición. Menos con uno: el extremista y terrorista […] Quiero que los periodistas que cubren la fuente de la política de Venezuela estén claros de que el ‘bobolongo’ vino hoy a estar pidiendo dialogo porque ellos se quedaron por fuera [] Se quedaron por fuera. Se les acabó su gobierno de Narnia». Casi de inmediato reculó sin disculparse, atendiendo la opinión u obedeciendo dictados de vaya uno a saber cuál titiritero. Su sí pero no a la oferta de la oposición democrática puso de bulto, ¡otra vez!, la raigambre sectaria de la entente milicivil enquistada en el poder desde hace 22 años;  una naturaleza excluyente  fundada en supuestos vientos bolivarianos soplando a su favor sobre el continente y, particularmente, sobre Colombia para entusiasmo y regocijo de la cúpula pesuveca.

Aunque el petroprestigio internacional del chavismo está de capa caída, algunas voces alertan sobre su injerencia en la agitación de  la nación hermana. Los colombianos, creo, no necesitaban animación externa para alzar la voz; empero es inocultable, y está a la vista,  la satisfacción de los foros de Sao Paulo y Puebla con motivo de las protestas neogranadinas. Con intermediación de la Venezuela roja, las peludas manos de los barmen cubanos podrían estar meneando cocteleras incendiarias en guarimbas de las principales ciudades colombianas. No es (des)cabello suponer tales injerencias. Fidel Castro estuvo en Colombia cuando el Bogotazo y el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán (1948). Esa visita al país andino da pie a diversas conjeturas sobre la manía exportadora de revoluciones contagiada por el castrismo al chavismo. En mayo de 1967, guerrilleros cubanos y venezolanos entrenados en la patria de Martí intentaron invadir el país, pero fueron derrotados por una fuerza armada entonces plenamente consciente de su función de garantes de la independencia y soberanía de Venezuela, frustró los planes y ambiciones expansionistas del caimán barbudo. En 1967, Ernesto Che Guevara, médico asesino a quien atribuyen más de 200 ejecuciones sumarias y  en  la mitología revolucionaria se le  venera como  semidiós,  fue capturado en Bolivia, donde intentó, inútilmente, sembrar uno de los muchos Vietnam propugnados en su mensaje a la Conferencia Tricontinental de La Habana (1966) —«¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas…!»—. En la desquiciada aventura perdió la vida y, después de muerto, las manos.

Como hemos podido ver, o más bien vislumbrar, en apretado resumen, la entrepitura madurista tiene viejas y muy profundas raíces en Cuba que linda es Cuba, pero Miami me gusta más, donde la cultivó y abonó con dogmáticos y caducos fertilizantes soviéticos y anacronismos maoístas una gerontocracia devenida en dinosaurio, prehistórica bestia aún amenazante, pues, cada día, como en el minicuento de Augusto Monterroso, cuando despertamos todavía está allí. Se fue la luz, y aquí los dejo, dando los trámites por cumplidos. Adiós.


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