América Latina no sale de una para entrar en otra. Lo más reciente es la victoria de Petro en Colombia, que seguro traerá efectos difíciles en la actividad económica, la estabilidad política y el futuro de ese gran país. Puros nubarrones.

Perú se estremece en el gobierno de Castillo, cuyas afinidades políticas e ideológicas provienen de la izquierda radical, al igual que Petro. Y así como muchos esperan que este haya sido tamizado por conceptos democráticos, de aquel casi nadie lo espera, y no se cansa en demostrar su falta de autoridad.

Chile experimenta un clima de izquierda muy peligroso. Es una izquierda cultural que pretende transmutar a la nación, no simplemente tratar de gobernarla.

El peronismo es más convencional y muy corrupto. Puede mantener el poder, pero no ha podido utilizarlo para fomentar el desarrollo que Argentina merece.

Si Lula gana en Brasil ya no tendrá el piloto automático que le dejó Cardoso. Creo que sería más autoritario porque trataría de asegurar el continuismo del poder. Y más populista también.

López Obrador quisiera quedarse, lo cual no será fácil, y México sigue fragmentado y carcomido por el narcotráfico. Cuba y Nicaragua son dictaduras sin complejos, cada una a su manera.

De Venezuela basta repetir que la controla una hegemonía despótica y depredadora, también policromática, disfrazada de algunos ropajes democráticos, y con un fuerte componente político-militar-económico.

Mientras tanto, Estados Unidos puede entrar en una crisis constitucional de pronóstico reservado, con motivo del tema del aborto. Se replegaría del hemisferio.

Panorama ominoso si los hay, en este breve e incompleto repaso. El panorama auspicioso tendría su oportunidad con fuerzas ideológicas de centro y con estadistas y servidores públicos comprometidos con la democracia. Hacer realidad ese panorama auspicioso es el gran desafío de América Latina.


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