I

La semana pasada mi hija cumplió 24 años. Ella misma me preguntó quién era presidente cuando nació, porque no conoce otra cosa que no sea el chavismo.

Mi hija estudió en un colegio que la enseñó a pensar y a razonar, así que a temprana edad ya entendía lo que estaba pasando. Días antes de su cumpleaños me preocupé un poco, porque le ha tocado vivir cosas muy duras. Es una mujer muy sensible, desde niña ha sido muy empática con el sufrimiento de los otros y este régimen no hace más que ponerle el sufrimiento de la gente en la cara.

Podemos darle gracias a Dios porque ha tenido oportunidades que muchos no han tenido. Pudo graduarse y ha podido ejercer mal que bien su profesión, pero sé que podría desarrollar mucho más su creatividad si su país le diera oportunidades y no preocupaciones.

“Yo lo único que quiero es vivir en un país normal. ¿Es mucho pedir?”, me dijo el día de su cumpleaños. Hay muchas cosas que la atan a esta tierra, comenzando por su mamá que no puede interrumpir el tratamiento contra el cáncer. Por eso no se ha ido, lo sé.

II

La organización juvenil Gritemos con Brío publicó en días pasados una encuesta que hizo entre 650 jóvenes que determinó que en este sector de la población venezolana hay un desempleo de 60,8%.

Esa es una terrible realidad a la que el régimen no le presta atención. No les interesa que terminen una educación formal, que coman lo que necesitan para desarrollar su cerebro, mucho menos les interesa que tengan la manera de ganarse la vida. Esos son los muchachos que se han quedado en el país por las razones que sean.

También el sondeo revela que un poco más de 50% de los que están empleados solo gana 50 dólares al mes. Puedo decir que eso es cierto. Conozco a muchos colegas jóvenes que han tenido que aceptar esa paga miserable. Al igual que amigos de mi hija.

Lo que hace este régimen es negarles el presente, ni siquiera el futuro. No tienen alternativa. O sí la tienen, son presa fácil de las bandas delincuenciales y del narcotráfico. Hasta de la guerrilla colombiana en estados fronterizos.

Un país sin presente no tiene cómo soñar con el futuro. Es una juventud que no espera nada, que no tiene incentivos. Y entonces recuerdo tanto cuando el difunto Chávez le decía a unos recién graduados que no tenían que aspirar a un carro, para qué, les decía. Y que ser rico es malo.

Cualquiera se pregunta qué iba a saber Chávez de movilidad social. Pero si se los ve ahora, muchos cambiaron sus humildes viviendas por mansiones y guardaespaldas. Eso no tiene nada de malo, lo malo es que lo hicieron con el dinero que han robado a todos los venezolanos.

III

Yo siempre lo pongo como ejemplo porque es mi ejemplo. Mi padre era hijo de una madre soltera, trabajó desde los 9 años para pagarse los estudios. Pero la Venezuela en la que él creció le brindó oportunidades que él supo aprovechar.

Se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela en 1945. Hizo posgrado de pediatría en Uruguay, pero regresó a su tierra a curar a los niñitos venezolanos.

Así como mi hija, hay muchos jóvenes venezolanos que tercamente siguen exigiendo un país normal. Quieren hacer florecer esta tierra como pudieron hacerlo muchos otros en años de democracia. Yo sigo empeñada en ayudarla a conseguirlo.


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