Como si no bastara la extensión y profundidad de la crisis que azota nuestro país, el régimen incansablemente agrega motivos para hundirnos de la forma más efectiva posible. En los últimos días ha puesto a funcionar esa máquina depredadora de la justicia como es el Tribunal Supremo de Justicia, cuyas últimas sentencias, en términos gruesos, significan un intento de defenestración radical de la oposición. Eliminan de un plumazo la única representación legítima que existe en el país como es la Asamblea Nacional y consagran la presidencia de Luis Parra. El segundo gran golpe es meternos de cabeza en un conflicto que nos es ajeno, como señala el editorial de Analítica: “Junto con los tanqueros iraníes resulta evidente que estamos profundizando las relaciones con Irán que iniciaron hace varios años Chávez y Ahmadinejad. Puesto que tanto Irán como Venezuela están sancionados por Estados Unidos, entre ambos se está estableciendo un vínculo geopolítico cuyas consecuencias a futuro resultan impredecibles”.

Para Venezuela sería involucrarse en una guerra que tiene más de 1.300 años completamente ajena, ¿qué sabe una persona de Petare, Catia, Maracaibo de las guerras entre esos países con otros dioses?

En un corto tiempo, el gobierno de Maduro ha derrumbado todas las caretas: intenta anular la Asamblea Nacional, y nos mete de cabeza dentro del grupo de terroristas del mundo, por su alianza con Irán, que de paso está recibiendo toneladas de nuestro oro como pago del suministro de gasolina.

Ese es el desafío que tenemos frente a nosotros a lo interno y a lo externo. Lo que parece asomarse es que el régimen ante la inminencia de su caída aplica el acelerador, da golpes casi mortales, a ello suma la significativa supresión del programa de Vladimir Villegas, en otras palabras, es declarar el fin de una cierta tregua e ir sin disimulos por la cabeza de nuestros enemigos.

En estas circunstancias, podemos preguntarnos qué les queda por hacer ante una situación en la que el conflicto está en pleno desarrollo. Es presumible que la represión se agudizará, no les queda otra salida, van a perseguir a los diputados de la AN y por primera vez en el mundo se vería una Asamblea elegida por el pueblo en prisión, en la cárcel, ilegalizados. Los medios de comunicación sentirán que las cadenas se aprietan cada vez más y que cualquier denuncia cuesta la libertad o la vida, es lo que puede significar la liquidación de Vladimir a la 1.

Todo esto puede simbolizar que Maduro está quemando sus navíos, en adelante solo habría más represión, más miseria y el silencio absoluto. El país se morirá sin gasolina, los agricultores no sembrarán, a los médicos se les dificultará asistir a sus puestos de trabajo y la oposición se callará para siempre. Para un venezolano corriente, que lo está viviendo, es lo que parece que el gobierno está poniendo en marcha, el secuestro y aniquilación de la vida en este país.

Creo profundamente que la gravedad de las acciones del gobierno se deriva de la conciencia que su fin está cercano y por eso aprietan el acelerador. Después de agotada la gasolina, que se presume será alrededor de un mes, ¿cuántos buques más puede mandar Irán, con qué recursos se pagarán?, ¿qué pasará cuando las cisternas de agua comiencen a accidentarse y deteriorarse?, ¿cómo van a responder a las demandas de alimentos de la población?, ¿cómo enfrentarán el crecimiento del coronavirus, que casi inexorablemente ocurrirá? Todas estas tragedias están en el aire, llegarán, se conocerán en el mundo entero y lo peor para todos: ninguna tiene respuesta del régimen, creíble, suficiente.

Han traspasado todas las fronteras, se ha descubierto su criminalidad ante el mundo y  su pueblo. Destruida la industria petrolera, malgasta el oro en comprar gasolina, prefiere que el país se quede sin comunicación antes que aceptar la salida de Globovisión y liquidan a Vladimir sin contemplaciones.

Por estas razones pareciera que estamos llegando al fondo del abismo y de ahí no queda sino una alternativa: morir todos, o encontrar la rendija para que el régimen se siente a negociar sin temor a ser ejecutado en el acto. Esta ofensiva lanzada por el gobierno es una acción desesperada frente a la cual hay que definirse de inmediato.

En la FANB circulan vientos de reclamo ante la situación que enfrentan sus familias, el descontento es cada vez más evidente. Es la hora del liderazgo, se abre la oportunidad para que la oposición fortalezca de forma contundente la proposición de un gobierno de emergencia, sin resquemores, se siente a establecer acuerdos. Lo contrario sería convertirnos en un país sin destino, con gentes huyendo, rechazadas en otros países, hambrunas declaradas, víctimas del estrago de la pandemia.

Es innegable que en el país se vive un momento de angustia suprema, nadie sabe cómo terminará esta tragedia, en los hogares la desesperación por las carencias se une al temor de enfrentar un futuro incierto para las nuevas generaciones, las que tendrían que estar estudiando y preparándose para participar en la vida del país.

El régimen se hundió hasta los tuétanos mostrando con desfachatez el país que seremos si no reaccionamos con fuerza y valor. Creo firmemente que este momento es distinto a los otros. Es el punto en que un liderazgo fuerte conduzca al país, insufle fuerzas y esperanzas de que podemos llegar a un camino de reconstrucción.

 


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