Lo que está ocurriendo aquí es insólito. Ahora a los venezolanos les ha dado por poner a su país patas arriba. Ante ello sólo nos queda encoger el ánimo y rememorar, una y otra vez, el conocido y simplón “aunque usted no lo crea”. En este álgido momento, los cuestionamientos de la mayoría opositora no se limitan a la figura de Nicolás Maduro y a quienes lo acompañan; sus muchas dudas y críticas también arropan a importantes líderes opositores. ¡Dios!, ¿qué está pasando?

Cual golondrina malcontenta, un gran número de compatriotas (estamos hablando de más de 60% de los votantes) lanzan todo tipo de cuestionamientos a tirios y troyanos. Es, sin duda, el detalle que nos faltaba para coronarnos como tontos redomados. En situaciones de esta naturaleza, nuestros conterráneos se resisten a pensar siquiera en el mal menor. Y lo digo sin tapujos de ningún tipo: prefiero a nuestros líderes opositores peleones, malcriados y “cabezas de ñame” (que por supuesto los hay) antes que al conductor de Miraflores y su entorno destructor de nuestro hermoso país.

No estoy en disposición de obsequiarle a nadie peras horneadas con toque de coñac. El momento político y la magnitud de nuestra crisis ya no da para más. Lo que queremos los venezolanos es vivir tranquilos, sin discriminación de ningún tipo y con un gobierno que tolere a todos nuestros compatriotas, independientemente de sus preferencias políticas. En esos pilares se afianza la democracia y los gobiernos respetuosos de la diversidad.

Ahora más que nunca, todo opositor está obligado a seguir la pauta que marcó nuestra exquisita y gran poeta Ana Enriqueta Terán: “Abrí todas las puertas inefables/ para mirar la altura de los días…”. Apoyados entonces en la unión firme y permanente, que al final deriva en mayor fuerza, podremos sortear los obstáculos que hasta ahora nos ha puesto la tiranía. No malgastemos entonces nuestra condición mayoritaria haciendo gala de la absurda imperturbabilidad abstencionista. Es imperativo que de una vez por todas aprendamos a optar; al final, el mal menor siempre será una mejor alternativa.

No puedo dejar de reconocer que el artículo de hoy está cargado de ironía. Tengo que resaltar, sin embargo, que esa fue la manera que encontré para no acumular en mí tanta tristeza. Mi intención no ha sido de causar molestias; pero en circunstancias como las actuales, se nos hace inevitable llamar las cosas por su nombre: “Al pan, pan, y al vino, vino”. En otras palabras, estamos aludiendo a un refrán popular que nos plantea la necesidad de hablar con claridad y sin rodeos sobre las cosas, a fin de arrojar luz sobre los asuntos que se discuten.

Sí, mañana será otro día. Roguemos para que el discernimiento correcto y desapasionado nos arrope a todos los que nos resistimos a que la marcha del país continúe como va ahora. Es deber de los venezolanos demócratas actuar unidos, incluso en los casos en que sea necesario hacer uso del pañuelo y taparse la nariz. Los millones de compatriotas que hoy sufren exigen de nosotros un comportamiento distendido y también marcado por la unión. Dejemos las diferencias personales o grupales para después. Creo que eso no es mucho pedir.

Para concluir tengamos muy en cuenta que, recientemente, un grupo malandro de la dictadura atacó a Juan Guaidó, sin misericordia alguna, saboteando de esa manera el derecho que tiene de reunirse con los diferentes grupos de la oposición. Que nos quede entonces bien claro: en la unión está la fuerza.

@EddyReyesT

 

 


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