Destrucción de la Biblioteca de la UDO

La situación de Venezuela cada día va de mal en peor. La catástrofe crece y persigue a los venezolanos ¡hasta en el mismísimo destierro!, tal como ocurre ahora en Perú, cuyo nuevo gobierno no ha disimulado su encono o animadversión con quien se identifique con el gentilicio venezolano. Los cuentos le ponen los pelos de punta al más indiferente, al momento de calibrar el viacrucis que experimentan los millones de compatriotas que deambulan por el mundo, tratando de encontrar la paz, la seguridad, la comida, la salud, la educación y el trabajo para sobrevivir fuera del terruño que dejaron atrás, empujados por esa pandemia de populistas que azota a Venezuela.

Maduro trata de usar la crisis de Afganistán como paraban para ocultar las ruinas del país que él ha venido destruyendo, para complementar los destrozos que inició su protector Hugo Chávez. Pero por más que cacaree sobre las bondades de la falsa revolución y por más que manipule esa crisis del Medio Oriente, le resulta muy difícil sacar de la realidad la tragedia que muestra a un país arrasado desde todo punto de vista.

Las universidades que deberían ser la punta de lanza de la estrategia de desarrollo humano y económico del país, están arrasadas por ese exterminio que Maduro ha ordenado llevar adelante y que sus socios ejecutan al pie de la letra. No hay universidad que escape de semejante estrangulamiento financiero, todas, además de tener a su personal pegado contra la pared por la hiperinflación mientras perciben salarios de hambre, no tienen recursos para hacer los elementales servicios de mantenimiento a sus instalaciones. Hay casos que causan asombro en medio de esta “normalización” con que algunos analistas miran el desolador panorama de las principales casas de estudios, como fue el incendio de la biblioteca de la Universidad de Oriente.

Y hablando de libros, otra institución que luce arrasada es la Biblioteca Nacional, esa que vio la luz por primera vez en 1883 y que en el transcurrir del tiempo logró elevarse a mejores niveles de servicios públicos, de la mano de Virginia Betancourt, una vez que fue requerida por su talento y pasión por ese tipo de gestiones, por el entonces presidente de la República Carlos Andrés Pérez. Esa trabajadora, eficiente y honesta mujer fue la pionera del Banco del Libro y todas sus iniciativas presentadas a consideración del parlamento nacional en la década de los setenta fueron respaldadas unánimemente por las fracciones de congresistas que levantaron sus manos para aprobar la Ley del Instituto Autónomo Nacional y de Servicios de Bibliotecas. Todo marchaba de maravillas, pero esos esfuerzos mancomunados están hoy arrasados cuando se observa que su edificio sede está deteriorado y por lo tanto en las peores condiciones.

Otra realidad tétrica es la que nos relata el presidente de la Fundación Amigos del Paciente Renal, Héctor Colmenares, al detallar desde el estado Lara la tragedia que amenaza con llevarse de esta vida terrenal a muchos niños y adolescentes que presentan deficiencias avanzadas de orden renal y que desgraciadamente no han podido ser atendidos con la urgencia que ameritan sus patologías y están a la espera de una cirugía que les cambie su vida. Confirma el Dr. Colmenares que “estos pequeños que sufren el doble que un adulto con esta enfermedad, requieren de una cirugía de trasplante de órgano, sin embargo, este tipo de intervenciones tiene cinco años que no se realiza en Venezuela”.

Una tragedia parecida es la que han sufrido en carne propia decenas de criaturas que dejaron de existir en las instalaciones deterioradas del hospital caraqueño J. M. de los Ríos. Mientras Maduro sigue disponiendo de los recursos financieros que administra a discreción para equipar a sus huestes revolucionarias, los hospitales continúan arrasados, tal como consta en estos ejemplos que hemos citado.

El arrase no se queda en las zonas urbanas del país, sino que arropa a toda la geografía nacional y así tenemos que “mujeres, niños y hombres del pueblo indígena Sanema son esclavizados por mineros brasileños conocidos como garimpeiros, quienes los tienen sometidos en sus comunidades desde hace 3 años aproximadamente”. Esa es parte de las serias acusaciones que han sido tramitadas en la Defensoría del Pueblo de Puerto Ayacucho, todo gracias a la tenaz labor que cumplen los integrantes de las organizaciones Kuyujani del Alto Caura y Erebato, Kuyunu del Medio y Alto Ventuari, Kuyujani Originario del Alto Orinoco y el tribunal de la jurisdicción especial indígena Tuduma Saka, todas esas organizaciones se ocupan de atender, proteger, orientar y ayudar a los indígenas Yekuana y Sanema.

Ese país arrasado es el que aspiramos a rescatar de las redes mafiosas que lo han secuestrado, debemos por eso persistir en nuestras luchas, porque más temprano que tarde lograremos de una vez por todas liberarnos de ese secuestro.


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