No hay que ser muy zahorí para saber que Nicolás Maduro no gana unas elecciones con garantías mínimas ni que tenga como contrincante al líder “opositor” José Brito. Pero el escenario del heredero de Chávez ante María Corina Machado es una derrota segura, aplastante y humillante, lo que es incompatible con la arrogancia revolucionaria.

La situación para Maduro es aún peor si se tiene en cuenta la posición psicológica con la que se aproxima a María Corina. Las constantes alusiones a su apellido y a su origen social delatan una afectación en el alma que puede producir consecuencias lacerantes. Es lo que explica Gregorio Marañón en Tiberio: historia de un resentimiento, que diagnostica una úlcera en el alma del resentido. El resentimiento es una fuerza en la política y convierte la vida en un infierno permanente para sí mismo y para el entorno. Esta obsesión por impedir la candidatura de Machado encuentra explicación en la obra del gran escritor español.

De ahí que más allá de perder el poder, un enfrentamiento electoral con María Corina sería una paliza al ego de los revolucionarios. Entonces, existen dos razones para no aceptar una elección con garantías: perder el poder y sufrir una humillación ante una mujer. Estas circunstancias han motivado al régimen a desatar lo que denominan la “furia bolivariana”, que es simplemente lo que les gusta hacer: perseguir, reprimir, insultar y someter. Desde el alto gobierno y desde el canal del Estado el mensaje de odio invita a la agresión. Es la violencia verbal que también se traduce en violencia física. No son otra cosa que los métodos antidemocráticos propios del fascismo y del castrismo.

La persecución a mansalva contra los opositores reales (no simulados) constituye una prueba adicional para el expediente que reposa en la Corte Penal Internacional. En este sentido, el Parlamento Europeo en su Resolución 2024/2549 (RSP), numeral 10, apoyó “plenamente las investigaciones de la Corte Penal Internacional y la Misión independiente de determinación de los hechos de las Naciones Unidas sobre los delitos y actos de represión generalizados del régimen venezolano y pide a la Unión que apoye las investigaciones que se están llevando a cabo actualmente en virtud del Estatuto de Roma sobre los presuntos crímenes contra la humanidad para exigir responsabilidades a los autores”.

Por otra parte, este plan de llevar a cabo unas elecciones a la medida de Maduro, con selección de candidaturas artificiales solo puede ser vencido con apoyo internacional. Hay que reconocer que la oposición no tiene suficiente fuerza para impedir una nueva engañifa electoral. Hay muchas razones, como las divisiones, los egos y la falta de responsabilidad histórica y política de un sector del liderazgo.

Pero amenazar constantemente a Maduro y a los miembros de la nomenklatura con que serán enjuiciados y terminarán en la cárcel hace que se atrincheren aún más, pues no se van a exponer a perder sus privilegios y acabar en prisión. Hay que invitar a una tregua política y darle todas las garantías al chavismo-madurismo de que no serán perseguidos en un nuevo gobierno. Es necesario que los líderes opositores lean sobre la vida de Nelson Mandela, quien luego de 27 años en la cárcel no salió para vengarse, sino para unir a su país y sacarlo adelante.

El mensaje debe ser claro. Una victoria de María Corina es para conciliar los distintos sectores, promover una tregua política de largo aliento y buscar espacios de entendimiento. Ese discurso llegaría a la base chavista y al sector militar. De ahí que la líder opositora debe aplicar los principios inspiradores del Pacto de Puntofijo. Cambiando lo cambiable, ese acuerdo político debe ser una referencia, pues a Venezuela le hace falta un acuerdo de convivencia.

Elevar el tono conciliador en el discurso de María Corina puede ser una contribución para neutralizar el mensaje de odio y de violencia que entraña la “furia bolivariana”.


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