Esto es nuevo. Nunca había pasado algo así. Después del espanto, el dolor y la indignación, esta fue la reacción instintiva —y correcta— que muchos tuvimos ante la barbarie desplegada por Hamás.

A pesar de las incontables tragedias que ha sufrido Israel en sus 75 años de historia, de ataques sorpresa y atentados terroristas, nunca había vivido un asalto de corte militar en contra de su población civil a esta escala.

Las escenas mostrando terroristas asesinos deambulando tranquilamente por las calles y asesinando o secuestrando indiscriminadamente a sus víctimas son tanto crueles como inéditas. Nunca antes el terrorismo había golpeado tan ferozmente al corazón de la sociedad israelí.

El horror que nos produce la barbarie de Hamás no debe, sin embargo, nublar la visión de otras situaciones inéditas que se están dando en la política israelí. Ya antes del ataque, el país estaba enfrascado en una crisis política sin precedentes. La polarización en Israel es tan profunda que, para formar gobierno, el primer ministro Benjamin Netanyahu ha estado dispuesto a aceptar las radicales condiciones exigidas por minúsculos grupos políticos.

Nunca se había incluido en un gobierno israelí a los políticos más virulentos de la ultraderecha de ese país o a los religiosos ultraortodoxos. Estas minorías extremistas logran imponer desde el gobierno radicales políticas que afectan al resto de la población. Hasta ahora Israel no había tenido que ir a la guerra con una sociedad tan dividida.

Pero no es solo en el Medio Oriente donde reina el “nunca antes”. Lo mismo está sucediendo en Estados Unidos. Allí también un minúsculo grupo de congresistas republicanos de extrema derecha lograron sacar de su curul al jefe de la bancada republicana Kevin McCarthy a mitad de su período —cosa que tampoco había sucedido antes—. En España, y otras democracias, la tiranía de las minorías genera regularmente situaciones nuevas.

Las situaciones sin precedentes no solo tienen que ver con la política, la guerra o la economía. La más importante de las situaciones inéditas que hoy vive el mundo es el cambio climático. Nunca antes la temperatura del planeta había subido al ritmo que lo hace hoy. Los científicos marcan con real alarma el avance del fenómeno, que nos lleva a escenarios absolutamente novedosos.

Tampoco habíamos visto una crisis migratoria de la envergadura de la que se está viendo en la frontera sur de Estados Unidos o en la cuenca mediterránea de Europa. Y apenas empezamos a entender las formas en las cuales la depredación ambiental fomenta niveles nunca antes vistos de emigrantes.

En el terreno de lo inédito, no todo es malo. Nunca antes la gente —al menos los privilegiados por el acceso a la tecnología— habían podido trabajar desde su casa. Los números de quienes ahora trabajan de manera remota son enormes y sus consecuencias inéditas. La cantidad de oficinas vacías en Londres o Estados Unidos ha alcanzado su punto más alto en 20 años. Lo mismo está sucediendo con la educación a distancia o la prestación de servicios de salud. Nunca antes la distancia física había sido tan intrascendente para la vida de tanta gente.

Y en el campo científico, los nunca antes se multiplican cada vez más vertiginosamente. Nunca antes la humanidad había tenido la capacidad de editar con precisión el código genético de los organismos, tal como lo permiten tecnologías de punta como el CRISPR/Cas9, que permite alterar el ADN de cualquier organismo.

Y nunca antes nuestra capacidad para alterar el código genético había sido lo suficientemente sutil para permitir la manipulación del ARN-Mensajero con fines terapéuticos. Esto lo logró Katalin Karikó, la ganadora del Premio Nobel de Medicina del 2023, por las investigaciones que permitieron desarrollar las vacunas modernas contra el COVID-19.  Y ya comienza a entenderse que la Inteligencia Artificial no es tan solo un software más, sino que constituye en sí un histórico “nunca antes” que puede acabar con la civilización tal como la hemos conocido.

En este mundo sin precedentes, ocurre más de todo, y más rápido. Una geopolítica fragmentada, y un ecosistema global vapuleado dan pie a riesgos existenciales para el género humano, al tiempo que los avances de la ciencia y la tecnología nos empoderan de maneras inimaginables. Esto tendemos a celebrarlo, pero tiene su lado oscuro: Hamás cometió sus crímenes combinando tácticas medievales con tecnologías actuales.

Y para quienes nos toca vivir estos tiempos, esto hace mucho más difícil pensar a futuro. Porque como seres humanos nuestra tendencia es siempre a tratar de predecir lo que viene con base en lo que ya ha venido. Pero cuando tanto de lo que pasa es nuevo, esa táctica tiende a fallar.

Mientras nos quedamos viendo por el espejo retrovisor, el futuro se nos escapa.

@moisesnaim


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