Con este escrito continuamos nuestras reflexiones sobre la necesaria migración que ocurrirá durante los próximos 50 años desde las ciudades y hacia aldeas.

La profundidad, miseria y caída de nuestro país se da en la conjunción de la pandemia con lo digital, el cambio climático y la contaminación. Emerge otro mundo que viene de la globalización de la cultura occidental, a la que dejará muy atrás.

La peste

No es la primera y tal vez no sea la última. La historia y el tremendismo nos cuentan e ilustran de sus visitas que obligaron a las personas a revisar su condición y arreglar sus cuentas con la muerte, solicitando la intercesión de santos y deidades. Esta vez, y por ahora, ha quedado en relieve la ausencia de preparación y la desigualdad social e internacional. La miseria, superpoblación y congestión en las ciudades.

No es posible medir la magnitud ni profundidad de las huellas que las pandemias dejaron en el acopio de la cultura humana: fatalismo, percepción de lo transitorio de la vida, el castigo del pecado, la proximidad del mal, la necesidad de ayuda trascendente, cinismo, amargura y escepticismo ante lo efímero de la vida…

Hoy los medios de comunicación, las redes y los chismes vecinos, con la frecuencia sádica de una información de verdugo, les agregan a las pérdidas las espirales de la angustia.

Esta será mucho más que una huella o un recuerdo: quedará en el patrimonio común, en el modelado de lo humano.

El cambio climático y la contaminación

No es fácil ni sencillo ubicar causas y efectos. La contaminación y el cambio climático, que arropan a todo el planeta.

El crecimiento económico, que se disparó con el industrialismo y la expansión de la cultura occidental, vino como una suerte y como una competencia inteligente que no solo incrementó la producción, sino que legitimó tanto la ciencia como la habilidad para disfrazar al dominio como comercio. Una industria, de agregaciones de materiales sobre materiales ya extraídos, sin miramientos, de la misma tierra, con particular intensidad –y profundidad– de los venenosos combustibles fósiles.

La contaminación por esas quemas coincide con cosas de la Tierra: lo complejo de los climas.

¿Rotación de la Tierra?, ¿dinámica de las aguas caídas o vertidas desde los continentes? ¿consumo de carne y desforestación? Las listas de causas y orígenes se abren como abanicos.

Sus daños tocan a todos, pero con dimensiones catastróficas a las ciudades construidas con fidelidades ciegas, en costas y vecindades marinas.

Lo más evidente y sensible se revela en los encuentros y acuerdos mundiales (Acuerdo de París 2015, recientemente renovado), pero poco se dice de la inevitable torpeza de construir ciudades cada vez más grandes y monstruosas, en las playas.

Lo digital

Apenas ha comenzado, pero la condición genética y procreativa de sus instrumentos hace que a la vez enamore y asuste. No solo crece intensamente, sino que sus cursos parecen ser tan poco atrapables y perceptibles como las pandemias y las contaminaciones.

Es claro que entusiasma el incremento y autonomía en la producción, el teletrabajo y la comodidad cotidiana de robots u autómatas. No es poca la literatura y las imágenes que auguran guerras y supremacías ya tan familiares a la gente. Pero el susto más inminente es el reemplazo de los humanos por las máquinas y la perdida, a la vez, de puestos de trabajo y sensibilidad y profundidad en la relación con ellas.

Las aldeas

Una manera usada prioritariamente para prevenir la contaminación es el aislamiento y la “distancia física”.

Al aproximarnos a las aldeas resulta que se trabajará sin necesidad de sea presencial, que son aislables unas de otras con mayor facilidad que las apretantes ciudades. Que se pueden construir o mover lejos de playas y zonas inundables. Que se pueden producir energías diversas, no contaminantes, incorporando a ello a cada persona. Que el desempleo puede ser reemplazado por reducción en las jornadas de trabajo. Que habrá Continuidad con la Naturaleza lo que permitirá su mejor comprensión.

[email protected]

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!