Llenan los noticieros y las redes de chismes las convulsiones en Latinoamérica. Mayormente aparecen como conflictos de calle con los gobernantes bajo las sombras y amenazas, veladas o ya acostumbradas, de golpes de Estado y autoritarismos militares. Las caídas económicas y la miseria generan mantos de dudas e incertidumbre por las que se cuelan las propuestas y actitudes de partidos y nuevas agrupaciones que no logran superarlas. Crece la desconfianza y el descreimiento que llega a sentirse como un prejuicio: la incapacidad de los latinoamericanos para comprenderse a sí mismo y a sus características históricas y ecológicas: los fracasos de las gestiones forman parte de un trágico folklore.

 

La independencia y la modernidad occidental

Para su independencia del imperio ibérico a Latinoamérica concurren por lo menos dos grandes eventos: el de Napoleón, su modernidad, sus guerras y avalanchas que ya habían conquistado a España y reemplazado a su rey y la independencia de Estados Unidos con el ideario y las convulsiones de la Revolución francesa.

El ideario independentista, ya concertado en Inglaterra llega personificado en los precursores Miranda, Bolívar, O’Higgins, San Martín y otros.

Muertos o desaparecidos ellos, se corta lo que habría podido ser el inicio de ese curso nunca culminado de occidentalización. Guerras y conflictos que implican muchos obstáculos y desviaciones, provenientes de las herencias del domino ibérico con su religión, lenguajes y estructuras sociales marcadas por el latifundismo cuasi feudal y el exterminio y persecución de los nativos.

La democracia partidista, poco comprendida y participada, no logra realizarse en instituciones estables y acatadas. La producción, salvo contadas excepciones, no logra hacerse industrial y superar los niveles agropecuarios. Los referentes racionales y científicos no cuajan como maneras de aprender, crear y comprender su propia diversidad.

Así, no puede hablarse de crisis latinoamericana porque Latinoamérica no llegó a conformarse como una nación o como una cultura unificada.

Su occientalización se queda trunca cuando esa cultura occidental, que se ha expandido por todo el mundo, ya ha comenzado a hacer crisis. Lo digital, los robots y automatizaciones, la conectividad, ahora en generalización creciente obligada por la pandemia, son algunos de los instrumentos de esas culturas emergentes.

Ya no serán las ciudades, con su costo humano y contaminación las que marcarán los logros. El esplendor de los megaedificios mostrados por chinos y emires, quedarán como monumentos y curiosidades excéntricas del pasado. Dentro de 50 años hablaremos de la diversidad posoccidental. Otro será el panorama y otros los referentes de la cultura y el saber, y es hacia allá hacia donde deberían orientarse los países latinoamericanos.

Pero si crecen las ciudades, su saturación y contaminación, sus barrios y favelas que, como fatales relicarios, las marcan.

Se unificó como colonia

Aun cuando Iberoamérica vista desde entonces aparecía unificada como colonia, con reyes,  virreyes y gobernadores, una religión, un idioma, excluyendo el vecino portugués, era una unidad superficial que escondía una profunda diversidad que habría de demandar proyectos de similar profundidad y diversidad.

La independencia se levantó con el ejemplo occidental

No obstante, en todos los países y regiones se levanta la pretensión de occidentalizarse, que no logra superar su condición de productores de materias primas que mantiene una dependencia congelante: ni se realiza occidente ni se generan proyectos alternos.

Los conflictos, muy numerosos y variados, congelan la creación haciendo derivarla en maneras de destruir a los contrarios y preservarse en el poder económico, político y militar.

Todo esto cuando la cultura occidental ya se ha expandido por casi todo el mundo, ha alcanzado sus máximos logros en la industria y la ciencia. Hibridándose en las maneras políticas que van desde democracias amplias como las de Europa y Norteamérica hasta autoritarismo confeso y rendidor como el de China.

Llegamos a posoccidente

Expansión y superación de la cultura occidental.

Esa expansión de la cultura occidental por buena parte del mundo comienza a topar sus límites cuando lo digital, los autómatas y robots reemplazan a la racionalidad moderna con sus maneras de comunicarse y producir, y construir con esos instrumentos, nuevas variantes culturales.

No obstante esa subida y bajada de la cultura occidental, parece no haber llegado a Latinoamérica que sigue contorsionada en su conflictos internos y pobreza, agravados ahora por la cruda y cercenante pandemia.

Las aldeas

Nuestros proyectos y los argumentos que habrían de sustentarlos, adecuados a nuestra diversidad son tareas pendientes. Se habrán de concebir con los referentes del mundo posocidental, y también diverso, que ahora emerge. Mundo de las distancias en el trabajo, la administración y la conexión, de otra salud y de otras enfermedades. De muchas maneras de disfrutar lo humano.

 


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