Tokio

Con este escrito continuamos la relación a Un Mundo de Aldeas que ya presentamos la semana pasada, cuando mencionamos que la pandemia actual, en su grave tragedia, había prestado oportunidad para la emergencia y uso de recursos virtuales, digitales, automáticos que permiten el trabajo, su ejecución y dirección sin la presencia física de la persona.

Hay 10 ciudades con más de 20 millones de habitantes:

Cifras muy sonoras que expresan problemas crecientes: miseria, contaminación, conflictos sociopolíticos… cosas que acompañan la occidentalización, la globalización ya mencionada y que, paradójicamente, son los argumentos para pensar y proponer el tránsito hacia las aldeas.

Son referencias de la aun actual y creciente tendencia de la gente a vivir, migrar y concentrase en ciudades. Han sido atractivas para estar o para vivir en ellas. Hasta la incertidumbre y el miedo las hace atractivas y donde el aventurero, con unos valores frágiles de su ancestro campesino, podrían llevarlo a desatinos, bandas o pandillas. A las posibilidades de conseguir trabajo, variedad para comprar o vender, aprendizaje y seguridad, se le agrega, con no poca fuerza, su encanto. La ciudad se las arregló para ser atractiva, con mitos, reliquias, monumentos, riquezas y centros de esperanza. Opciones tanto para encontrar pareja y hacer familia, como para sentirse estar en la pomada, en el desafío, en la búsqueda del tesoro, o en lo que domina y supera la rutina. Las artes, los cultos religiosos, la diversión y el espectáculo, la vecindad del poder y sus símbolos: un embeleso que abona el atrevimiento y la frecuente ruptura o abandono de lo que se ha sido o tenido.

Así, se forman vecindades comprometidas con bancos y corporaciones, partidos y líderes políticos, personas, grupos o proyectos legales o ilegales. Repartos de dominio territorial y complicidades con poderes locales o autoridades que derivan en barrios o favelas con fisiologías complejas que no siempre son fáciles de comprender.

En Venezuela se dio ese embeleso que cultivó lo que han llamado rentismo petrolero, que nos gusta nombrar “petrofilia”, que resultó ser, no solo una fuente de trabajo, sino una manera de vivir de un tesoro que siempre fue de otro y que nos llevó a la ruina y autoritarismo vigente.

El crecimiento de las ciudades ha continuado y continuará tanto como su contaminación. Las zonas edificadas sobre la tierra han aumentado 2,5 veces desde 1975. La mitad de toda la tierra habitable se usa para la agricultura. Del resto, 37% aún se deja para los bosques, 11% como pastizales y sabanas, un 1% para la protección de las aguas dulces y apenas 1% como áreas urbanas o urbanizadas e infraestructuras.

En las áreas utilizadas para pastoreo o crianza de ganado también se encuentra una distribución inadecuada del uso de la tierra, entre el ganado y el cultivo de los vegetales para consumo humano directo. El ganado se lleva 77% de la tierra agrícola.

El crecimiento de la población total, que acompaña al de la población urbana, está vinculado a la fertilidad femenina que ha seguido una dinámica particular.

La población total se ha incrementado en esta secuencia: 5,3 billones en 1990, 7,5 billones en 2015, 8,5 billones se alcanzarían para 2030 y 0,7 billones para 2050.

Mientras estas cifras remontan, la rata total de fertilidad, el número de niños nacidos por cada mujer, aun cuando varía mucho de un país a otro, se estimó como la más alta en Nigeria en 2013 con 7,03 niños nacido por cada mujer, en tanto que la más baja era de 0,03 en Singapur. No obstante, la tendencia dominante va hacia la reducción de la fertilidad, lo que parece acompañar el proceso de occidentalización. En Europa es de 1,55, en 2019 en Estados Unidos fue 1,7. En Japón en 1918 fue de 1,42 con un envejecimiento creciente.

Para 2011 la edad promedio para el primer parto en Estados Unidos fue de 2,03 niños por mujer, a la edad de 26,6 años y, como cosa nada curiosa, 40,7 % de los nacimientos venían de mujeres solteras.

Revisando todo esto encontramos que, a pesar de su aumento, la población urbana se estabilizará durante los próximos años, y llegará a unos 10.000 millones dentro de 50 años, que es el tiempo durante el cual estimamos que se dé la derivación y transmigración de las ciudades hacia las aldeas. No solo aumentarán los infortunios y tragedias de la vida urbana, sino que madurará el proyecto de Un Mundo de Aldeas, de vecindades próximas para la intimidad, la confianza y el manejo a distancia de la producción y la administración.

Seguiremos con estos temas el fin de semana.

 


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