Luego de una semana de fraude, pandemia y navidades inciertas, continuamos nuestras reflexiones sobre el transporte y la necesaria migración desde las actuales ciudades a Aldeas, en el curso de los próximos 50 años.

Aun cuando el transporte de personas o cosas es casi tan antiguo como los hombres mismos, en los últimos siglos se ha ido incrementando, tomando las pautas de la globalización de la cultura occidental. Se le hacen cambios y reformas, pero ellas son solo remedios que no cambian su naturaleza.

Autos eléctricos o voladores, drones, trenes entubados, autobuses autónomos. Una larga lista de ingenios que rivalizarán por ocupar prioridades.

Ahora la persona tiene que levantarse temprano, tomar un auto propio o público para ir a las estaciones o paradas de trenes o autobuses. Al llegar al terminal de su ruta deberá otra vez trasladarse caminando o en otro transporte público a su sitio de estudio o trabajo, eso lo hará para ir y regresar, es lo que llaman commuting, con el consiguiente costo, desgaste y daño a su salud. Ocurre algo similar para transportar objetos y productos deben someterse a las pautas que el sistema obliga: horarios, rutas, estaciones o puertos, calles, vías o carriles, luces y señales…

A lo anterior se agregan los problemas que vienen con la contaminación y el cambio climático. Los transportes funcionan con combustibles mayormente de origen fósil, con emanaciones, espacios y movimientos que se agregan a los daños y congestiones urbanas. Una calle saturada de vehículos en conflicto con los transeúntes es una imagen de progreso. Es la ciudad. Es el sistema de transporte con sus enormes costos, esfuerzos y conflictos.

Luego de la pandemia y la puesta en práctica de recursos para el trabajo y la administración a distancia, no presencial, además de la automatización y la robótica, se reducen los tiempos y las distancias tanto en la comunicación como en el traslado de objetos o personas. Eso crea las condiciones para el cambio del concepto: en lugar del ser el sistema de transporte lo prioritario, lo habrá de ser la persona. La pandemia ha activado servicios de delivery que funcionan para alimentos, vestido o necesidades hogareñas, agrícolas o industriales, que serán transportadas en vehículos adecuados en distancia, tamaño y velocidad. El transporte se adapta así a las exigencias específicas.

Lo anterior tiene que ver con la migración de las ciudades a Aldeas. El transporte se humanizará. La persona irá donde quiera, dentro o más allá de su Aldea, se relacionará con los vecinos y amigos del camino, en un ambiente respetado, cultivado y respirable, con horarios de trabajo reducido y con tiempos y espacios para el disfrute, la creación y la vida comunitaria. Si tiene necesidad de ir más lejos o enviar cosas podrá ocurrir a alguno de los servicios similares a los que ya existen, sin tener necesidad de un vehículo particular, sea el que fuere.

La vida aldeana supone cambios en la movilidad, la comunicación y las actividades sociales y productivas: el consumo, ahora atrapado en las exigencias del mercado y la competencia, se reducirá considerablemente. Muchas cosas se mostrarán en su inutilidad material o afectiva, pero, además, revelarán el daño contaminante. Buena parte de ellas quedarán para los museos en los que se convertirán las ciudades de ahora.

[email protected]

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!