Ahora los venezolanos se han visto obligados a fugarse de la dictadura y su miseria. Van por el mundo la frescura y riquezas de su bello mestizaje.

El arte le da forma a una percepción, a un estado interior o a la combinación de ambas cosas, de manera que pueda propiciar en el otro un efecto, actitud o estado estético, una cierta disposición al placer, a la intriga o al padecer.

La forma puede ser más o menos convencional. Cuando es convencional decimos que es un lenguaje. El lenguaje puede tener mayor o menor rigor, lo que atiende a la normas de composición, gramaticales o lógicas.

Tanto el artista como el perceptor pueden romper las normas, salirse de las convenciones, lo que puede traer oscuridad pero también aventura.

La  expresión puede atender a la manera de decir o a la condición o novedad de lo dicho, pero, en todo caso, tiene que ver con lo que pasa en el interior  de la persona o grupo cuando percibe objetos estéticos.

Hay competencias, recursos y modos de expresión que perduran a través del tiempo y las distancias y tanto el artista como el perceptor tienen la libertad de aventurarse, de viajar, llevar, traer o mezclar de un lugar a otro, de un momento a otro.

Lo expresado y su estilo pueden concitar mayores o menores complicidades. Las complicidades son convergencias que, atendiendo a su densidad o frecuencia, corresponden, en mayor o menor medida, con lo que podemos llamar los hitos de una cultura. En ese curso el artista puede ser – y ha sido- un creador trascendente que deja huellas para el mayor disfrute e intensidad de la vida y sus historias.

Lo digital

Como lo hemos repetido varias veces, la peste resulta un marcador histórico que acentúa lo Digital. La incursión en lo cotidiano de maneras de buscar y encontrar, de instrumentos, robots y autómatas que parecieran estar en un curso de búsqueda de poder similar al humano. A veces asusta, sobre todo cuando cae en el tremendismo mercantil. Pero en realidad potencia la creatividad en cuanto a lo que aporta al creador para moverse, ir, regresar y combinar recursos o memorias; para hurgar o crear emociones. Los linderos académicos entre las artes se extravían. Así dotados los artistas pueden explorar a los humanos buscando o despertando en ellos espacios para la auto comprensión y la comunicación múltiple, con mucha gente y sus sutilezas. Se puede lograr una flexibilidad tal que la obra pude ser una simple concitadora que provoca la intromisión, la participación y, con ello, la reconstrucción.

Las maquinarias

Como toda comunicación la obra de arte no existe sino hasta que alguien la percibe, la construye. No obstante, más allá de la libertad y densidad de su creación y percepción, tanto en el arte como en el deporte y el deportista, en las ciudades se crean maquinarias que imponen formas, al punto de propiciar el extravío del creador. Academias, museos, galerías, medios de comunicación arman una proforma que termina por estandarizar tanto a los creadores como a los espectadores. Al punto de que tanto el artista, como el deportista terminan convirtiéndose en un espectáculo.

A esas maquinarias se agrega lo que hacen crecientes empresas y sus instrumentos digitales y algoritmos (Amazon, Facebook, Google…), que entran en la intimidad y hábitos de las personas logrando el conocimiento de sus características y vocaciones y, con ello en su poder, determinar gustos, fidelidades y compras. Un poder que uno pensaba que era particular de líderes y caudillos que, con poder y una gran sensibilidad, generan acólitos y permanencia.

Además del engaño que ello conlleva,  se le resta densidad a la vida al restringir la creación artística y el placer o angustia que ella genera. La dignidad y libertad que debe ser consiguiente a lo humano.

La aldea

La Aldea puede generar constricciones próximas, vecinales, que pueden ser tan restrictoras como las maquinarias ya mencionadas. La historia nos cuenta los cursos de creadores que tuvieron que pagar duras esperas y postergaciones para lograr reconocimiento. El arte a veces tenía que colarse con trajes de santos.

Pero la Aldea, dentro de cincuenta años no romperá con la historia, ya tendrá en su herencia tanto sus vocaciones conservadoras como el recuerdo de las maquinarias urbanas y podrá prevenirlas. Al cultivar sus propias maneras, incluyendo en ellas el orgullo por sus creadores, se abrirá a los aprendizajes y cultivos. Seguirá ocurriendo que una buena porción de ellos nunca lo logrará, pero los que lo logren resultarán imprescindibles, indispensables para el disfrute de la aldea y la vida en ella.

Todo lo anterior tiene que ver con la libertad y la dignidad. Con la libertad porque es la conciencia de la posibilidad, y la dignidad porque es la condición de acometer lo imaginado.


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