En septiembre de 2015, líderes mundiales aprobaron en el seno de las Naciones Unidas la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que en su momento se definió como “un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad”. Quedaba tácito que la nueva agenda global representaba una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendieran iniciativas para mejorar la vida de todos. Y lo más importante, “sin dejar a nadie atrás”.

La Agenda cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) -realmente son los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad- que incluyen desde la erradicación de la pobreza hasta el combate al cambio climático, pasando por garantizar la educación, la igualdad de la mujer y la defensa del medio ambiente.

Ahora el desafío es mayor porque el mundo actualmente se enfrenta a la pandemia del coronavirus, que no es solo una emergencia de salud pública, sino que afecta todos los sectores de la sociedad. Ante esta nueva realidad, ¿cuánto tiempo queda para cumplir con los ODS y las 169 metas que también comprende la Agenda? La respuesta es una década y me pregunto: ¿es tiempo suficiente?, ¿estamos contrarreloj?

Las respuestas a esas preguntas son relativas, pues dependen de muchas variables. Lo que sí es un hecho es que para la consecución de los objetivos es necesario que todos participen activamente. Si bien los ODS suponen una continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), presentan una importante novedad. Para poder cumplirlos, además de los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil, los organismos internacionales involucraron a las empresas.

Los ODS reconocen el papel del sector privado, desde las microempresas hasta las multinacionales, como motor del crecimiento económico, de la productividad y de la generación de empleo. De las compañías se espera que se valgan de la creatividad y de la innovación para resolver problemas relacionados con el desarrollo sostenible.

Así que las empresas desempeñan cada vez más un papel fundamental en las estrategias y planes globales de organismos internacionales. Con esto quiero decir que son un factor clave para cambiar o mejorar los actuales modelos de producción y consumo, con el propósito de ser responsables, por ejemplo, con el ambiente y los recursos naturales.

Al comienzo compañías pusieron en práctica su contribución a través de la acción social. Las colaboraciones ahora pueden ser más sofisticadas. Los ODS suponen un nuevo marco para las empresas al momento de planificar, desarrollar y comunicar sus iniciativas de Responsabilidad Social Empresarial.

De hecho, algunas compañías, en mayor o menor medida, han incorporado los objetivos de la Agenda 2030 en sus estrategias, teniendo en cuenta diversos factores como el contexto, el sector, las comunidades y el ambiente.

También han descubierto que las prácticas en sostenibilidad optimizan su competitividad y rendimiento: una gestión eficiente de los recursos se traduce en menores costos, el desarrollo de productos de valor añadido que despuntan en los mercados, la satisfacción de los clientes cada vez más exigentes en cuanto a buenas prácticas empresariales y el bienestar de los empleados que redunda en su productividad.

Llegó la hora, entonces, de acelerar las acciones. Solo quedan 10 años para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, sin duda, las empresas pueden contribuir con soluciones. Ese es el desafío al que también se enfrentan hoy.


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