Por bondad de su autora accedo a la gratificante lectura de una magistral pieza narrativa titulada: “Desde la venganza”, relato inédito que me confirma lo que ya sé desde que leí sus impresionantes libros de narrativa, a saber: Magia de páramo, Al día siguiente todos los caminos amanecen abiertos y Malaventuras. Se trata de una de las sensibilidades estéticas más portentosas de la narrativa y de la ensayística venezolana de la última mitad de la pasada centuria.

Dueña de un inusual dominio expresivo de la lengua castellana y poseedora, ex aequo, de un vasto dominio de insondables conocimientos de la cultura universal y particularmente de los inmensurables continentes de subjetividad artísticos y literarios que sabe recrear con prosa proteica y de acabadas perfectibilidades idiomáticas ataviando prolijamente la riqueza lingüística de nuestra lengua materna con giros expresivos y lexicales poco frecuentes en la literatura venezolana.

Los tiempos verbales de este relato que ahora comento se cimentan en un juego cronológico que combina el prolijo ayer en forma de pretéritos de la memoria con el complejo y evanescente presente que bulle y reverbera cual río caudaloso de hechos y situaciones empíricas y subjetivas de substanciosa vigorosidad literaria. Leer la narrativa de Josefa Zambrano Espinosa es entrar en un sueño hecho de materia verbal que se alimenta y enriquece con anécdotas tejidas en la realidad real pero elevadas a cimas de ensueños imaginísticos. Este relato que concita mi atención crítica transcurre en la cosmopolita ciudad de Nueva York y sus protagonistas, Isabel Astrid y Caresse dan cuenta de sus memorables personajes, dueños a su vez de unas estructuras psicológicas de personalidad de suyos complejas. Isa y Caresse patentizan con jubiloso

gozo sensitivo, desarrollan una singular Ars amandi que lleva a cimas de admiración un discreto y sutil erotismo donde predomina el enigmático arte de la fotografía, el disfrute y placer de la contemplación de obras de arte en galerías y templos sagrados de inobjetable prestancia y universalidad artística. La amistad  entre Isabel y Caresse hilvanada por la autora de esta pequeña joya narrativa viene de sus tiernos años juveniles de bachillerato y se afinca sobre cimientos familiares que son trascendidos por la fuerza aluvial de esos torbellinos vertiginosos que conlleva el deseo trocado en tsunami de la pasión atizada por las brasas del deseo. Personajes de aristocrática estirpe que ostentan con discreta y elegante sobriedad joyas y adminículos del tipo reloj Cartier o llevan perfumes Chanel 19 o medias de seda o un discreto Chevalier en el dedo meñique. La narradora escribe desde una intensa y plena vivencia el entorno antropológico de sus relatos y lo hace al modo de una cámara de filmar cuidando al más característico modo proustino; atendiendo meticulosamente la relevancia y trascendencia del detalle narrativo por más nimio o tópico que aparente en la estructura anecdótica del cuento. Solo la plena conciencia del complejo arte de narrar y el concienzudo dominio de sus intríngulis y de las subyacentes estructuras psicológicas profundas de los personajes pueden darnos la autorización a considerar a los sujetos actanciales del relato como hechuras de los poderes demiúrgicos del narrador.

Cada vez que la vida me trae la maravilla de poder acceder a la lectura de una pieza narrativa de esta formidable narradora venezolana lo celebro con inocultable júbilo espiritual y proclamo a la ciudad y al mundo la fuerza jovial de una voz narrativa como la de Josefa Zambrano que sobresale con creces dentro del panorama literario venezolano con el estruendo de la humildad y discreción que únicamente pueden exhibir las piedras sentimentales a las que el poeta Rabindranath Tagore se ufanaba cantarles.

 


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