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Venezuela le debe 11 millones de dólares a la Organización Panamericana de la Salud. Son obligaciones contraídas desde 2017. Pero, en tiempos de pandemia, el peso de esta deuda es inconveniente, por decir lo menos. La OPS le achaca la acreencia al país, lo cual es más que una generalización. Debería puntualizar que el que debe es el régimen de Nicolás Maduro que no tardará en culpar a Estados Unidos y sus sanciones por el deterioro en sus arcas, de las cuales, por cierto, salen dineros que no necesariamente benefician a la población.

Así que la OPS no mandará vacunas gratuitas, como sí lo hará con otros 10 países de la región, considerados pobres. Vencidos los plazos para solicitar las inmunizaciones a través del Fondo de Acceso Global, habrá que comprarlas, pero no a precios moderados sino a su verdadero costo, a menos de que se paguen las deudas con la organización regional. Descartada la provisión a través de la OPS, la alternativa para los venezolanos es la que les han intentado vender desde el principio: la vacuna rusa Sputnik V, sobre la cual existen más dudas que certezas por la poca información que sobre ella y sus resultados ha suministrado el gobierno de Vladimir Putin.

Lo anterior constituye un crimen. Sobre todo si se da por cierto que hay cuentas en Suiza que guardan más de 10.000 millones de dólares de corruptos y testaferros, recursos provenientes de las arcas de la nación. Con una mínima parte de ese dinero se podrían comprar todas las vacunas que necesitan los venezolanos.

Por eso es que cuando algunos diputados a la asamblea ilegítima claman por enjuiciar como criminales a los miembros del Parlamento elegido en 2015, habría que preguntarse si se están viendo en un espejo. Eso de las proyecciones de las propias culpas lo maneja muy bien el psiquiatra presidente, aunque no es de esperarse que tenga la disposición de asumir que los delitos de los que acusan a los opositores son un invento comparado con los que ellos han cometido y siguen cometiendo.

Mientras todos los países tratan de manejar con éxito la crisis del covid-19 y la vacunación de sus ciudadanos, el venezolano, una vez más, parece haber quedado abandonado a su suerte ante una política de tierra arrasada y de engorde de bolsillos de la que unos pocos se han beneficiado.

Sin vacunas y con hambre. La situación no pinta bien. Y mientras la crisis humanitaria se agudiza, la ola migratoria no se detiene y el país sigue a la deriva, Nicolás Maduro se preocupa por colocarle una novena estrella a la Bandera. Estos son, sin duda, otros crímenes de lesa humanidad por los cuales algún día tendrán cuentas que rendir.


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