Solo referiré algunos momentos que considero importantes resaltar de mi vivencia personal ese 11 de abril de 2002. En aquel entonces ocupaba una secretaría política nacional en el CEN de AD y simultáneamente me desempeñaba como consultor jurídico del partido.

Días antes

Entre los acontecimientos que precedieron a esa fecha, tuvieron lugar el despido masivo de trabajadores petroleros, el paro cívico, la paralización de muchas otras actividades en el país mediante una huelga general, grandes manifestaciones, cacerolazos en protesta por la promulgación de las 49 leyes por vía  habilitantes; así como reuniones y debates fuera y dentro de la organización, uno de ellos con el presidente de la CTV, en el que con mucho análisis se expusieron diferentes puntos de vista.

Los partidos acordaron coordinar acciones destinadas a darle apoyo a lo que se venía gestando por muchos sectores gremiales y otros de la sociedad civil: Exigir la renuncia de Chávez. Para ese fin, entre esas acciones, se programó y llevó a cabo la mayor manifestación jamás vista en Venezuela que sorprendió a propios y extraños. Su magnitud fue tal que hizo temblar los cimientos de Miraflores. Era todo un país que se estaba expresando con un “Chávez vete ya”, que logró su objetivo: su renuncia, que a su vez causó la natural desbandada de quienes constitucionalmente debían cubrir esa falta absoluta, creando así el vacío de poder. Este escenario no fue previsto con antelación por las organizaciones políticas, de allí que se planteara en tiempo real la necesidad de prepararse para un gobierno de transición.

11 de abril

Ya en la marcha, recibí una llamada de Rafael Marín, entonces secretario general nacional de AD, en la que me instruyó que debía acudir como consultor jurídico a una reunión importante, junto con Alfredo Coronil Hartmann, entonces secretario de asuntos internacionales de AD, en la casa de Uslar Pietri en la Alta Florida.

Luego de esperar un buen rato, comenzaron a llegar los otros consultores jurídicos de cada uno de los partidos. La marcha ya estaba en su clímax, los asesinos de Puente Llaguno estaban disparando a la manifestación. Al poco tiempo, llegaron los otros secretarios generales de los partidos. Nos reunimos y las instrucciones eran que los consultores redactáramos los decretos para un posible gobierno de transición ante la inminente renuncia del presidente que ―en poco tiempo― se hizo realmente efectiva ante el Alto Mando Militar. Se marcharon los dirigentes, quedamos los consultores intercambiando ideas y poco a poco se fueron retirando del lugar. ¿Qué mejor prueba de que no se estuvo fraguando una conspiración cuando ni siquiera estuvo planificado un gobierno de transición con un equipo y sus decretos con suficiente antelación a los hechos de ese 11 de abril?

Finalmente, como consultor quedé solo en esa labor. Contacté y logré que me acompañaran dos personas de mi confianza para que me ayudaran tanto en el plano jurídico como político. Para la elaboración de los borradores de los decretos recibí opiniones muy calificadas por teléfono y faxes con las que se pudieron redactar los borradores de los dos decretos. Al terminar hice la llamada al secretario general de AD y quedamos en vernos en ese mismo sitio al día siguiente a las 8:00 am para revisarlos en una reunión con todos los secretarios generales de los partidos. Ya de madrugada, entre tiros y escaramuzas, me fui a casa.

12 de abril

Al día siguiente se llevó a efecto la reunión, se explicó el contenido y alcance de los dos borradores de los decretos, se debatió el asunto y fueron aprobados por unanimidad. Para ese momento, vista la renuncia formulada por el presidente ante el Alto Mando Militar y el vacío de poder ante la ausencia de quienes podían sucederle, Carmona estaba ya en plan de ser el presidente de un gobierno de transición. Se designaron dos comisiones, una para ir a la Asamblea Nacional presidida para entonces por Aristóbulo Istúriz, Esa comisión tenía como propósito que la juramentación de Carmona tuviera lugar en el Palacio Legislativo. La otra comisión fue designada para llevar los decretos a la consideración de Carmona. Se le hizo entrega de los borradores de los decretos propuestos por los partidos políticos. Reaccionó rechazándolos, ya tenía su decreto que fue el “Acta de Constitución del Gobierno de Transición Democrática y Unidad Nacional”. Los partidos y la CTV, con algunas excepciones, decidieron retirarle el apoyo, y Carmona, respaldado en algunos grupos económicos y uno que otro representante de la Iglesia; así como por algunos militares, casi todos sin mando efectivo de tropa y unos pocos dirigentes políticos, decidió su autojuramentación y anunciar sus decretos que nos causaron estupefacción y gran rechazo en el plano internacional y gran malestar interno. Todo esto lo llevó a su inminente caída al día siguiente. De las sustanciales diferencias entre los decretos, las principales fueron que en aquellos de los partidos políticos quedaba incólume el funcionamiento de los poderes públicos legítimamente constituidos y en modo alguno se le cambiaba el nombre al país. El de Carmona, omnímodo en el poder, además de su autojuramentación y el cambio de nombre al país, disolvía la Asamblea Nacional, el TSJ, el CNE y suspendía al fiscal general, al contralor general, a los gobernadores y los alcaldes electos; así como de todos los embajadores.

13 de abril

Los altos mandos militares, luego de dar tumbos, finalmente convinieron regresar a Chávez, quien reasumió finalmente el día 14. Desde ese día los militares y los cubanos han gobernado al país. Había perdido Venezuela la única oportunidad real que ha tenido de retomar una verdadera senda democrática.

 


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