Ayer fue el último día del año 2021. Un año que para la mayor parte de los venezolanos significó otro fracaso del nefasto gobierno de Nicolás Maduro. A pesar del movimiento de personas y vehículos que mayormente se pudo apreciar en Caracas y sus alrededores, así como en una que otra capital privilegiada de nuestro país, lo significativo es que el deterioro se puso de manifiesto en toda la nación, sin excepción. De ello no escaparon quienes habitan en las barriadas, ni buena parte de los que viven en urbanizaciones y áreas ocupadas por nuestra clase media que, como sabemos, se ha venido a menos por la alta tasa de desempleo y los bajos sueldos que reciben, tanto del gobierno como de los pocos empleadores del sector privado.

Pero las pérdidas y desgracias fueron mucho mayores a lo antes señalado. Los otros agregados son los que ponen de manifiesto la verdadera magnitud de la tragedia venezolana. Así, por ejemplo, en materia de emigración el 2021 concluyó con un número que sobrepasó la barrera de las 6.000.000 de personas. Ese enorme volumen de compatriotas representa un real desangramiento de nuestra fuerza de trabajo y crecimiento económico. Sin embargo, a la “revolución bolivariana” eso le importa muy poco; menos aún le significa el importante número de venezolanos que han fallecido en el transcurso de sus travesías.

En materia de producción agrícola los males no fueron menores. Ya para finales de mayo del pasado año, el director ejecutivo de Ciudadanía en Acción alertó que la producción de alimentos en el campo venezolano estaba en riesgo porque por primera vez, en los últimos 50 años, se llegó a finales del mes de mayo sin un plan nacional de siembra. A partir de allí, fueron muchos los agricultores que debieron enfrentar serios problemas para las siembras de sus cultivos y también para el transporte de su producción a los diferentes mercados a nivel nacional. En ese terreno la “matraca” en las alcabalas de todo el país y los inconvenientes asociados al suministro oportuno de gasolina tuvieron un papel estelar entre los muchos perjuicios que debieron afrontar, lo que terminó afectando el nivel de los precios de lo producido.

En el área de los servicios públicos, el problema del suministro de agua y luz ocupó un sitial especial. En este específico campo fueron muy pocos los que se salvaron. Ricos y pobres recibieron su dosis de perturbación y angustia al no poder contar con el suministro regular del indispensable líquido y el no menos preciado servicio eléctrico. El precio que muchísimos venezolanos pagaron por ello fue, sin exageración alguna, de sangre, sudor y lágrimas. Los responsables  de tan significativos males tan solo recibieron menciones escatológicas dirigidas, más de las veces, a sus adorables madres que gracias a Dios no se enteraron de nada. No nos extraña que muchos piensen que eso último se lo tienen bien merecido.

Por su especial significación hemos dejado para la parte final de nuestro artículo de hoy la mención a la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, realizada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, correspondiente al año 2021. Sus resultados fueron, sencillamente, escalofriantes. El estudio realizado puso en evidencia que la pobreza en Venezuela se mantiene en “niveles máximos posibles de 94,5%”, mientras que la pobreza extrema continuó aumentando, abarcando dos tercios de los hogares venezolanos, con un 76,6%, un incremento de 8,9 al compararla con la del año 2020. Se trata de una información que pondría la piel de gallina al ser más insensible pero que no genera ni la más leve inquietud en la humanidad sobrealimentada de la dictadura gobernante.

Sin duda, para los compatriotas no enchufados a la revolución (la mayoría del país) el 2021 fue un año perdido.

@EddyReyesT

 


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!