Algunos casos logran filtrarse en la censurada opinión pública respecto a la suerte del docente universitario, otrora referente social, ahora, abatido por el hambre y la miseria. El drama se hace viral por algunas horas, en la búsqueda de otros que cumplan con un ciclo digital irreflexivo, cuya instantaneidad no permite indagar sobre el origen de los males y, menos, detallarlo en el grave e (in)comprensible problema de la universidad venezolana.

Quizá un par de meses atrás, se hizo una consulta en la Universidad Central de Venezuela, invadida por el oficialismo y sus contratistas, sobre las elecciones que tiene pendiente la comunidad y, ganando la opción de no violentar la Constitución, extrañamente no hubo la suficiente defensa y difusión de sus resultados. El asunto volvió a los confines del olvido, a la aletargada rutina de una supervivencia que es de confusión, a la simulación de un liderazgo solo nominal y, recordando la pintorreteada de una pared de la avenida Solano, a la pretensión de convertir el madurato en poesía, incluido el afilado lápiz de sus supuestos adversarios.

De nuevo, la universidad ha sido personalmente allanada por las altas autoridades de la usurpación el domingo 30 de los corrientes y, aunque es el régimen el que le ha negado deliberada y sistemáticamente el debido presupuesto, por todos estos años, tienen el desparpajo de  responsabilizar absolutamente a las autoridades universitarias por una sede en ruinas. Los remodeladores, que no restauradores, ni siquiera abrieron una licitación pública que sepamos y, en un evidente acto de fuerza, transmitieron desde la ciudadela de Villanueva, regodeándose de las obras civiles emprendidas con el silencio y el temor de la dirigencia universitaria que prefiere mirar a otro lado.

El más distraído vistazo a la vieja prensa nos impone de la importancia y del calibre histórico de la autonomía y de las luchas que acarreaba, entristecidos por la paciente y eficaz demolición sufrida en este siglo de una demanda tan estelar, como decisiva. Ha contado con la displicencia y anuencia de quienes, en primera instancia, aún están en el deber intransferible de reaccionar y pronunciarse contundentemente, aunque prefieren los callejones moralistas de las noticias e intentar alguna posición de prestancia en los momentos menos riesgosos que pueda vivir la oposición.

Personalmente, creemos que solo una dirigencia estudiantil tan mediocre, como la de estos tiempos, ha facilitado la pesadilla, conscientes de las condiciones objetivas que la hicieron posible. Por supuesto que hay excepciones, pero son tan angustiosamente escasas que será toda una proeza reconstruir la escuela del relevo político, como también lo fue la universidad en Venezuela y en buena parte de América Latina.

@luisbarraganj


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