Es un hecho significativo que muchas personas en Venezuela no han comprendido a cabalidad la importancia del conflicto entre Rusia y Ucrania para el futuro de Venezuela, debido a las implicaciones de nuestro país en una batalla ideológica, política y económica contra lo que profesan muchos países del denominado mundo occidental.

En este sentido, es necesario orientar a la opinión pública de una problemática política que es mucho más delicada coyunturalmente que la posición asumida por nuestro país, en el conflicto económico permanente entre China y Estados Unidos por el dominio de algunas de los 35 materiales estratégicos imprescindibles para la industria del siglo XXI.

Esta situación en particular es producto de la naturaleza bélica, muy  agresiva y directa desde el punto de vista militar que se genera desde hace muchos años, entre los países de Occidente con la desaparecida Unión Soviética y actual Federación Rusa, ya que el conflicto ideológico se finiquitó con la desaparición del socialismo y de la misma URSS, mientras que en materia económica la diferencia es tan grande (la economía rusa es 10 veces menor que la economía estadounidense) que fuera del ámbito nuclear y militar, no hay otro conflicto bilateral entre ambos bloques de  naciones.

La invasión de Ucrania sería un botón de alarma para los países bálticos (Lituania, Estonia y Letonia) y Polonia, que podrían derivan en movimientos nacionalistas antirrusos, que generarían graves problemas, como ataques a monumentos históricos militares de la Segunda Guerra Mundial y hasta injustificables agresiones xenófobas contra las minorías rusas en los países bálticos, creando un flujo de refugiados o una intervención militar rusa bajo la excusa de defenderlos, lo que también generaría tensiones en Georgia y otras regiones limítrofes a Rusia.

Después de la pérdida de la península de Crimea, a manos de Rusia en 2014, es prácticamente un hecho que el parlamento ruso pronto va a aplicar la misma fórmula política para la anexión de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk, que están ocupadas por rebeldes prorrusos y cuya única posibilidad de un retorno al control de Ucrania implicaría una invasión a gran escala de las fuerzas armadas ucranianas, lo que llevaría a una intervención similar de las fuerzas armadas rusas, no solo por asuntos de prestigio militar y político, sino para evitar el éxodo de millones de ciudadanos rusohablantes, que coparían los servicios sociales de Rusia y daría a los ucranianos el empujón moral para intentar la reconquista de la península de Crimea.

En este contexto, se deben revisar los escenarios extracontinentales:

La idea de colocar tropas y armas de gran impacto, señaladas por Rusia, en países como Cuba y Venezuela, los coloca a los mismos en el radar de tiro del Pentágono, que puede considerar dicho despliegue como una clara violación de los acuerdos surgidos de la Crisis de los Cohetes en Cuba entre Kennedy y Jrushchov en octubre de 1962.

No es novedad para nadie que un ejercicio de megasanciones de Occidente y otros países contra Rusia pueden afectar su economía y terminar de indisponer a una parte de su población contra el actual gobierno de Vladimir Putin, lo que le llevaría al autoritarismo absoluto y a la aplicación de medidas draconianas contra opositores políticos bajo delitos de traición a la patria.

Esta situación puede derivar en un direccionamiento de las sanciones hacia los aliados de Rusia (Cuba y Venezuela) que en su estado presente de debilidad financiera se verían obligadas a llegar hasta el último extremo, o sea, un Estado de economía de guerra, que sin disparar un tiro derivaría en enormes sacrificios y privaciones para la población.

Es apropiado decir que mantenerse neutral en este conflicto es una tarea muy delicada para los países en vías de desarrollo, pues los castigos técnicos y financieros de cualquiera de los bandos puede ser demoledor para países con grandes debilidades estructurales sociales y económicas.

Estas sanciones, que superarán con mucho a las existentes en la actualidad porque implicarán el corte total de suministros de piezas técnicas e industriales vitales para muchas industrias y contemplan la expulsión definitiva del sistema mundial de comercio y finanzas, arrojarán a Rusia y sus aliados directos a graves complicaciones comerciales y financieras.

Esta expulsión mundial se podría extender naturalmente al campo de las telecomunicaciones, para evitar hipotéticos ataques de hackers rusos, situación que provocaría de inmediato que en este país desaparecieran de un día para otro las redes sociales más conocidas y los emails más utilizados, lo que implicaría una pérdida parcial o total, de información personal y corporativa, que sería catastrófica para muchas organizaciones y traumático en sumo grado para una gran cantidad de personas.

El caso de Venezuela es mucho más delicado, debido a que ya tiene una posición asumida de enfrentamientos políticos e ideológicos con muchos gobiernos alineados a la visión occidental que encabeza el gobierno de Joe Biden, por lo cual es de esperarse un empeoramiento de la economía nacional, en medio de una persecución mundial de los inversionistas nacionales y foráneos que tengan relación con el gobierno de Nicolás Maduro.

Esta situación sería mucho más grave si se presenta una denuncia de ciberataque o la acumulación de armas de destrucción masiva en territorio nacional.

La experiencia de Irak en 2003 demostró que no es necesario mucho formalismo legal ni investigación rigurosa para que desaten medidas contundentes y decisivas, que terminan siendo sin retorno y poco importa, después del hecho consumado la veracidad de la denuncia en cuestión.

Las denuncias recientes, realizadas por el mismo presidente Maduro,  de la preparación, años atrás, de un ataque militar coordinado desde Colombia y Brasil, denominada operación PUMA, se quedaría pequeña, si los estrategas militares estadounidenses, que se opusieron a la invasión de Venezuela en 2017, como lo señala el exasesor de Seguridad Nacional J. Bolton en sus memorias, terminan convenciéndose que ruso e iraníes tienen a Venezuela como base militar para dominar a Colombia y Brasil, además de ser el cuartel de todos los movimientos sociales y políticos estadounidenses en el continente.

Es difícil imaginar en un conflicto a gran escala la reacción de los gobiernos, si se producen ciberataques, que generen una represalia del mismo tenor. El hecho de que muchos ciudadanos no tengan conocimiento de la ciberguerra que se libra entre Israel y la República Islámica de Irán, donde se dañan instalaciones industriales y servicios públicos de gran envergadura, es un síntoma peligroso del desconocimiento que tienen estos conflictos híbridos, que se pueden desatar con nuestro golpeado país.

Estamos ante un peligro muy real de vernos en un conflicto bélico de baja intensidad, que puede alterar por completo la historia de Venezuela y cuyo desenlace es difícil de predecir, ante tal eventualidad.


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