La dignidad humana impone que toda persona se sienta respetada y valorada por el resto de la sociedad, pudiendo así gozar de los otros derechos fundamentales que de ella derivan: igualdad, libertad y universalidad. La regla de oro en este campo fue formulada por san Mateo con clara transparencia: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). Se trató, sin duda, de un significativo punto de partida que siglos más tarde fue ratificado con mayores precisiones y detalles. En efecto, hoy día la dignidad humana implica que toda persona, independiente de su condición social, color de piel o lugar de nacimiento, sea respetada y aceptada por todos, reconociéndosele así su estatus de congénere de los demás.

Con lo anterior en mente colegimos que lo peor que le pudo pasar al zar de Rusia, Vladímir Putin, fue creer que la ocupación de Ucrania devendría en acción militar sencilla y que sería aceptada irremediablemente por el mundo democrático de Occidente. Obnubilado por su “poderío militar”,  Putin supuso que su operación bélica sería simple coser y cantar. Jamás pasó por su blanquecina pero trastornada mente que recibiría baldes y más baldes de agua fría de  un significativo sector ucraniano, y del mundo democrático de Occidente. Ucrania volteó así la tortilla rusa y transmitió a la vez una rotunda lección de voluntariedad y dignidad.

Pero eso no ha sido todo. Ahora nos hemos topado con una inesperada y sorprendente realidad: grupos numéricamente significativos de rusos han protestado puertas adentro y otros tantos han abandonado el país, anticipándose a los malos tiempos que vendrán. Como resultado de ello el impacto político y económico ha sido contundente. Mas se impone hacer una evaluación rigurosa; a Putin y su entorno criminal no les afectarán las desgracias que se generen en lo inmediato. Ellos estarán protegidos y bien alimentados, mientras que el pueblo llano de Rusia será quien sufra las consecuencias de las fuerzas adversas que inevitablemente se les vendrán encima. Así ha sucedido con todos los regímenes autoritarios hasta que al final sucumben.

Putin está confiado en un poder que realmente no tiene ni controla en su totalidad. Eso se ha puesto de manifiesto con la serie de inconvenientes que ha tenido su avanzada militar para adentrarse en Ucrania y muy especialmente para ocupar Kiev, la capital del corajudo país invadido. Por si fuera poco, es un hecho cierto e impactante que tres generales del ejército soviético han muerto a lo largo del proceso de ocupación. Y eso no es todo: más difícil ha sido minimizar la emblemática figura de Volodimir Zelenski, un abogado que ha representado también importantes roles como actor, comediante, guionista, productor, director y ahora político en condición de presidente de su valeroso país.

Más allá de los cuestionamientos que se han hecho a su pasado, algo inevitable en todo liderazgo político nuevo, la actitud y comportamiento actual de Zelenski han sido acertados. Eso le ha asegurado el apoyo irrestricto de su pueblo y del mundo democrático. En circunstancias tan singulares Volodimir no le ha concedido espacio al titubeo. ¡Bravo por él!

Por su lado, los ucranianos han dado una demostración de lucha y valentía que los venezolanos no podemos pasar por alto. Aún en las circunstancias en que ahora nos encontramos tenemos que sacar las fuerzas que sean necesarias y consolidar las uniones que hagan falta para alcanzar el estado de dignidad que nosotros también merecemos. Que no nos quepa duda: el espíritu libertario de Ucrania es el ejemplo.

@EddyReyesT

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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