No es poca cosa a lo que nos enfrentamos. Nuestro tiempo se nos presenta con las exigencias de un verdadero “cambio de época”. De estas primeras décadas del siglo XXI, se puede evidenciar la aceleración de China que, adquiriendo la concesión de decenas de puertos internacionales, se ha preparado para dominar los mares de la comercialización mundial. Desde su fuerte posición de más barata y gigantesca productora de bienes, China tiene la palabra. Vamos hacia un ¿mundo de socios o de cómplices?

Con la guerra de invasión europea que inició Rusia por Crimea, decretó su intención de ir a la abierta disputa por el reordenamiento de los poderes que influyen, determinante, en múltiples territorios del planeta.

Después de grandes cambios producidos en la Europa al fin de la última década del siglo XX, 1991-2001, caído el Muro de Berlín, e iniciada la superación de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, indefectiblemente, ocurrió lo que tenía que ocurrir: el desmantelamiento de la oxidada y deshilachada cortina de hierro y su obsoleta maquinaria. Un nuevo mundo, distinto y mejor habría de emerger, y fehacientemente emergió.

Como es bien sabido, se desarrollaron ágiles reformas de sus economías y sistemas políticos. Así, los países de Europa del Este, paso a paso, lograron sumarse al nuevo “mercado común” y a su forma de sistema político superior. Su más eficiente y eficaz modo de producción de libre mercado, con entrega de bienes y servicios frente al comunismo, propenso al estancamiento restrictivo de la planificación central. En tanto que el capitalismo conquistaba, por la vía económica, la integración de esa otrora empobrecida Europa comunista del Este a la modernidad, la Europa democrática ofrecía desde Alemania ser socios de Rusia para conectarse energéticamente, y desde una posición de ganar-ganar comprar el gas a esa enorme fuente rusa. Así se podrá ir fortaleciendo la concepción de un mundo más democrático, con una Unión Europea, sin lugar a dudas, cada vez mas atractiva y libertaria.

El pueblo ucraniano comenzó a manifestar abiertamente su impostergable deseo de cambio desde las calles de Kiev, entre noviembre de 2013 y febrero de 2014. Respondiendo a manipulaciones del presidente Viktor Yanukovych para no firmar lo que en las elecciones presidenciales de 2010 simuló adoptar como compromiso de una política de integración a la Unión Europea.

El injerencismo fracasado de Putin en la política ucraniana dejó al descubierto a su títere Yanikoyych. La gestión de corrupción del Yanikoyych, unida a la acción de los diputados de su partido de las Regiones, indicaba claramente su tendencia a la autocracia, a la no transparencia y a la corrupción, encadenando Ucrania hacia la dependencia de la Rusia de Putin.

En lugar de avanzar hacia una transición ordenada hacia la integración a la Unión Europea, para mayor bienestar y democracia, obedeciendo al lejísimos deseo de la soberanía ucraniana, el gobierno títere de Yanukovych desencadenó el movimiento conocido como “Euromaidán” (también llamado Revolución de la Dignidad).

La respuesta de Putin, aquel año 2014, fue valerse de la fuerza fáctica militar. Con su ventaja de posicionamiento de amplia presencia de la armada rusa, continuada desde tiempos de la extinta Unión Soviética, y esgrimiendo su chantaje nuclear, Putin logró anexarse Crimea, prácticamente sin costos significativos. Ucrania, la que años antes en el proceso de disolución de la Unión Soviética, había renunciado a la posesión y manejo de las armas nucleares, sufriría el doloroso cercenamiento estratégico de parte de su territorio.

La tibia reacción en la práctica de una veladamente aceptada anexión rusa de Crimea, con anuncio sólo de ciertas “sanciones”, dejó muy mal parado a ese mundo posible de socios que se hacen respetar versus el que pretende imponerse por parte de Putin de un mundo de cómplices.

Utilizando la anexión de Crimea como mecanismo de propaganda hacia sus seguidores, Putin logró también que Rusia le concediera popularidad por imponer sus pretensiones continuistas y visión del poder. Logra el cambio de Constitución rusa en 2020, lo que le permitiría ahora, a partir de 2024, reelegirse hasta por otros dos períodos más de seis años cada uno, hasta el 2036. Con capacidad para destituir jueces, y ejercer sus eventuales candidaturas desde el poder autocrático, no existe contrapeso que le regule. El actual sistema no permitirá sustituirle por vías pacíficas, al menos sin la utilización de fuerzas organizadas del pueblo mediante una conspiración libertaria. No hay hoy, ni habrá mientras Putin permanezca en el poder, real posibilidad de control parlamentario. El es, en la práctica, pura y dura, la personalización de la herencia cultural autocrática de Rusia.

Putin estafa a Rusia al moverse paroxísticamente hacia el pasado para ofrecerles ganar el futuro. Su modelo de mentiras renovadas, se presenta como adoctrinamiento neoconservador, supuestamente de defensa del derecho a la familia tradicional y un nacionalismo estoico, que intenta renovar el rechazo del pueblo ruso hacia la Europa que pretende supuestamente conquistarla;  y por supuesto hacia los Estados Unidos de América su archienemiga. Sabemos que en la realidad se les ofreció un mundo para compartir progreso, libertades y sociedad.

La libertad del hombre para hacerse su propio destino. La libertad económica que le ofrece un capitalismo con instituciones de control, de alternancia en el poder e independencia de poderes legislativo y judicial, seguirá siendo factor clave para la búsqueda del triunfo en una nueva época de alianzas necesarias. Con China y la India como actores preponderantes en la espera de ser definitivos socios de la Europa libertaria y de los Estados Unidos de América, junto a nosotros los latinoamericanos que repudiamos a los cómplices Maduro y a Lula, a Castro y a Ortega, a López Obrador y Alberto Fernández. Nosotros, los auténticos demócratas libertarios debemos reconocernos integralmente como socios americanos.

Para ello debemos avanzar hacia ese nuevo mundo de ¡socios y no de cómplices! Mundo que permita la anhelada europeización de Rusia. Que veamos en nuestra nueva época la solución que desde los tiempos de los reinados de Pedro el Grande y la bella Catalina procuró moverse hacia dicha europeización, y que las propias élites de esta no comprendieron a cabalidad.

[email protected]/ @gonzalezdelcas


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